Parada frente a Catedral Metropolitana, a punto de entrar a la cripta donde se encuentra el cuerpo del beato Monseñor Oscar Arnulfo Romero, a Elizabeth Zelaya se le eriza la piel, da un suspiro y dice “esta misma reacción es la que me daba cuando oía las homilías de Monseñor en aquellos años cuando decía solo las verdades” y es que a 36 años de su martirio miles de salvadoreños aún lo siguen y el eco de sus palabras en contra de las injusticias aún resuenan.
Elizabeth tiene 60 años y cuenta que cuando mataron a Romero el 24 de marzo de 1980 fue un día triste para aquellos que siempre escuchaban con atención a sus palabras, mismas que según ellas lo llevaron a la muerte.
Romero fue asesinado en el 24 de marzo de 1980 un día después que llamara al ejército salvadoreño a desobedecer y a cesar con la represión del pueblo. "Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cesen la represión", fueron las palabras del ahora beato aquel 23 de marzo en su homilía.
Fue una bala certera y explosiva, calibre 22, la que le destrozó el corazón; el disparo lo hizo un francotirador contratado por el escuadrón de la muerte que comandaba el ya fallecido mayor Roberto D´Aubuisson, según consta en la investigación de la Comisión de la Verdad, auspiciada por Naciones Unidas (ONU), en 1993. D´Aubuisson fundó en 1983 el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), que fue partido de gobierno entre 1989 y 2009.
El caso de Romero, como el de muchos otros asesinado en la guerra, sigue en la impunidad gracias a la Ley de Amnistía promulgada en 1993, ya que la justicia salvadoreña quedó atada para procesar a los señalados por la Comisión de la Verdad.
La comisión, presidida por el expresidente colombiano Belisario Betancur, dio a conocer en marzo de 1993 el llamado Informe de la Verdad. Éste concluyó que "el exmayor Roberto D’Aubuisson dio la orden de asesinar al arzobispo" e instruyó a los miembros de su entorno, que actuaron como "escuadrón de la muerte" para que organizaran y supervisaran la ejecución del asesinato.
“No pudieron callar su voz”
Para muchos pese a su asesinato sus palabras aún tienen vigencia en la realidad actual y aseguran, al igual que el sacerdote Trinidad de Jesús Nieto, Coordinador del Comité Nacional Monseñor Romero, que si aún viviera su mensaje “sería de denuncia, contra la violencia en los barrios y cantones, donde solo el pueblo más pobre la sufre”.
Por su parte el secretario de la Presidencia, Eugenio Chicas, señaló en sus redes sociales que hace 36 años quisieron callar su voz con disparos. El beato Romero de América vive en el corazón del pueblo salvadoreño", escribió.
Esmeralda Lemus, una docente universitaria, señala que las palabras de Romero “siguen vigentes, primero, porque están enfocadas a una realidad que sigue sin variar mucho en El Salvador. Sigue habiendo opresión, sigue un mínimo sector de la sociedad aprovechándose de la mayoría y en segundo lugar porque están basadas en la proyección del Evangelio, el cual sigue siendo aplicable”.
Para la feligrés católica, Cristina Rodas, algunos no entendieron sus palabras y las politizarán causando mayor división, a pesar que Romero pidiera en la homilía del 6 de enero de 1980 que no lo consideraran “juez o enemigo. Soy simplemente el pastor, el hermano, el amigo de este pueblo".
“El pedía la paz, el pedía el cese de la guerra, el criticaba el abuso y las injusticia por parte de los dos bandos. Lo que pasa que la gente no lo entendió y la gente misma fue la que lo politizó, no fue él, unos lo usaron para beneficio suyo y otros para hacerlos añico”, dijo Rodas.
José Inocencio Alas o mejor conocido como “Chencho Alas”, conoció a Romero cuando era sacerdote en San Miguel, durante la década de los 60 y 70, señaló en ocasión anterior a ContraPunto que el beato siempre luchó con sus mensajes por el cese de las injusticias.
“No es cuestión de que si Romero fue revolucionario o no, si fue de izquierda o derecha, sino que había opresión en el pueblo y Romero pidió el fin de toda esta violencia (“¦) Romero no murió por ser un santo contemplativo, sino por la defensa de los más desprotegidos”, señaló.
Conmemoran la muerte del beato
Monseñor Romero fue beatificado por la iglesia Católica el 23 de mayo de 2015 en un evento celebrado en la capital salvadoreña. Fue el papa Francisco quien firmó el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos en el que declaraba que el martirio del arzobispo fue motivado por odio a la fe que profesaba.
El legado de Romero en defensa de los derechos humanos durante el conflicto armado salvadoreño ha sido reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y por esa razón declaró el 24 de marzo como la fecha en que se enfatiza el derecho a la verdad que tienen las víctimas de violaciones a estos derechos.
"Debemos hacer un compromiso de fe, un compromiso de esperanza, un compromiso por El Salvador, comprometernos con el beato Romero de que vamos a hacer todos los esfuerzos, que nos vamos a unir, que vamos a trabajar para que este país siga siendo una nación de prosperidad y que alcance su paz y su tranquilidad", dijo el presidente Salvador Sánchez Cerén.