lunes, 15 abril 2024
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¿Por qué defender los avances del paí­s?

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No gozo de ningún tipo de subsidio del Estado a la energí­a, servicio de agua o gas. Gozo del subsidio estatal al transporte colectivo cada vez que abordo un bus. Sí­ contribuyo con el pago de mis impuestos al mantenimiento de la red vial y construcción de obras de mitigación de riesgos en comunidades que quizá nunca visitaré y que beneficiará a gente que quizá nunca conoceré.

No uso el servicio público gratuito de salud decretado en junio de 2009, sólo utilizo el seguro social como trabajador cotizante. Sí­ gozo de la disminución de los precios de medicamentos a partir de la ley aprobada en 2012 que regula los mismos. Antes de aquel año a aquellos gobiernos no les interesó jamás eso.

No gozo de uniformes, útiles, zapatos, alimento que brinda el servicio público de educación a toda la niñez y adolescencia salvadoreña. No he recibido ni usado ninguna mini computadora que el gobierno ensambla en el paí­s y entrega a las escuelas públicas. No gocé ni accederé a la gratuidad en la Universidad de El Salvador.

No formo parte de la población alfabetizada en estas administraciones. No recibo pensión o ningún apoyo temporal al ingreso. No he recibido ningún tí­tulo de propiedad de la tierra por parte del gobierno.

No he recibido ningún paquete agrí­cola para subsistencia. Ni he recibido paquetes agrí­colas para paliar la sequí­a en el oriente del paí­s. No formo parte del desarrollo cientí­fico de semillas originales, orgánicas, salvadoreñas.

No recibo apoyo que el gobierno ofrece a las mujeres en Ciudad Mujer. Ahora el Estado por ley protege a las mujeres de la violencia de género. No recibo beneficio alguno del actual sistema de pensiones privadas, mi ahorro se esfumará rápido.

No gozo de ningún programa gubernamental de estí­mulo a la micro y pequeña empresa. No gozo de ningún programa de estí­mulo al desarrollo de inversión turí­stica. No participo en ningún programa de prevención de violencia en las comunidades vulnerables ni de recuperación de espacios públicos.

No participo del crecimiento económico registrado en la última década. El aumento al salario mí­nimo no me beneficia.

Contrario a eso, con mis impuestos contribuyo a financiar todo lo anterior. La gran mayorí­a de cosas hechas por los gobiernos en la última década no me benefician directamente a mí­, sino a los más pobres. Para llegar a este punto de la historia se tuvo que empujar duro para ver el paí­s que tenemos.

Comprendí­ que el bienestar de los demás es el de uno mismo. Cuando los demás están mejor, todos estamos mejor. Por eso soy inmensamente feliz cuando veo en las calles a los niños/as con sus uniformes, útiles y zapatos todos los mediodí­as. Soy inmensamente feliz cuando le digo a alguien que ya puede ingresar en la Universidad gratuitamente. Soy inmensamente feliz cuando le digo a alguien que la cobertura médica del Seguro Social se ha aumentado de 4 a 12 años para los hijos e hijas de los trabajadores/as cotizantes.

Soy inmensamente feliz al ver las caras de asombro de las familias que visitan el parque “El Principito” o se toman fotos en el “Paso del Jaguar”. Soy inmensamente feliz cuando los sindicatos y la oposición polí­tica e ideológica protestan por todo y por nada porque no serán reprimidos violentamente por el gobierno así­ como fuimos reprimidos nosotros/as hasta 2009.

Soy feliz cuando la oposición de derechas y el ministerio público usan la ley de acceso a información pública aprobada en marzo de 2012 para escrutar al gobierno y al Estado, porque la opacidad en el ejercicio público les era casi natural cuando gobernaron este paí­s. Casi nadie hablaba de “transparencia”, ni en los medios tradicionales ni en ninguna parte.

Soy inmensamente feliz cuando veo mujeres sonrientes salir junto a sus familias de hospitales públicos con sus bebes en brazos, sin haber pagado un sólo centavo. Y soy feliz cuando explico que el paí­s ahora dispone de más del doble de establecimientos de Salud respecto a lo que existí­a en 2009. Soy feliz explicando que 99 de cada 100 niños/as nacen en hospitales públicos en El Salvador y que eso ha contribuido a la disminución de la mortalidad materna y neonatal. Y soy más feliz cuando explico a la gente que ahora el paí­s tiene su propio centro nacional de radioterapias, completamente gratuito para las familias, para tratar el cáncer. También soy feliz cuando explico que ahora el paí­s posee un centro oftalmológico nacional gratuito y el seguro social está por inaugurar un hospital para el oriente del paí­s, además de inaugurar próximamente su propio centro de atención pediátrica para atender a los hijos e hijas de los trabajadores cotizantes.

Por supuesto que falta todo por hacer. No vivo en el paí­s de las maravillas. No dejaré de señalar lo que a mi parecer son desaciertos en el camino de la recuperación del atraso provocado por el neoliberalismo que redujo el rol del Estado para favorecer intereses corporativos en detrimento de los derechos de los salvadoreños/as.

Recuerdo perfectamente cómo era El Salvador antes de 2009 y en ello encuentro la razón para defender los avances del paí­s.

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Herbert Vargas
Herbert Vargas
Colaborador

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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