El 15 de noviembre del 2016, el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (IDHUCA) recibió orondo la Orden del Mérito Civil instituida por el Rey Don Alfonso XIII, por Real Decreto del 25 de junio de 1926 para premiar “las virtudes cívicas de los funcionarios al servicio del Estado, así como los servicios extraordinarios de los ciudadanos españoles y extranjeros en el bien de la Nación”.
El Rey Felipe VI ‒se leía en la mal redactada nota institucional‒ reconoció la labor de esta entidad “por varios motivos”, entre los cuales destacaban “que desde su fundación en el año 1985 por el Padre Segundo Montes, el Idhuca ha contribuido a garantizar el respeto a los derechos humanos y a la dignidad humana, a través (sic) influir en la realidad salvadoreña y del uso de las instituciones estatales por parte de las personas y los grupos que buscan soluciones justas a sus problemas”. Cierto.
También por su “incansable labor para garantizar el respeto a los Derechos Humanos en El Salvador, brindando apoyo legal a las víctimas de la guerra, así como su lucha por la justicia para evitar la impunidad de crímenes cometidos durante la guerra y su rol activo para velar por el cumplimiento de los compromisos asumidos con la firma de los acuerdos de paz”. Doblemente cierto.
“Su arduo trabajo en la resolución del caso jesuitas, su permanente esfuerzo para lograr justicia en este crimen ha permitido que se encuentre actualmente en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, fue parte de la pavoneada postura de la UCA presente.
“Su contribución ‒agregaban‒ a la construcción y consolidación, de las dos instituciones permanentes encargadas de garantizar el respeto a los derechos humanos en el país: La Policía Nacional Civil (PNC) y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH)”.
¿Más? “La creación de nuevos espacios culturales para propiciar la participación de las personas y para promover los derechos humanos, tales como el Festival Verdad. Así como el seguimiento del IDHUCA a la realidad nacional, el funcionamiento de las instituciones estatales y sus servicios de asesoría legal a migrantes y sus familiares”.
“Su compromiso ‒también‒ a través de la educación para interpretar la realidad salvadoreña e influir en ella para construir de (sic) una sociedad basada en el respeto pleno de la dignidad humana”.
Tal reconocimiento lo entregó el embajador español, Francisco Rabena, al director del IDHUCA ‒amigo y compañero de luchas incansables‒ José María Tojeira.
¿Alguien se acordó del equipo que forjó, arriesgando su seguridad y la de sus familias, todo eso? Oficialmente, nadie. Las personas desagradecidas son peores que las malagradecidas. Estas últimas agradecen, aunque sea de mala forma; las otras no agradecen nada, pero se adjudican méritos que no merecen.
Mis aplausos inmerecidos al actual rector de la UCA, Andreu Oliva. ¿Les suena? A ese equipo ignorado, mis respetos porque ‒junto el meritorio e histórico vicerrector de Proyección Social, Rodolfo Cardenal‒ son quienes hicieron los méritos para recibir semejante reconocimiento.