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¿Arderá Troya?

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Por Benjamín Cuéllar

Lo único que le reconozco a Nayib Bukele, desde que irrumpió en la farándula mediática nacional e internacional, es esa su inagotable manía de mandar… pero mensajes a través de redes sociales, destacando sobre todo su constante tuiteo. ¿Por qué? Porque, más allá del contenido que se presta para tanto y sus contradicciones abundantes con los años, algunos –sino la mayoría o todos– alborotan el “panal” de sus seguidores y seguidoras. Eso, primero. Pero, además, porque con ello abre de par en par las puertas para que fluya una andanada de necedades entre el montón de reacciones haciendo alarde de lo irracional y del esmerado lambisconeo, derrochando prepotencia, pasando por el excesivo ridículo y alcanzando hasta para el lucimiento de garrafales ignorancias.

A sus muñecas y muñecos de cuerda que atiborran la actual legislatura como parte de las bancadas “cianógena” y de los serviles partidos comparsas, esa práctica permite que se muestren tal cual son. El último capítulo de semejante novelón largo y barato, propio de la politiquería guanaca, se desató luego de que aquel publicara unas líneas amenazantes asegurando que no toleraría “caballos de Troya”. El diputado Romeo Auerbach, quien compitió para serlo en las elecciones primarias de Nuevas Ideas y al fracasar se coló en la planilla de otro partido chaquetero, provocó dicha reacción tras la cual no tardó en humillarse implorando perdón; como el exmalevo de Discépolo y Filiberto, solo le faltó “pa’completar” ir a misa e hincarse a rezar.

Pero al descobijamiento de esa cuadrilla dispuesta a todo para cumplir los dictados de su “principal”, también abonan otras actuaciones y situaciones propias del quehacer parlamentario de la “cianada” y sus aliados. Todo eso debería servirle al electorado que votó a ojos cerrados por la “N de Nayib”, sin conocer la trayectoria de quienes se arroparon con esa bandera, para pensar bien su decisión en las elecciones del 2024. 

Asimismo, podría estimular a buena parte del casi 50 % abstencionista del 2021 a abandonar la indolencia; quizás esas personas se animarían a ejercer su ciudadanía emitiendo el sufragio tras considerar como factor clave para su decisión, a la hora de las horas, lo mostrado hasta hoy en sus curules por la fracción “bukelista” y demás compinches: ver, oír, callar o hablar paja, apretar botones y agachar la cabeza.

Eso sí, se requeriría de una oferta política alternativa atractiva por ser creíble y confiable. Pero, como asegura Fito, hay que tener presente que “la peste la inventamos entre todos en el tiempo”; sí, todos y todas, por acción u omisión. Ahora la estamos padeciendo y,según se observa, continuaremos en la misma fetidez pues seguirán moviendo piezas y prestándole micrófonos a más merolicos para ello. Si quieren jugarse la suerte del país electoralmente en dieciséis meses, creo que no alcanzará el tiempo para revertir las cosas y dejar de permanecer “condenados a vivir bajo el pulgar de los reyes del poder”, pues “el club de los ilusionistas” volverá “con su circo a intentar convencernos otra vez”.


Con esto último estoy totalmente de acuerdo con el maestro Paez; en lo que sí no coincido es en “construir un caballo de Troya”. En eso que se enreden y entretengan el oficialismo y sus satélites. Al pueblo alentado y consciente lo que le toca es construir poder social para, así, poder luchar contra los “tirios y troyanos” de la marrullera política partidista nacional; es decir, contra “los mismos de siempre” anteriores y actuales que son los que estuvieron y están arriba y afuera, lejos de allá donde sufren las mayorías populares –abajo y adentro– aguantando hambre y derramando sangre. Hay que ponerles un alto para que se dejen de pendejadas. No se vale. Entre otros factores, el hambre motivó el alzamiento de los pueblos nonualcos –con Anastasio Aquino al frente– en enero de 1833. Un siglo después, en enero de 1932, se produjo un levantamiento de mayor envergadura; entre sus dirigentes destacaba Feliciano Ama. De 1972 en adelante se forjó un movimiento popular poderoso y combativo que tuvo líderes de la talla de Apolinario Serrano y Juan Chacón; junto a mujeres de excepcional calibre, enfrentaron al poder y entregaron sus vidas por la causa. En enero de 1981, tras grandes jornadas de lucha, estalló la guerra. La historia de nuestro país registra estos hechos cuyos tiempos, entre uno y otro, han sido cada vez más cortos; sus expresiones, además, han crecido en intensidad y violencia. No sigan, entonces, jugando con fuego; puede venirse otro enero encima y “arder Troya”.

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Benjamín Cuéllar Martínez
Benjamín Cuéllar Martínez
Salvadoreño. Fundador del Laboratorio de Investigación y Acción Social contra la Impunidad, así como de Víctimas Demandantes (VIDAS). Columnista de ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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