lunes, 15 abril 2024

Óscar Romero: 40 años de hacernos falta

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En nuestra turbulenta nación, Romero -ya en la cúspide de la jerarquía religiosa- optó por los pobres. Y también optó por la defensa de los derechos humanos que eran irrespetados por las fuerzas oficiales como por las fuerzas insurgentes

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Este 24 de marzo se conmemoran 40 años del sacrílego magnicidio del que es y será hasta el fin de este mundo, el más universal de los salvadoreños. Para unos eso es dicho porque ha sido llevado a los altares como un santo de la Iglesia universal, y así se le admira y venera. Pero para otros, su universalidad no viene de su santidad sino de su inmensa humanidad, de su infinita humanidad.

Como advertía el admirado académico salvadoreño Héctor Dada: "No convirtamos a Mons. Romero en una chinta de palo (muñeco artesanal) en un altar". 

Romero fue inmensamente humano. Sus biógrafos, quienes lo conocieron y sus familiares narran que desde niño fue tranquilo, sociable, trabajador, meditativo, reflexivo y nada egoísta.

"Ya venía con ángel", como dice la vox populi. Y así fue que se metió a la iglesia para ayudarle, primero al cura de su pueblo, después para dirigir al clero en nuestra turbulenta nación.

En nuestra turbulenta nación, Romero -ya en la cúspide de la jerarquía religiosa- optó por los pobres. Y también optó por la defensa de los derechos humanos que eran irrespetados por las fuerzas oficiales como por las fuerzas insurgentes. 

Romero vio aquel irrespeto como pecados, pero también como faltas a las normas civilizadas y humanas de convivencia. 

Tuvo opciones para salvar su pellejo: puedo haber renunciado o hacerse un canalla del silencio y esconderse de las balaceras, pero optó por estar del lado de las víctimas.

En medio del desmadre de las masacres diarias y de las manifestaciones de los entierros de los asesinados, un periodista mexicano le preguntó que si tenía miedo y Romero, el Arzobispo y humano le contestó algo así: Si, tengo miedo, pero estaré con las víctimas… y me quedaré aquí aunque sea para darle la extremaunción a los moribundos.

Así era Óscar Romero, así era y es nuestro santo… Y hoy en estas horas de angustia, tanta falta que nos hace.

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