El país ardería si otro presidente hubiera decidido regalar los tiempos fiscales, a los que el gobierno federal tiene derecho, a las televisoras y radios del país. Ahora no pasa nada.
La decisión del presidente ocurre en el momento más grave del Covid-19. La ciudadanía está centrada en ese problema viendo como evita contagiarse y resuelve su situación económica.
Todo indica, que, de manera perversa el presidente midió los tiempos, para que su regalo pasara desapercibido y tuviera poco impacto en la sociedad.
La decisión del presidente, dicen ARTICLE 19 y Fundar, atentan contra la difusión de la información de interés público. Los tiempos fiscales son una oportunidad del Estado, no solo del Poder Ejecutivo, para informar a la ciudadanía sin tener que comprar espacios de publicidad.
En sentido contrario de lo que argumenta el presidente lo que se puede prever es que necesariamente la medida, con el tiempo, derive en un mayor gasto en publicidad oficial y esto se agrava cuando no existe una ley que fije criterios claros, transparentes y objetivos, para la asignación de los recursos públicos.
La decisión del presidente, sin consulta previa, solo porque él lo quiere o tiene compromisos no confesados con sus amigos de las televisoras y radios prueban de manera contundente que en la relación entre los medios y el poder sigue presente, eso no ha cambiado, la arbitrariedad y la opacidad.
En la actualidad los tiempos fiscales le otorgan al gobierno federal tiempos gratuitos en la radio y televisión, para transmitir sus mensajes. Y éstos en tiempos electorales se entregan al Instituto Nacional Electoral (INE), para que los partidos se anuncien sin tener que comprar espacios publicitarios.
Algunas preguntas que surgen con la medida: ¿En adelante el gobierno pagará a las televisoras los mensajes que quiera difundir? ¿Se va a cambiar la ley electoral, para que los partidos, otra vez, puedan comprar espacios de publicidad en la televisión y la radio?
Eliminar los tiempos fiscales es un claro retroceso de algo que se había ganado en el pasado y que se traduce en el empoderamiento de los dueños de las televisoras y las radios, que, por cierto, son buenos amigos del presidente.