No es ninguna novedad decir que el FMLN ha perdido toda conexión con la realidad salvadoreña. El estupor de las dos victorias electorales que los mantuvieron en el poder desde 2009 les nubló la mente. Empezaron a exigir aplausos por cada firma estampada y a demandar confianza por cada frase dicha. Y ahora que es momento para que sus líderes reaccionen, parece que no se han dado cuenta que hace tiempo les desconectaron el micrófono, mientras seguían cantando la misma canción.
La reconstrucción de su identidad como partido político (así dicho) de izquierda debería ser un proceso encabezado por una comitiva de “abogados del Diablo” que con ojo crítico identifiquen los errores de los actuales líderes y encaminen acciones para enmendarlos y prevenirlos a la siguiente directiva.
Sin embargo, la reacción tras la derrota electoral parece ser la opuesta: enfrascarse en la ortodoxia de un discurso opositor estéril y desconectado del sentir de la población.
¿Con qué solvencia exigen “fidelidad” a sus bases si ellos mismos han sido incapaces de sostener en acciones su propio discurso?
Las voces heterodoxas deben ser escuchadas y fomentadas. ¿Cómo pretenden ser estandartes del cambio y el progresismo si ellos mismos han sido incapaces de fomentar esos principios al interior del partido?
La crítica interna, la asunción de los errores y el relevo generacional y de principios ha sido siempre el camino que no quisieron ver. Y en este caso, la ideología no fue el problema, sino ignorar deliberadamente las señales que en su momento debieron encender las alarmas de la cúpula, asumiendo que todos los que no estén de acuerdo con ellos buscan desacreditarlos y atacarlos.
Deben aceptar que los grandes hitos de la lucha ideológica perdieron su significado para esta nueva generación de salvadoreños. Las etiquetas de “derechista” o “izquierdista” carecen de valor, quizá porque tras verlos gobernar, no hubo muchas diferencias.
La limpieza de nombres en el FMLN no debía hacerse en su padrón de militantes, donde más de 1,700 miembros fueron purgados por “traicionar” al partido dando su firma para la inscripción de Nuevas Ideas.
La cacería de nombres debía hacerse en la cúpula y todos sus grupos de poder, en las listas de diputados que buscan reelección, en los ministerios que contratan a familiares de funcionarios deliberadamente, en las listas de líderes y representantes involucrados en casos de corrupción. Allí están los culpables de su debacle. Ahí están los que se deben ir.
Aun así, el FMLN sigue tratando de pescar en río y con machete… y con cada machetazo termina por cortarse más los pies.