lunes, 6 mayo 2024

Turistiando en el mundo prehispánico

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Yo habí­a sido sacrificado para que mi pueblo ganara la guerra contra sus vecinos, en la era precolombina, pero fuimos derrotados. Mi amigo, el guerrero sacrificado por el pueblo vencedor, se despidió para estar presente en las festividades religiosas alusivas a la victoria. Yo no sentí­a ninguna nostalgia, tristeza, depresión o bajón por haber perdido la guerra, posiblemente como estaba muerto y estar soñando no se sienten esos sentimientos.

No habiendo otra cosa que hacer, después de estar bailando danzas marciales y gritando durante la guerra, me fui a conocer otras ciudades de la lengua Maya; como no conocí­a el mar me fui a dar una vuelta a Tulum, el viaje lo hice en un instante, posiblemente más rápido que la luz, dada mi condición de alma guerrera y estar soñando; al llegar quedé sorprendido que la ciudad tení­a una especie de fortaleza sobre un acantilado a la orilla del mar, con unas quinientas familias que producí­an maí­z,  pescado seco y otras comidas. El lugar es bien vergón: unas lindas playas, rio subterráneo y cenotes (una especie de pozo natural muy profundo conectado con rí­os subterráneos y lagunas).

Mi mayor experiencia fue hundirme en un cenote, habí­a varios muchachos que lo estaban haciendo, pero yo llegué tan hondo que la luz ya no llegaba allí­, pero como yo estaba muerto podí­a ver en la oscuridad y me puse a nadar por un rio subterráneo, hasta salir a una laguna como a cuatrocientos metros de distancia. Los muertos no necesitamos aire para respirar, realmente no respiramos, es bien raro por que uno cuando está vivo pega unos grandes suspiros cuando está enamorado, desea comer una cosa que a uno le gusta o cuando le pegan un gran vergazo en el estómago y le sacan el aire; tampoco se duerme y es bien aburrido ver que todo el pueblo está durmiendo, los chuchos, los pájaros, hasta las hormigas y uno no puede pegar una pestañadita, claro que tampoco se cansa de andar jodiendo, peleando (con otros humanos o animales muertos también), volando, corriendo o nadando.

El problema de estar muerto es que uno ve todo, pero a uno no lo ven, uno desea comer alguna fruta, tortilla o un pedazo de ayote, pero uno no tiene un sistema digestivo (tampoco los otros sistemas del cuerpo humano). Una cosa que me hace falta es la disciplina, el sentirse miembro de una familia, de un grupo de guerreros, de una tribu; me gustarí­a tener una mujer que me ayudara a decidir que hacer, hijos para chinearlos y trabajar para ellos.

Me sacrificaron para que los dioses nos apoyaran en la guerra, pero yo no he visto ningún dios, posiblemente por que mi pueblo resultó derrotado; es posible que mi amigo, el sacrificado por el otro pueblo, esté bien galán en la profundidad del suelo, viendo como es que viven los dioses, sus relaciones sociales, sus gustos y preferencias.

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Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.
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