“Muchos sí quisieran, como dice aquella canción, un Dios de bolsillo; un Dios que se acomode a sus ídolos, un Dios que se contente como yo pago a mis jornaleros, un Dios que aprueba mis atropellos. ¿Cómo podrán rezar ciertas gentes a ese Dios el padrenuestro si más bien lo tratan como uno de sus mozos y trabajadores?” Eso aseguró el IV arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, el 24 de septiembre de 1978. Pareciera que para quien hoy ocupa dicho cargo, José Luis Escobar Alas, es este su arquetipo de divinidad. Pero, por suerte, hay otros pastores que tienen distinto talante; que están hechos de una “madera” diferente y se pronuncian con claridad, fuerza y valor en favor del bien común sin importar de dónde provengan las acechanzas de los “demonios” de la politiquería vernácula.
Y es que hay algo que mueve a la indignación por el hecho en sí mismo y por la actitud del cuestionado prelado al respecto. Este domingo 21 de febrero, mientras el arzobispo pronunciaba su homilía en la Catedral metropolitana, irrumpió en el templo un grupo de trabajadores y trabajadoras de la fábrica Florenzi para denunciar su situación sumamente crítica y alarmante. Para quien no lo sepa, esa empresa cerró al igual que todas las maquilas en marzo del 2020 cuando Nayib Bukele consideró que su funcionamiento no era esencial en medio de la pandemia, contrario a lo ocurrido en Guatemala y Honduras.
En tal escenario, los propietarios de Florenzi no le cancelaron al personal ni los salarios que le adeudaban ni la indemnización que le correspondía por ley. Estamos hablando de un monto de alrededor de medio millón de dólares. Y esta es hora que el misterio… ¡Huy! Perdón, esta es hora que el Ministerio de Trabajo y el resto de la institucionalidad estatal no brillan por su ausencia sino por su ineficiencia.
Desde febrero del año en curso, un grupo de estas víctimas se reunió con el titular de dicha cartera estatal ‒Rolando Castro‒ quien con su característica verborrea les prometió “cielo y tierra”; sin embargo, al día de hoy las demandantes de justicia laboral en este drama humano siguen sin ver siquiera el asomo de la misma. Mucho se ha comentado y denunciado sobre semejante atropello a la dignidad de estas personas entre las cuales, desde hace casi 50 días, algunas se mantienen en huelga de hambre.
Y ¡agárrense!… Hasta el citado domingo monseñor Escobar Alas no sabía nada o dijo no saber nada de lo que ocurría. Según él, mientras sermoneaba desde el púlpito, “unas personas pasaron adelante y extendieron pancartas y también hablaron denunciando una injusticia en una fábrica ‒me parece‒ llamada Florenzi: que han sido despedidas un buen número de personas y están reclamando los derechos de estas personas”.
Eso dijo. Y continuando con su peculiar hablado, remató así: “Dijeron que hay personas que están en huelga de hambre y querían manifestar a todos su exigencia, su demanda. La iglesia está a favor de la justicia siempre. Si […] es así como ellos dicen nos solidarizamos con ellos, es necesario que haya justicia. Esa es nuestra posición en principio en todos los casos, pero este caso no lo conocía”. ¿Y en qué mundo vive este señor? ¿En el de la “isla de la fantasía” que nos quiere vender el Gobierno, cultivada con sus “nuevas ideas”? ¿Y a qué Dios le rezará? ¿Al que se refirió hace más de cuatro décadas su predecesor? ¿El “de bolsillo”?
Pero más allá de lo diga o no diga, haga o deje de hacer monseñor Escobar Alas ‒quien tiene al santo en los altares, muy convenientemente alejado de nuestra realidad y de su pueblo sufriente‒ un nutrido número de religiosas y religiosos de diferentes denominaciones cristianas se han pronunciado firme y acertadamente sobre una situación nacional en la que el discurso oficial se ha instalado, no solo para utilizar a quienes creen a ciegas en el mismo sino también para someter y amedrentar a quienes no están de acuerdo con la forma en que se está “administrando” el país.
De entrada expresan ‒en un comunicado del 17 de febrero del 2021‒ “su honda preocupación por la situación de pecado que permea la política y la sociedad salvadoreña en general”; asimismo, manifiestan su “profunda lamentación por la práctica de la mentira que ha invadido la vida política y es contraria al compromiso con la verdad que es moralmente central para la vida personal y pública”.
Este texto iluminador, verdadero soplo de frescura esperanzadora en esta hora terrible por la que atraviesa El Salvador y de cara a los nubarrones que se atisban en la amenazadora lontananza poselectoral, termina alentándonos a razonar “por convicción y criterio propio, a ser solidarios y compasivos con todos, a trabajar para superar esta época oscura, y a reencontrarnos como hermanos y hermanas que caminan en la construcción del sueño cristiano de una sociedad reconciliada, con justicia y paz”. Vale la pena, pues, conocer ese llamado para hacerlo realidad.
PD: Parece que al arzobispo ya le contaron sobre el caso Florenzi.