Y perdón por lo esquemático
Van a perdonar lo esquemático, pero con la rebaja a 2,800 caracteres (con espacios) que este diario nos aplicó a algunos columnistas, es difícil desarrollar ideas. Así las cosas, en el mundo occidental, dos oligarquías globales pugnan por imponer su modalidad de capitalismo. Los neoliberales globalistas-financieristas con Soros en la vanguardia de las “progresías”, pelean contra los neoliberales nacionalistas-productivistas con (el también innombrable) Trump a la cabeza del “antiprogresismo”. El progresismo neoliberal les monta a los productivistas —así llamados porque buscan desglobalizar el sistema desmantelando el eje financiero-especulativo que lo rige (y que llevó a la aún vigente crisis del 2008) para sustituirlo con productividades físicas nacionales para el desarrollo “hacia adentro” de cada país— simulacros de “luchas de masas” en forma de “revoluciones de colores” (con sus respectivos golpes de Estado blandos), ideologías etnocentristas y “de género”, “caravanas de migrantes” y todo orden de idearios y “movimientos populares” oenegistas, financiados por agencias internacionales de capital especulativo. Todo, para preservar el globalismo neoliberal financierista, en contra del nacionalismo neoliberal productivista. Este último empata con los intereses de producción física en que se basa la expansión de China y Rusia, quienes proponen a EEUU asociarse con ellos en la Franja y la Ruta de la Seda, un proyecto de globalización no basado en el capitalismo especulativo, sino en la productividad material y en su apropiación y distribución nacionales. Dependerá del orden político de cada país decidir si ingresa y cómo en este proyecto planetario, o si no lo hace y se alinea con el capital especulativo. El sebo contra la manteca.
Esta pugna global se expresa de distintas maneras en cada país. En Guatemala adoptó la forma de la pugna entre dos facciones de la misma oligarquía: los dionisistas y los arzuistas (ya definidos por mí antes). Los primeros están con la política de Soros y los segundos con la de Trump. De modo que para las elecciones del 2019, los partidos “de izquierda” son cartas del dionisismo y los de derecha lo son del arzuismo. Es la derecha contra la derecha. Como en el plano global. El dionisismo es progresía neoliberal y el arzuismo es conservadurismo neoliberal. Cáncer contra sida. Así se explican puestas en escena como la “lucha contra la corrupción”, “la plaza” y la “nueva política”, por un lado, y el despeñamiento de la tripleta Cicig-Iván-Thelma y el triunfalismo de Jimmy, por el otro.
En este absurdo cuadro, la única nueva política local la representa CODECA-MLP con su propuesta plurinacional-popular-interclasista del Buen Vivir (posneoliberal) por y para todos. No hay otra. Y perdón por lo esquemático.