viernes, 20 septiembre 2024
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Otro “Premio Nobel” de Economía sobre el asunto de la pobreza

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A diferencia de los demás Premios Nobel entregados por la Real Academia de las Ciencias de Suecia, el premio entregado en el ámbito de la Ciencia Económica es otorgado por el Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel. Lo cual es muy bizarro, en el sentido anglosajón de la palabra.

Pero bien, este año, los ganadores del reconocimiento fueron Abhijit Banerjee y Esther Duflo del Instituto Tecnológico de Massachusetts y Michael Kremer de la Universidad de Harvard, todos ellos galardonados por sus contribuciones a la Economía del Desarrollo en “descubrir” el nexo práctico que existe entre la reducción de la pobreza y el acceso a la educación, salud y otra batería de programas sociales.  Esta visión de desarrollo y su nexo con la reducción de la pobreza se enmarca en la ruta crítica desarrollada previamente por Amartya Sen y Dani Rodrik sobre el enfoque de capacidades y competencias, que, a su vez, es base teórica del enfoque de los Objetivos del Desarrollo de Naciones Unidas.

Reconocer lo avances de nuestro cada vez más sofisticado entendimiento sobre la pobreza es loable, cada día nos hacemos más y más expertos en torno a la pobreza: cómo medirla, como diseñar políticas para paliarla, como atenuar sus efectos nocivos sobre el desarrollo, como describirla en su “multidimensionalidad”, etc., etc. Sin embargo, como disciplina, seguimos fallando en dos perspectivas claves e íntimamente relacionadas: 1) cómo erradicar la pobreza, y 2) porqué erradicar la pobreza.

¿Cómo erradicar la pobreza?

El primer elemento elude  a los más sofisticados instrumentos teóricos porque se entiende a la pobreza como un fenómeno abstracto unilateral. Entendemos claramente a la pobreza como una situación de carencias: carencia de educación, de salud, de servicios básicos, etc., pero eso es todo. De hecho es impresionante nuestra limitada y unilateral concepción de las carencias, lo vemos casi este fenómeno como un castigo divino, como una falla de Gobierno o una condición generada por un “shock” externo al modelo de carencias. No nos interesa su vínculo interno con otras dimensiones que operan y mueven el fenómeno; y ese es precisamente el problema. La pobreza para poder ser entendida debe avanzar en su entendimiento a un segundo momento: el dialéctico, porque pobreza es contraparte-negación de riqueza, riqueza y pobreza son dos caras extremas de una misma realidad y se mueven de uno a otro negándose continuamente, y ello deviene en un tercer momento: la desigualdad.  Negar este hecho, es negar la realidad que unifica el todo en una realidad sistémica, y nos contentamos con comprender el fenómeno aislado de su movimiento histórico y social.

¿Porqué erradicar la pobreza?

Si tenemos la ruta, los instrumentos, la receta (por así decirlo) para lograr el desarrollo y erradicar la pobreza, ¿por qué no se logra? Parafraseando a Peter Evans y Douglass North, decir que la erradicación de la pobreza -el desarrollo- se logra con más educación, más salud, más programas sociales no es decir realmente nada. ¿Por qué? Bueno, porque más educación, más salud, etc., no es causa del desarrollo… ¡es el desarrollo!, la cuestión es: ¿cómo destinamos más recursos a más educación, más salud, más programas sociales?. La respuesta no es técnica, es fundamentalmente política. Su ámbito no se encuentra en la Economía del Desarrollo, sino, en la Economía Política. Cómo logramos acuerdos nacionales que destinen mayor parte del producto social a la clase trabajadora en detrimento de las ganancias de los empresarios, es decir, una política fiscal leonina y agresiva, es la prueba de carácter de cualquier Gobierno. A fin de cuentas, “todos estamos de acuerdo con erradicar la pobreza, siempre y cuando, ello ocurra lo más lejos posible de mi casa.” Una redistribución de la riqueza en un país va directamente vinculado con el primer elemento, entender no la pobreza como el problema, sino, la desigualdad.

El costo político de una propuesta técnicamente responsable

Sin embargo, es acá, en el asunto de la desigualdad donde la mayoría de estudiosos de la pobreza se baja del tour anti-pobreza. Todos saben la ruta que lleva ese camino, todos saben la factura que hay que pagar por mantener ese discurso. Conceptos como “socialismo”, “comunismo”, “estatismo”… hacen desfallecer o convulsionar al liberal más “progresista”. Y hasta cierto punto, tienen razón, esta reciente “novedad” en los Nobel de Economía viene a la saga de la crisis de la izquierda mundial, así como la crisis del discurso de la inclusión ciudadana por la vía del consumo, y la evolución del neoliberalismo en un “hiper-liberalismo” potenciado por los vectores expoliadores que ha abierto la cuarta revolución industrial.       

Y es quizá por ello, que los premios se dan no por el mérito de tratar de solucionar estructuralmente el asunto de la pobreza/desigualdad sino, por el mérito de convencer “técnicamente” de la separación entre pobreza y desigualdad. Y que, en consecuencia, solucionar lo uno no lleva necesariamente a atender lo otro. De hecho, quizá los $918,000, la medalla y el diploma entregado por el Banco sueco dependen de ello. Vaya ud. a saber.

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José E. Montoya Martínez
José E. Montoya Martínez
Profesor de Universidad de El Salvador e investigador de temas económicos y educativos. Columnista y analista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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