No habrá reforma migratoria

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Por fin es oficial. El presidente Obama anunció lo que todos sabí­amos o al menos intuí­amos: en lo que queda de su mandato no se hablará más de reforma migratoria, ni de DACA, ni DAPA, ni nada que se parezca. Enfrentado de manera permanente con un legislativo dominado por el partido opositor, renuente a discutir, mucho menos a aprobar, cualquier iniciativa que intente aliviar la situación migratoria de más de 13 millones de migrantes irregulares, un poco más del 30% de la población que ha nacido en otro paí­s que sumaron 42 millones en 2014. Para aquellos migrantes les quedará seguir viviendo en las sombras, escondidos, invisibilizados, permanentemente perseguidos y con la amenaza de la deportación sobre su cuello.

Como todos lo sabemos, los indocumentados han sido históricamente los que han vivido en una situación de extrema vulnerabilidad, sin gozar del derecho humano fundamental de la identidad. Sobreviven apenas con el mí­nimo, sin seguridad social

 

-el seguro de desempleo es impensable-, sin acceso a los servicios de educación y de salud para ellos y sus hijos, haciendo los trabajos indeseables, inseguros y los que nadie quiere, renunciando al salario mí­nimo y conformándose a trabajar “cuando hay trabajo”, reuniéndose en las esquinas o en el parqueo de los Home Depot para tener la suerte de que alguien los contrate. Seguirán viviendo en la orilla, en el margen, siendo vigilados, viviendo en una situación de permanente exclusión social. Discriminados por ser latinos y por vivir sin papeles. Como lo dicen a manera de tí­mida protesta “no tener papeles es muy difí­cil vivir aquí­”… para después guardar silencio. Tampoco hay que pasar por alto que, en estas condiciones de trabajo y vida, son estos los que más remesa enví­an, y si son además mujeres, los aportes son aún mayores. La vida de este paí­s es posible gracias, en buena parte, al sufrimiento y agoní­a de ellos.

El número de migrantes sin papeles de origen Mexicano ha tendido a la baja, en 2005 era 12.2 millones ahora son 11.8 millones, están saliendo más de lo que están entrando. Para los Salvadoreños es otra la historia, entre el 2000 y 2013 el número se multiplicó por 2.6, ocupan el tercer lugar entre las nacionalidades que forman el mundo hispano, y las cifras crecen cada dí­a más, si la tendencia se mantiene ocuparán, en muy poco tiempo, el segundo lugar. A pesar de la persecución, la amenaza de la deportación y lo duro de la vida, nos seguimos yendo.

El optimismo que hace siete años inundó a la comunidad de los sin papeles ha llegado a su fin. Después de falsas promesas, de frustradas expectativas, de ilusiones fallidas, recuerden a los “Dreamers”, la dura realidad se ha impuesto, la verdad que consistentemente las encuestas nos han dicho, que la mayorí­a de los ciudadanos de ese paí­s no quieren una reforma migratoria y más bien desean que a los sin papeles se les enví­en de regreso a sus paí­ses de origen. Al menos para los salvadoreños nos queda el consuelo que para el próximo septiembre se anuncie una nueva edición del TPS, en el que se acogen un poco menos de 200,000, programa cada vez más cuestionado, cuyos crí­ticos apuntan a que dejó de ser un programa migratorio temporal para convertirse en permanente, ha estado vigente desde hace 15 años.

Durante la presidencia Obama nada avanzó para aliviar la vida de manera permanente al cada vez más numeroso grupo de migrantes irregulares. El legado que deja en esta materia es una dramática cifra record de deportados, el año pasado sobrepasaron los 30,000, y un gasto millonario para cerrar la frontera con México e impedir, sin éxito, que más migrantes la crucen. Estos han sido los únicos dos pilares de su “polí­tica migratoria”.

Y el futuro tampoco se ve prometedor. Las probabilidades de que para los próximos cuatro años habrá algún tipo de alivio migratorio, son nulas. Las posiciones al respecto del Sr. Trump han sido de claridad meridiana, nada de reformas y más persecución y deportación, el uso de un agresivo lenguaje xenofóbico ha sido parte de su éxito electoral. Y de parte de la sra. Clinton, a pesar del uso de tesis gastadas  como que “el sistema migratorio está roto y hay que repáralo”, muy utilizado por el presidente Obama, se enfrentará con la misma piedra en el Congreso de los Estados Unidos.

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