Por Benjamín Cuéllar
“Es importante hermano, hermana, que no borren la memoria. El horror que aquí vivimos no lo borre la impunidad; que no borren nuestros muertos ni la posibilidad de forjar los nuevos tiempos en dignidad”. Así iniciaba el tema musical del programa radiofónico que, arrancando este siglo, comenzó a transmitirse en la emisora de la universidad jesuita salvadoreña; concebido e impulsado por su instituto de derechos humanos, lo llamamos “Sembrando futuro”. Antes, dentro de ese ente –el IDHUCA, por sus siglas– nos empezó a hacer ruido la promoción de una herramienta útil para combatir esa impunidad, fortalecida en marzo de 1993 al amnistiarse los criminales. Nació pues, en 1998, el Festival “Verdad”. En el 2000 acudieron por primera vez, a su concierto de cierre, cuatro legendarios venezolanos integrantes de “Los Guaraguao”; uno escribió ese poema y lo hizo canción: el entrañable Luis Suárez.
No recuerdo si fue entonces o cuando repitieron presentación en el 2001; el caso es que almorzamos en un mercado, cerca de la citada casa de estudios superiores. Ineludiblemente, hablamos del sufrimiento de las víctimas de las atrocidades ocurridas antes y durante la guerra; también de la terca y conveniente negación oficial de verdad, justicia y reparación para las mismas en la posguerra. Le conté que anualmente en marzo –por Romero, Grande, los periodistas holandeses y tantas otras personas inmoladas por años durante ese mes– realizábamos diversas actividades, además de la velada artística final, con el objeto de sumar esfuerzos para multiplicar resultados en favor de aquellas y de la sociedad entera, a fin de enfrentar y neutralizar a quienes insistían restando y dividiendo.
Luis nos dejó físicamente el pasado sábado 21 de mayo. Pero quedó como legado esa valiosa balada, que continúa así: “Es importante hermano, hermana, que los niños de esta tierra no anden solos por las calles sin escuelas y sin hogar; sin amor, sin alegría, sin que se les enseñe a soñar…” Al igual que la de su autor, esta parte del texto me remite a otra pérdida personal y regional: la de Brigitte Loire. Dominica del Verbo Encarnado desde la década de 1970; francesa de nacimiento y mexicana por opción. Pintora, muralista, escultora, vitralista y docente en artes plásticas.
Esta grandiosa dulzura de mujer, enamorada de la niñez, colaboró con sus colegas integrantes de un solidario colectivo cultural en las exposiciones que –en el Centro de derechos humanos Fray Francisco de Vitoria– organizamos de 1984 en adelante como parte de las Jornadas por la vida, la justicia y la paz para denunciar la grave situación de derechos humanos en Centroamérica y México. También ilustraron, siempre, las ediciones de nuestra pionera revista mensual especializada. Esas fueron las semillas que germinaron después, en suelo cuscatleco, con el festival referido y otras iniciativas del IDHUCA. Brigitte partió este miércoles 25, pero nos dejó tanto. “Queremos ser centinelas –escribió– vibrantes de vida frente a la realidad cotidiana, frente a tanto grito y clamor y dolor… Centinelas de justicia y de paz… buscando la belleza, la compasión”.
Tuve la suerte de que me hiciera un espacio en su taller escuela para practicar humildemente mis trazos; a mí sin cobrarme, pero a quien tenía y podía sí pues con ese ingreso mensual contribuía mucho a sostener su casa conventual. Así esbocé la imagen de nuestro santo para el póster que, en ocasión del sexto aniversario de su magnicidio, me encargó otro obispo de lujo: don Sergio Méndez Arceo.
“Y entre hacer y hacer, los horrores de la guerra borrarlos no van a poder; y entre hacer y hacer, la dignidad del pueblo nadie la puede barrer”. Así continúa el canto del querido Luis. Al respecto, alguien señaló que es “la persona humana, esencialmente dotada de dignidad, la que articula, expresa e introduce el ‘deber ser’ de los valores en el mundo de la realidad en que vive”; solamente esta, desde esa su dignidad intrínseca, “es capaz de eso”. Fue Antônio Augusto Cançado Trindade, el gran jurista y humanista brasileño, quien lo plasmó en uno de sus tantos votos razonados para la Corte Interamericana de Derechos Humanos; al igual que “el Guaraguao” y Brigitte, se fue el domingo 29 pero nos dejó una enorme e invaluable fortuna: su sabiduría y generosidad.
Así resulta “importante hermano, hermana, la unidad en estos tiempos; que no te inyecten ese virus del ego y la división. Sumar es el camino hasta la multiplicación; siempre que busques al pueblo, tendrás la respuesta de su amor. Y entre hacer y hacer, cuando se siembran ideas se recoge el amanecer” pues “el futuro no existe, pero se puede sembrar”.