“Voz aterciopelada y vibrante como un cuerno de jubileo para iluminar a la luz de la palabra de Dios el día a día”¦” (Pedro Casaldaliga)
El significado de Monseñor Romero
Monseñor Oscar Arnulfo Romero fue un hombre de decisiones o de escogencias. Felizmente cuando optó lo hizo por el excluido o marginado, por el vulnerable social, es decir, aquel que no podía pronunciar su propia palabra. Por ello, terminó convirtiéndose en la voz de los sin voz. (Homilías de 28/08/1977, de 20/05/1979, de 21/06/1979, de 29/07/1979 y de 16/12/1979)
Monseñor Romero a partir de su opción preferente por el pobre, en sentido evangélico, o sea aquel que heredará la tierra, acompaño al pueblo salvadoreño victimizado en su legítima lucha por construir un orden social justo y democrático. Una sociedad auténticamente humana. (Homilía de 01/07/1979, de 09/09/1979, de 11/11/1979 y de 17/02/1980)
Sostener que Monseñor Romero es un mártir es irrefutable, pero no bastaría para definirle a plenitud ya que a su sangre derramada habría que sumarle su vocación profética al anunciar la buena nueva y denunciar los pecados sociales, entre ellos el de la insolidaridad. Por tanto, si se busca esclarecer a fondo qué representa Monseñor Romero para el pueblo salvadoreño, se debe partir al encuentro con su identidad.
En síntesis, a su talante martirial y de profeta social ha de añadirse que para el pueblo simboliza y encarna su esperanza. Es por declaratoria de las víctimas -no tan sólo por un decreto ejecutivo- el guía espiritual de la nación. (Homilía de 17/02/1980)
A 100 años de su nacimiento y a 37 años de su muerte martirial, a los creyentes y no creyentes, su ejemplo como pastor mártir nos convoca a reafirmar la plena vigencia de los valores centrales que se subrayan en su pensamiento y en su obra como son: su profundo espíritu de sencillez, su afán por denunciar la injusticia estructural y, sobre todo,
su incesante proclamación del reino de Dios.
En suma, y hay que exponerlo muy claramente, la palabra profética que pronunció Monseñor Romero en materia de denuncia social y política no debe de entenderse como una simple forma de hacer política partidaria. Esta sería una reducción desafortunada que conllevaría a una desfiguración de su legado. (Homilía de 14/08/1977 y de 8/07/1979)
Su palabra fue mucho más trascendente y vital. Su discurso si fue político pero lo fue, sin el cariz de banalidad o trivialidad como se entiende y ejerce actualmente, lo fue desde la perspectiva que ve a la política como un instrumento idóneo -como un arte o una ciencia- para la realización plena del ser humano tanto en su dimensión individual como social. (Homilía del 10/12/1977 / Día Mundial de los Derechos Humanos y del 17/12/1978)
En la visión de Monseñor Romero dirigida desde la iglesia de los pobres y desde la opción preferente por ellos, se aportó un amplio conjunto de principios de reflexión, de criterios y directrices de acción social para que se produjesen los cambios estructurales que demandaban los pecados sociales de exclusión social, marginalidad e impunidad, que aún prevalecen dolorosamente en el país. (Homilía de 7/08/1977, de 9/10/1977, de 10/09/1978 y de 4/11/1979)
Monseñor Romero y su palabra iluminada
La palabra iluminada del beato Monseñor Oscar Arnulfo Romero, por medio de su ejemplo y de su meditación comprometida con la palabra de Dios, nos marca la hoja de ruta para construir un modelo de sociedad realmente humano.
Y es que el actual escenario social por el que atraviesa nuestra nación a 100 años del natalicio y 37 del martirio, es verdaderamente excepcional, pero también es muy rico en cuanto a las posibilidades de avanzar en el proceso social de construcción democrática. La clave estaría en identificar esa singular excepcionalidad, y en actuar en consonancia con el compromiso ético que exige el momento histórico y que, además, nos demanda el legado inspirador del beato Monseñor Romero.
En ese orden de ideas, el rico catalogo valorativo que forma e informa su doctrina y que se subraya en su pensamiento y en su obra, como son: la solidaridad, la sencillez, su sentido liberador nos muestran nítidamente la vía que debemos transitar para erigir un sistema social basado en el respeto y la tolerancia y, particularmente, con un sentido humano.
En el centenario de su nacimiento y en el trigésimo séptimo aniversario de la muerte -sólo física- del insigne Beato Monseñor Oscar Arnulfo Romero, un don de Dios, primero entre los primeros defensores de los derechos humanos y las libertades fundamentales, reafirmamos nuestra vocación Romerista y nuestra imperecedera gratitud por su identificación con los pobres al asumir su causa y por adoptar su rostro.
“Cada uno de nosotros tiene que ser un devoto enardecido de la justicia, de los derechos humanos”¦” Monseñor Oscar Arnulfo Romero: Homilía del 05/02/1978
*Salvador Menéndez Leal, Coordinador de la Maestría de Derechos Humanos y Educación para la Paz en la Universidad de El Salvador