Una de las causas de la restauración neoliberal que está ocurriendo a nivel mundial es la incapacidad de muchos gobiernos progresistas de superar el fetichismo del Capital.
Detrás de toda victoria electoral de un partido de izquierda en las últimas dos décadas, se encuentra indudablemente la capacidad de estos partidos de haber transformado la indignación popular frente a los resultados del neoliberalismo (desigualdad, empobrecimiento, despojo de bienes comunes, deterioro de recursos naturales) en esperanzas de cambio hacia una sociedad radicalmente opuesta. Sin embargo, asistimos a la gradual derrota ideológica y política de muchos de estos gobiernos y al regreso de versiones “empeoradas” de gobiernos conservadores.
¿Por qué está ocurriendo esto? Un aspecto común de los partidos que encabezan a los gobiernos progresistas ha sido la ruptura entre el discurso y la práctica. Mientras sus discursos oficiales expresan sendas críticas contra el Capital y sus efectos negativos sobre la vida; sus políticas continúan orientándose al mantenimiento del “clima de inversión” que necesita el Capital nacional y transnacional para ampliar sus procesos de explotación de la clase trabajadora y/o la profundizar del despojo social de bienes comunes y recursos naturales (agua, tierra, biodiversidad).
En determinado momento, esta separación entre el decir y el hacer, les pasa factura: los sectores populares se distancian de los gobiernos y dejan de votar a partidos progresistas, en tanto que los sectores empresariales les amenazan con dejar de invertir y/o con eliminar fuentes de empleo, sí se atreven a llevar adelante cambios en favor de la clase trabajadora que disminuyan la rentabilidad de sus capitales. Al final, estos gobiernos quedan como moscas atrapadas en telarañas, y terminan perdiendo las elecciones frente a partidos conservadores que ponen en marcha reformas económicas que aumentan la explotación, la desigualdad y el despojo.
¿Cómo salir de la telaraña en donde el Capital mantiene atrapados a los gobiernos progresistas? Cualquier salida a esta trampa supone romper con el fetichismo del Capital y buscar un mínimo de autonomía frente a éste. La recuperación de empresas capitalistas y su transformación en empresas autogestionadas puede ser una posible vía para iniciar este proceso.
Las empresas recuperadas son empresas que fueron cerradas por sus propietarios y luego tomadas por las trabajadoras y trabajadores de la misma, quienes continúan operándolas bajo la modalidad de cooperativas de trabajo. En Argentina, 315 empresas han sido desde 2001 hasta la fecha, y hace menos de un año la Cámara de Diputados votó por la expropiación del icónico Hotel Bahuen de la avenida Callao de Buenos Aires. Desde 2008 trabajadores han recuperado decenas de empresas en los EEUU, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Túnez y Egipto emulando el modelo argentino.
Con la recuperación de empresas se ha contribuido a mantener las fuentes de empleo y se está desmitificando la creencia que la economía no puede funcionar sin capitalistas. Esto podría ser un comienzo para que en nuestro país se fortalezca la autonomía del gobierno y clase trabajadora frente a las extorsiones del Capital.