martes, 16 abril 2024

Referéndum de clase polí­tica, esperanza del pueblo salvadoreño

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El electorado salvadoreño le ha dado un finiquito a la clase polí­tica salvadoreña con los resultados de las elecciones.  Si bien Nayib Bukele supo interpretar la bancarrota en que se encontraban los tradicionales partidos de izquierda y derecha (FMLN y ARENA) y aglutinar un movimiento que cambió irreversiblemente la correlación de fuerzas, el pueblo salvadoreño hizo lo suyo y debe continuar luchando durante y después de su gobierno.  Fue el pueblo quien convirtió la elección presidencial en un referéndum de su clase polí­tica.

Como resultado de los comicios electorales del 3 de febrero de 2019, tanto la prensa  tradicional como todo el aparato ideológico y los desfasados politólogos-pago de la clase polí­tica, que surgieron de la negociación de la guerra, colapsaron.  Salvador Samayoa, el intelectual más representativo de la clase polí­tica, tipificó de berrinche, la organización del pueblo.  Una nueva forma de hacer polí­tica surge desde los hogares de salvadoreños que dentro y fuera del paí­s se informan, debaten, se educan, se convocan, se orientan y se organizan desde un teléfono.  Nuevas Ideas no le ganaron a uno, ni a dos ni a tres partidos, sino que barrió a toda la clase polí­tica con tecnologí­a y fondos de sus miembros tanto del interior como del exterior del paí­s.

La incredulidad del avance de las comunicaciones, su pobre formación histórica, polí­tica, ideológica y tecnológica, postran ahora a los dos partidos principales de izquierda y derecha, cuyo féretro incluye a sus anacrónicos medios de comunicación y séquito de intelectuales.  El menosprecio a la juventud y pavor al candidato Nayib Bukele, la religión de sus ancestros, su audacia y su estilo, los hizo creer sus propias mentiras.  Desde los cuentos de principitos, hadas madrinas y brujas con manzanas, hasta las patrañas legislativas y judiciales, no fueron suficientes para detener a un pueblo cansado del saqueo y promesas demagógicas.  Si hubieran coincidido las elecciones de alcaldes y diputados, quizá tendrí­an que haberse ido hasta del paí­s en la primera caravana como los desterrados por sus polí­ticas.

La ebriedad del incipiente y frugal poder de la izquierda que gobierna y la prepotencia de la derecha que ha manejado el paí­s a su antojo por casi dos siglos, les hizo menospreciar la capacidad del pueblo salvadoreño, que más de una vez han defraudado y masacrado en búsqueda de la justicia por la ví­a pací­fica.  La indiferencia y negligencia con la que han gerenciado y hasta celebrado la marginación y el destierro de casi dos millones de sus coterráneos les pasa una cuenta. Aunque el resultado de las elecciones no los aniquila, el empoderamiento del pueblo promete desaparecer a ARENA y FMLN del espectro polí­tico.  La esperanza de parasitar con sus familiares y amigos en los curules de los órganos del estado recibiendo salarios del erario público está condenada a fenecer también. El escrutinio y movilización posible en las redes sociales no lo permitirá.

Es posible una recomposición temporal de la actual clase polí­tica, pero no durarí­a mucho sin tino.  La concientización de su poder, nutren y dinamizan la agenda del pueblo salvadoreño.  No es extraño que oportunistas parásitos tomen posición y repitan lo que otrora los hoy derrotados hicieron con nuevos gobernantes, haciendo monte púbicos infestado de sus administraciones.  El encarcelamiento y la persecución judicial de dos expresidentes son acciones de su época, no accidentes ni gustitos del órgano judicial.  La tecnologí­a hace ahora posible el conocimiento, monitoreo y evaluación de las funciones y abusos del ejercicio del poder del estado.  En los setentas, le tomó al pueblo una década para organizar una guerra.  Esta vez el pueblo se organizó en menos de dos años para ganar en una elección.  No solo la espiral del desarrollo del pensamiento se ha reproducido sino también la organización de protestas, insurgencias e insurrecciones es cada dí­a más ágil y efectiva.

Ojala que la inteligencia, audacia y osadí­a que demostró Nayib Bukele durante su campaña le ayuden para cumplir sus promesas y este pueblo no tenga que darle la espalda como se la dio a Funes y a Sánchez Cerén.  No obstante muchos de sus proyectos van a requerir de la aprobación de la asamblea legislativa, actualmente dominada por ARENA-FMLN, el presidente electo cuenta con el apoyo del pueblo que se ha sabido movilizar durante su saga.  Ojala y el pueblo retome la responsabilidad de recordarle al mandatario y apoyar el cumplimiento de sus promesas, como Nayib lo expresó en su primer discurso como presidente electo.  Esperemos que las bases redimibles y pensantes de los partidos derrotados sepan sumarse al esfuerzo de un pueblo por darse un mejor futuro.  Ante la distopí­a que crearon los depredadores del erario público, antepongamos una utopí­a propia del pueblo salvadoreño!

La reestructuración y revitalización de la clase polí­tica pasa por el fortalecimiento de sus partidos desde sus bases a su representación en la actual asamblea legislativa. Si siguen el pésimo rol perturbante de oposición de ARENA en los últimos diez años o de banquete como el del FMLN, GANA, PCN y PDC, la actual tenencia de la asamblea será la antesala de su cárcel o exilio.  No se debe creer que la privatización de todas las funciones del estado, incluyendo la de seguridad y fiscalización, sea una solución.  El neoliberalismo no ha solucionado los problemas de los pueblos.  Ha sido la privatización de la seguridad que ha armado al paí­s y ha reducido su territorio gobernable.  El crimen organizado es una organización paralela al estado, conspiración que está en sus filas, no simplemente en las pandillas que parecen ser albo eternamente útil en las campañas electorales.

Es necesario desatender el cacareo irresponsable de pseudo economistas y otros intelectuales que miden el progreso del paí­s con las ganancias de la oligarquí­a, llamándolo “crecimiento económico,” y poniéndolo como meta.  Para que El Salvador progrese es imprescindible el desarrollo humano, como el desarrollo mismo de los militantes de los partidos que ostenten dirigirlo.  Urge un plan de paí­s, pero no solo con la visión de Francisco de Sola, Salvador Samayoa y David Escobar Galindo, sino con participación popular en su elaboración.  Los nuevos gobernantes deben retomar lo bueno de los anteriores y resolver los problemas que estos generaron, como la privatización de funciones estatales y el destierro.

Cambios estructurales como romper con la dependencia agroexportadora y el destierro de compatriotas como polí­tica económica, son posibles.  El respeto irrestricto a la mujer, como eje del núcleo familiar, es no solo posible sino,  urgente.   Es también necesaria la integración del aporte de los hermanos entrañables, y no lejanos, que financiaron gran parte de la movilización de Nuevas Ideas desde Washington, New York, Los íngeles, San Francisco y muchas otras urbes.   Es posible no solo recolectar el aporte económico de los empresarios en el extranjero, como Luis Reyes, Salvador Zelaya y otros, sino integrar su visión su amor por sus coterráneos que sufren en El Salvador en un nuevo gobierno.  Es posible erradicar el destierro.   Bukele reconoció el potencial de los salvadoreños en el exterior,  en el Hotel Hilton y restaurante Lauriol Plaza en Washington, cuando estos le organizaron sus primeros eventos monumentales en el exterior, y ofrecieron apoyar su saga hacia la presidencia.  Ojala los activistas del exterior le acompañen en la victoria y le ayuden a implementar sus polí­ticas.

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Mauricio Alarcón
Mauricio Alarcón
Columnista Contrapunto
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