La zona turística del Boquerón en el Volcán de San Salvador tiene mala fama de que algunas bandas de ladrones viven del asalto a los turistas, y no son angelitos, asaltan revolver en mano y no se tocan el corazón a la hora de atacar a quien no ceda la cartera. El papá de un familiar, fue asaltado, por los bandoleros del Boquerón, que pusieron todo tipo de troncos y piedras en la calzada, al momento de detener el vehículo y de reclamar sus pertenencias, al ladrón no le bastó el botín y le descargó un balazo en el fémur al desafortunado señor que a Dios gracias no perdió la vida.
Otro caso, un grupo de amigos, llevaron a almorzar a otra amiga que había venido de Estados Unidos a un restaurante en el Volcán de San Salvador , bajando por la carretera con salida a Quezaltepeque, divisaron a tiempo la trampa de los ladrones en la calle, siempre piedras y troncos, pero el sagaz conductor esquivó la trampa, los rabiosos malhechores saltaron de los matorrales disparando al vehículo, que huyó a toda velocidad, al llegar a una gasolinera sobre la carretera en el municipio de Nejapa, el conductor se percató que cerca del tanque de gasolina había un impacto de bala, que pudo matar a un pasajero. En esa zona turística no hay que fiarse.
El caso del asalto del cineasta Jorge Dalton recientemente conmocionó al mundo cultural e intelectual de El Salvador y Latinoamérica, uno de los hijos del eterno poeta Roque Dalton (como diría Carlos Cañas Dinarte) que ha dado mucho a la cultura latinoamericana como al séptimo arte con sus producciones y documentales y como presidente de la Fundación Roque Dalton, cuyo caso tiene similitud a los desafortunados asaltos de la zona turística del Boquerón, gracias a Dios está fuera de peligro y se recupera, solamente el recuerdo y la mala pasada de que vivimos en una capital violenta y desigual.
Un maleante no andará preguntando si alguien es hijo de Roque, o si es hijo Gavidia, o si es nieto de Canjura, o tataranieto de Wenceslao Cisneros, porque la violencia es ciega e irracional, puede tocarnos a cualquiera y en cualquier momento; la criminalidad irracional puede acabar con la vida de buenos ciudadanos y brillantes profesionales, connotados deportistas, admirados artistas, pero lo grave es que la sociedad, olvide pronto, no reflexione, no enmiende, no prevenga.
La indiferencia de la sociedad ante la violencia social hace que el ciclo se vuelva a repetir, por décadas, mientras hombres justos mueren a manos de hombres bestiales cuyo aporte a la sociedad es nulo. Un malhechor nos privó de una promesa del fútbol, Nelson Rivera, becario de FESA, muerto en una gasolinera del Congo Santa Ana, lo mismo pudo hacer con Jorge Dalton pero gracias a Dios, Jorge está con vida y eso es suficiente. Todos somos Jorge, la violencia nos compete a todos, la solución también.