Antonio Rodríguez, conocido popularmente como “Padre Toño” de nacionalidad española y acento marcado, ha vivido 17 años en El Salvador con experiencias que lo han convertido según él en más salvadoreño que ningún otro.
De la orden Pasionista de la Iglesia Católica, el padre Toño se vio involucrado en agosto de 2014 en un escándalo que trascendió de lo legal a lo privado. El entonces fiscal general, Luis Martínez, divulgó con jefes y allegados del sacerdote llamadas telefónicas privadas del religioso, con el fin, según afirma Antonio, de chantajearle y obtener una confesión.
La Fiscalía General de la República (FGR) lo acusaba de Tráfico de influencias, por introducir ilícitos a centros penales y agrupaciones ilícitas. Dos años más tarde, en agosto de 2016, la FGR determina que la divulgación de los audios hecha por Martínez es ilegal según el artículo 34 de la Ley de Intervención de Telecomunicaciones.
Por lo que el pasado 26 de agosto, el padre Toño demandó al exfiscal por dicha divulgación. Actualmente el Juzgado Primero de Paz de San Salvador ordenó prisión provisional contra Luis Martínez, quien también es acusado por otros delitos en el denominado caso Martínez-Rais.
Dos años después, el padre Toño está por cumplir la condena de medidas sustitutivas a la que se le condenó por la confesión. Actualmente está por terminar un máster en Conflictología en la Universidad Abierta de Cataluña. Ha viajado como invitado a algunos países como Alemania, Italia, España y varios países de América Latina.
Dice que en El Salvador ha estado estudiando, siendo consultor particular y cómo él expresa “dando cursos y talleres para sobrevivir”. “Uno aprende a saber quiénes y dónde están tus amigos”.
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¿Supo usted en el momento de las acusaciones que haber divulgado esas llamadas era ilegal?
Yo me di cuenta cuando ya salí preso a través de un artículo del periódico El Faro que había una ilegalidad. En el primer momento yo sabía que me iba a generar ciertas complicaciones en otros ámbitos de mi vida. No tenía la salud mental para pensar en algo que no sumaba ni restaba a mi proceso.
¿Pensó en denunciar esa ilegalidad?
En aquel momento me di por vencido porque vi que no había en la institucionalidad que era de él (Luis Martínez) capacidad para poder hacer eso. Preferí no hacerlo, no era el momento. Me resigné y sabía que iba a llegar el momento con las condiciones. Una nueva Fiscalía, un nuevo concepto de país, nueva justicia y ya tenía yo los elementos necesario como la persecución de la iglesia, el Bullying, el abuso, el proceso psicológico como elementos probatorios para sustentar el proceso.
¿Cómo reaccionaron sus superiores tras escuchar los audios puestos por la Fiscalía de forma ilegal?
Lo primero que me dijeron era que me fuera y no regresase nunca más a El Salvador. Pero no sabían que yo debía responder ante un juez de vigilancia. Fui citado en noviembre de 2014 a presentarme ante un juez de vigilancia para darle seguimiento a medidas que se me impusieron en las sentencia.
Tuve que regresar al país a firmar cada dos meses. Tenía que buscar trabajo y me costó encontrar trabajo. En entrevistas de trabajo me sentí estigmatizado y vi que no tenía mucha cabida en ciertos espacios laborales. Renuncié al Servicio Pasionista y al servicio religioso por recomendación médica; yo necesitaba sanar y regalar el perdón.
En la Iglesia todo se quiere callar y mantener en la impunidad. En la Iglesia no somos muy finos con las víctimas. Somos muy moralistas, de mantener imagen, orden, generando un ocultamiento y silenciamiento.
¿Usted sigue siendo sacerdote?
Jurídicamente sí, aunque en este momento no estoy ejerciendo. Es un sacramento que imprime carácter. Pero creo que hay muchas formas de ser sacerdote. Dios es más que una iglesia y más que una religión. La iglesia debe dejar de sentirse una iglesia de faraones como a veces lo es y nos trata.
El padre Toño en la audiencia por los cargos en su contra en 2014. Foto/Archivo ContraPunto
Si bien es probable que su condena haya sido a raíz de una ilegalidad ¿Confesó usted haber cometido los ilícitos por los que lo condenaron?
En el proceso es como que te ponga una pistola. Habría que evaluar hasta qué punto uno se siente obligado o en libertad. Yo estuve en un momento delicado con mi salud, el impacto psicológico y encima no sabía para dónde tirar. Yo no he ocultado que en mi trabajo tenía relación con todas las pandillas.
Yo siempre he creído en el diálogo y no son grupos fáciles de platicar. La gente que nunca ha trabajado con ellos puede hablar, pero me parece que hablar desde la gradas viendo el toro correr no es lo mismo que el que está toreando a los toros. El problema de país no lo he visto desde la Escalón, San Benito, la Asamblea Legislativa o Casa Presidencial, yo lo he vivido como lo vive la gente pobre y sencilla.
¿Cuál es su opinión de Luis Martínez?
No tengo nada contra él. Fue un funcionario que lo quiso hacer de la mejor manera. Creo que hay muchos funcionarios que los traiciona esa prepotencia y esa soberbia. En estos últimos días ha bajado ese perfil de soberbia. Cuando el poder te bota, te enloqueces porque no sabes qué hacer. Me parece que debe asumir su responsabilidad porque todas las decisiones en la vida traen consecuencias.
Él tomó decisiones bien o mal, le avisaron que era un delito y él reiteró la orden, entonces, de toda decisión viene una consecuencia y debe asumir responsabilidad.
¿Cómo ve el cambio en la filosofía de la Fiscalía por el nuevo fiscal general?
Yo me alegro. Ojalá que empezando por la Fiscalía, así sea todo el Estado. Vemos una Asamblea Legislativa despiadada, indisciplinada, con excesos y con problemas serios de Estado. Debemos creer en el Estado y luchar porque sea independiente que no lo usen como la finca porque cuando llega un ministro o funcionario vemos comportamientos que parecen patrones de finca o señores feudales.
Tienen una visión de nobleza donde nos tratan como vasallos. Tenemos un Estado muy medieval. Para mí la Fiscalía está dando signos muy importantes de independencia. Los tiempos en los que huyo con mis cosas se están acabando. Están las redes sociales, medios de comunicación, la gente tiene más capacidad de denuncia y menos miedo.
¿Qué afectaciones tuvo a raíz de las acusaciones en su contra?
Hay muchas afectaciones. Primero un impacto psicológico y un abuso. Cuando en la vida hay abuso, hay implicaciones de carácter psicológico.
En segundo lugar yo perdí mi trabajo. Tuve que renunciar como director del Servicio Social Pasionista porque la Iglesia comenzó no a escucharme sino a generar un proceso de “bullying”, de acoso moral, persecución; está haciendo algo despiadado, inhumano y antievangélico con poca capacidad de misericordia.
Luego los daños morales por el estigma que genera este proceso. Se me complicó la diabetes por el tema emocional. Me sentía acosado por una institucionalidad que fue más allá de lo que tenía que haber ido.