Nayib Bukele acaba de culminar sus primeros seis años de gobierno, el pasado 1 de junio, con alta aprobación de su gestión; dato respaldado en recientes encuestas.
La Prensa Gráfica, un medio tradicional y considerado de oposición por el Gobierno, revela a través de un estudio de su unidad LPG Datos, realizada entre el 12 y el 20 de mayo a 1,518 adultos, que la aprobación continúa en la cima con el 85.2 %, aunque ya se deja sentir un deslizamiento de 7.3 puntos respecto al cierre del primer mandato, que fue del 92.5 %. El retrato del estudio es claro: los más entusiastas son los jóvenes, los residentes del interior y los segmentos de ingreso medio.
En paralelo, el estudio de Cid Gallup, concluido el 26 de mayo pasado, llega a conclusiones convergentes: la imagen presidencial se mantiene por encima de la barrera del 80 %, con un porcentaje del 84 %. Dos encuestas distintas, dos metodologías ajenas entre sí, casi un mismo veredicto.
Que un medio percibido como opositor documente la buena salud política de Bukele subraya una paradoja: el mandatario ha hecho de la confrontación con la prensa y las ONG uno de los ejes de su discurso. El 1 de junio, al rendir cuentas ante la Asamblea en el Teatro Nacional, encadenó dardos contra “los supuestos defensores de la democracia” y el periodismo, justificando que “lo que hay son agendas y periodistas que responden a ellas, algunos con más descaro que otros”.
Lejos de erosionarlo, esa retórica parece reforzar la percepción mayoritaria de que la mano dura —simbolizada en la captura de más de 80,000 pandilleros— trajo una paz inédita, aunque los opositores hablan de asesinatos y torturas contra inocentes.
En otros temas, Bukele ha presumido el primer presupuesto “sin un centavo de deuda para gasto corriente”, ha anunciado que pronto habrá un Hospital Rosales modernizado, y que se está haciendo una inversión histórica en educación, con la construcción o remodelación de dos escuelas por día. Puntos que retratan su trabajo en la economía, salud y educación.
Sin embargo, en estos aspectos la población dista del discurso presidencial, según LPG Datos, reflejando una baja en la calificación del manejo en salud del 80.1 % en febrero de 2023, al 60.2 % en mayo de 2025. Además, una disminución del 80.4 % al 68.6 % respecto a la actualidad educativa. Y una baja del 24.3 % al 22.8 % en la calificación del costo de la vida.
Mientras, Cid Gallup da una ligera diferencia del panorama en dos de estos ejes. La calificación del costo de la vida aumentó del 66 % en 2024, al 70 % en 2025; y la educación de niños y jóvenes pasó del 26 % al 28 % en el mismo periodo. En cuanto a la salud, muestra una baja del 72 % al 64 %.
En términos generales, si algo enseñan las dos mediciones es la brecha entre percepción y relato. Mientras organizaciones y medios internacionales denuncian retrocesos democráticos, ocho de cada diez salvadoreños —según LPG Datos y Cid Gallup— se declaran satisfechos con la conducción del país. Ese respaldo popular se ha vuelto el escudo político del mandatario para enfrentar la presión externa y justificar políticas controversiales.