LOS íNGELES. Al llegar la primavera a los Estados Unidos, una nube roja abruma a la Casa Blanca de Trump, quien se halla estancado en contradicciones. El nuevo presidente busca ser grandioso con palabras pero es simplemente parco en los hechos, aunque gusta usar el Twitter para descargar acusaciones sin evidencia, llegando por ese medio recientemente a divulgar el chambre (o la vil mentira) que Obama mandó a interceptar los teléfonos de su edificio en Nueva York.
Chris Cillizzza del Washington Post ha escrito que Trump fue el candidato de la teoría del complot, pero que ahora es el presidente de la teoría del complot. Sin tener ninguna evidencia, Trump cree que no ganó el voto popular en los Estados Unidos porque millones de votantes indocumentados votaron en su contra.
Dijo en su campaña que al ser electo iba a pasar más tiempo en Washington D.C. como ningún otro presidente antes que él; ya electo ha probado todo lo contrario y ha hecho de Mar-A-Lago en la Florida su segunda morada (con el resultado que cada visita le cuesta al erario nacional 10 millones de dólares que van a la fortuna de un negocio del cual Trump sigue siendo dueño).
El nuevo presidente habla en apoyar a la clase trabajadora pero al mismo tiempo ha rehusado mostrar sus declaraciones de impuestos. Habla que le gustaría ver una reforma migratoria para legalizar a la gente indocumentada en los Estados Unidos, pero ha dicho que las recientes redadas han sido un operativo militar, un concepto que luego ha sido retractado por sus voceros, de quienes se dice que viven en la incertidumbre.
Trump ha prometido un nuevo plan de control migratorio anti-terrorista para proteger a los Estados Unidos de un peligro inminente porque su primer plan ha sido bloqueado por jueces federales que lo hallaron anti-discriminatorio en contra de los musulmanes, pero no ha presentado evidencia que las siete naciones con mayorías musulmanas contra quienes Trump había arremetido fomentaban el terrorismo en los Estados Unidos.
Aparte de vivir en contradicción tras contradicción, Trump tiene el apoyo de la mayoría de republicanos aunque ha finalmente llegado a toparse con la dura realidad que no venía preparado para gobernar. Fue hasta su cuarta semana en el poder que admitió que la ley de salud llamado Obamacare era mucho más compleja de lo que había pensado. Sin admitir haber hecho un error estratégico al prometer eliminarla en el primer día de su administración, Trump se encuentra en la encrucijada de un demagogo que halló fácil hablar de eliminar una ley federal al ser electo pero que se siente derrotado al no tener un plan de seguro de salud que sea bueno, bonito, y barato.
Es el tema de Rusia que perturba la futura vida política de Trump y que lo convierte en Trumpski (un admirador del autoritarianismo y el uso del poder evidenciado por Vladimir Putin desde 1999). No hay ninguna duda que el gobierno ruso intervino en la pasada campaña electoral presidencial en los Estados Unidos con desinformación y desiminación de los correos de la campaña del partido demócrata para desacreditar a Hillary Clinton. Rusia sigue siendo un país adversario a los intereses de los Estados Unidos.
En declaraciones recientes al canal MSNBC, la periodista estadunidense Masha Gessen (y escritora de “The Man without a face: The unlikely rise of Vladimir Putin” (Riverhead Books 2012) ha comentado que el líder ruso busca consolidar un nuevo imperialismo en que Rusia, China, y los Estados Unidos se dividen el mundo para controlarlo. Para Gessen, Trump buscar ser parte de un nuevo imperialismo donde no es la ideología que controla sino el poder que se tiene para dominar a ciertas regiones en el mundo.
El problema para el presidente novato es que ha querido mantener en secreto sus conexiones y contactos con la Rusia de Putin (y el flujo de grandes capitales de dinero) a quien no ha criticado sino elogiado. El resultado ha sido una cadena de rumores de inversiones rusas a los bienes de Trump y nuevos escándalos creados por los asesores más cercanos a Trump cuando ellos no dijeron la verdad sobre los contactos que habían tenido con la embajada rusa en Washington D.C. durante la campaña presidencial y después de las elecciones. El Congreso estadunidense, el FBI, la CIA, y la NSA están investigando dichas conexiones.
Al salir con la barrabasada en Twitter que Obama interceptó sus teléfonos y pidió que el Congreso de EEUU investigara esa aseveración falsa, Trump creó una pantalla de humo basado en un chambre y no en evidencia sólida de verdaderos hechos con el propósito de que nadie se fije en las conexiones que Trump y sus asesores han creado y forjado con Rusia en el contexto de un nuevo neo-imperialismo. Lamentablemente, la mayoría de personas en los Estados Unidos sigue en el 2017 la política a través de medios sociales como el Twitter (un medio donde la verdad no brilla). Por otro lado los políticos y comentaristas conservadores ha venido haciendo una senda campaña en contra de expertos que contradicen sus aseveraciones, como hizo ver el famoso estrella de baloncesto y analista político y cultural, Abdul-Jabbar en un artículo de la revista TIME en octubre de 2015. No me sorprende que el actual lema del WASHINGTON POST es “La democracia muere en la oscurana”.
La visión Trumpski pone en peligro la institucionalidad democrática de los Estados Unidos. Viendo ese peligro Beau Willimon el creador del show televisivo “House of Cards” le ha pedido a Twitter que bloquee la cuenta de Trump por el bien de la democracia.
(*) Abogado de ley migratoria en Sherman Oaks, California, y columnista de ContraPunto.