CAMBRIDGE ““ Dada la creciente desigualdad económica en Estados Unidos, muchos observadores podrían suponer que a los norteamericanos les gustaría reducir las diferencias de ingresos instituyendo un sistema tributario más progresista. Esa suposición sería equivocada porque, en diciembre, el Congreso de Estados Unidos sancionó un proyecto de ley tributario radical que, al menos en el corto plazo, beneficiará desproporcionadamente a los hogares de mayores ingresos.
A pesar de la creciente brecha de ingresos en su país, el respaldo de los norteamericanos a la redistribución, según la Encuesta Social General, se ha mantenido sin cambios durante décadas. Quizá John Steinbeck lo tenía claro cuando supuestamente dijo que "El socialismo nunca echó raíces en Estados Unidos porque los pobres no se ven a sí mismos como un proletariado explotado sino como millonarios temporalmente avergonzados".
Para quienes creen que una sociedad debería ofrecerles a sus miembros una igualdad de oportunidades, y que cualquiera que trabaja mucho puede ascender en la escalera socioeconómica, la redistribución es innecesaria e injusta. Después de todo, sostienen los que defienden la igualdad de oportunidades, si todos comienzan en el mismo punto de partida, un mal resultado puede deberse a los propios traspiés de un individuo.
Esta visión se aproxima a la de una mayoría de los norteamericanos. Según la Encuesta Mundial de Valores, el 70% de los norteamericanos cree que los pobres pueden salir de la pobreza por sus propios medios. Esto contrasta marcadamente con las actitudes en Europa, donde sólo el 35% piensa así. En otras palabras, la mayoría de los europeos consideran que los pobres son desafortunados, mientras que la mayoría de los norteamericanos los consideran indolentes. Esta puede ser una razón por la que los países europeos respaldan transferencias de bienestar más generosas -y más costosas- que Estados Unidos.
Los norteamericanos tienen opiniones profundamente arraigadas y optimistas sobre la movilidad social -opiniones que se sustentan en la historia estadounidense, y que están reafirmadas por relatos de inmigrantes harapientos devenidos ricos-. Pero hoy, las creencias de los norteamericanos sobre la movilidad social se basan más en el mito que en los hechos.
Según una investigación por encuestas que realizamos y analizamos recientemente junto a un grupo de colegas, los norteamericanos estiman que entre los niños en el segmento de ingresos más bajos, el 12% llegará al segmento superior cuando se retiren. Los norteamericanos también creen que, con esfuerzo, sólo el 22% de los niños que hoy están en la pobreza seguirán allí de adultos.
Las cifras reales son 8% y 33%, respectivamente. En otras palabras, los norteamericanos sobreestiman la movilidad social ascendente y subestiman la posibilidad de permanecer atascado en la pobreza durante generaciones. También creen que si todos trabajaran mucho, el Sueño Americano del éxito conseguido con esfuerzo propio se acercaría más a la realidad.
Los participantes europeos son más pesimistas sobre la movilidad: a diferencia de los norteamericanos, sobreestiman las posibilidades de permanecer en la pobreza. Por ejemplo, los participantes franceses, italianos y británicos dijeron, respectivamente, que el 35%, el 34% y el 38% de los niños de bajos ingresos seguirán siendo pobres, cuando los porcentajes reales son 29%, 27% y 31%.
Las opiniones sobre la movilidad social no son uniformes en todo el espectro político o en todas las regiones geográficas. Tanto en Estados Unidos como en Europa, por ejemplo, la gente que se considera "conservadora" en cuestiones de política económica cree que existe igualdad de oportunidades para todos los niños, y que la economía de libre mercado en su país es justa.
Sucede lo contrario con quienes se consideran económicamente "liberales". Esa gente está a favor de la intervención del gobierno, porque cree que, si se los deja a su libre albedrío, los mercados no garantizarán justicia y pueden inclusive generar más desigualdad.
Un patrón aún más sorprendente es que los norteamericanos son excesivamente optimistas respecto de la movilidad social en partes del país donde la movilidad real es baja -entre ellos, estados del sudeste como Georgia, Alabama, Virginia, Carolina del Norte y Carolina del Sur-. En estos estados, los participantes creen que la movilidad es más de dos veces superior de lo que realmente es. Por el contrario, los participantes subestiman la movilidad social en los estados del norte -entre ellos Vermont, Montana, North Dakota, South Dakota y Washington- donde es más alta.
Como parte de nuestro estudio, compartimos datos sobre la estratificación social en Europa y Estados Unidos con nuestros participantes. Descubrimos que quienes se definían a sí mismos como liberales y conservadores interpretaban esta información de manera diferente. Frente a información pesimista sobre la movilidad, por ejemplo, los liberales respaldaban aún más las políticas redistributivas, como la educación pública y la atención médica universal.
Los conservadores, por el contrario, se mantuvieron indiferentes. Si bien reconocían que la baja movilidad social es económicamente limitante, se mantuvieron tan adversos a la intervención gubernamental y a la redistribución como antes de que compartiéramos con ellos los datos.
Parte del motivo para la reacción de los conservadores, a mi entender, es la desconfianza. Muchos conservadores sienten por el gobierno un profundo desprecio; sólo el 17% de los votantes conservadores en Estados Unidos y Europa dicen que confían en los líderes políticos de su país. El porcentaje de conservadores con una visión general negativa del gobierno era del 80%; entre los liberales, se acercaba al 50%. Es más, un alto porcentaje de conservadores dicen que la mejor manera de reducir la desigualdad es bajar los impuestos a las empresas y a la gente.
Pero la sospecha del gobierno también puede surgir de la idea de que los sistemas políticos son amañados, y que los políticos no pueden o no quieren mejorar las cosas porque pasaron a estar "capturados" por intereses enquistados, sumidos en un atolladero legislativo o estancados por la burocracia. En resumen, cuando los conservadores escuchan que la movilidad social es más baja de lo que pensaban, creen que el gobierno es el problema, no la solución. Como observó J.D. Vance en su memoria de 2016 Hillbilly, una elegía rural, muchos en la derecha norteamericana hoy creen que "no es nuestra culpa si somos perdedores; es la culpa del gobierno".
Podemos estar tan polarizados en Estados Unidos y Europa que, después de recibir la misma información, respondemos de maneras opuestas. La izquierda querrá más gobierno y la derecha querrá menos. Claramente, la realidad no es tan nítida. Pero lo que sí es claro es que las opiniones de la gente sobre la movilidad social tienen tanto que ver con la ideología y con la geografía como con sus circunstancias.
Stefanie Stantcheva es profesora adjunta de Economía en la Universidad de Harvard.
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