“Como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Esa frase, usada tantas veces para presentar a Óscar Arnulfo Romero como un líder populista y mesiánico, es apócrifa. Fue inventada por un periodista. Pero sirvió para alimentar un mito político, que costó muchos años desarmar. En entrevista con el Vatican Insider Roberto Morozzo della Rocca, biógrafo del arzobispo de San Salvador, aclara varios lugares comunes sobre el inminente beato.
Se ha dicho que al Vaticano llegaron “kilos de papel” que buscaban desprestigiar a Romero. ¿Cómo se pudo dar una versión correcta de su figura?
Reconstruimos una explicación histórica para entender qué había detrás de estos kilos de papel. Por ejemplo si llegaba una carta de un obispo del Salvador contraria a Romero, entonces se tenía que entender por qué ese obispo pensaba así y muchas veces se veía que no eran motivos ideales sino celos personales, porque los sacerdotes de este obispo seguían a Romero y lo preferían a él, que entonces se ponía celoso. Esto se entiende viendo lo que escribían los sacerdotes de la diócesis. Somos humanos y muchas cosas debían ser explicadas.
¿El contexto ideológico polarizado condicionó la opinión que había sobre Romero?
Sí, era el tiempo de la Guerra Fría. El Salvador, Nicaragua y Guatemala eran países al centro en este periodo. Entonces hablar de justicia social, de reformas, de democracia no le gustaba a todos, ni a la derecha que quería mantener el control militar y político del país. Pero tampoco le gustaba a la izquierda castrista que quería la revolución directamente. Romero hablaba pero sólo algunos lo escuchaban. Muchos estaban en su contra, de las dos partes.
¿Roma se contagió de este contexto polarizado?
En Occidente había miedo al comunismo y Roma no conocía a Romero. Pablo VI lo conocía y lo estimaba, pero en general el Vaticano dependía de las informaciones que venían de El Salvador: Del nuncio que no estaba contento con él, de otros obispos, del gobierno que mandaba reportes negativos, los embajadores salvadoreños aquí se quejaban e influían.
Entonces ¿Romero tenía enemigos en la izquierda también?
Romero fue tomado como bandera por la izquierda, mientras él no se sentía ni de derecha ni de izquierda. Él estaba por la justicia. Su figura fue instrumentalizada de todas las partes, fue interpretado mal y presentado mal también.
Si la izquierda lo tomó como bandera fue por varias frases famosas de él, como “si me matan, resucitaré en el pueblo”.
Descubrimos que esa frase es apócrifa, por varias razones. Ante todo porque apareció después de su muerte. Un periodista guatemalteco, muerto en 1994, escribió esa y otras. Romero no podía desmentir el haber hablado con él porque ya estaba muerto, pero su entrevista tiene errores muy evidentes. Por ejemplo tenía fechas erradas. Personalmente realicé la investigación en el diario Excélsior de México, donde la entrevista fue publicada. Ninguno de los colegas que escribían para ese periódico y solían ser los enviados a El Salvador eran esta persona que firmó la supuesta entrevista. El periodista tenía ya varios precedentes de cosas inventadas sobre Guatemala y no tenía una buena fama. Además, dos años antes, había escrito un texto simulando su muerte con palabras casi iguales a las que atribuyó a Romero.
¿La frase coincidía con el pensamiento de Romero?
Si uno toma escritos de los ejercicios espirituales de Romero, en todo momento se expresa en manera totalmente opuesta a lo que el periodista dice. He buscado todas las citas del obispo antes de su muerte y jamás habla en estos términos mesiánicos con seguridad. Él siempre habló con mucha angustia de la muerte. Además el periodista escribió que la entrevista fue por teléfono, ¿cómo era posible creer en una llamada realizada así, sin más, en medio de la noche?
¿Cómo se llegó a sacar a la luz el verdadero rostro del arzobispo?
Debimos explicar el sentimiento religioso de Romero, hacer entender por qué él hablaba tanto en público. Consultamos el archivo personal de él, hablamos con muchos testigos, hicimos numerosos viajes a El Salvador. Varias entrevistas habían sido realizadas antes en el proceso de beatificación ahí, en la diócesis.
¿Cómo veía su muerte?
Con gran miedo, sufría. El día antes de su asesinato se puso a llorar en casa de unos amigos. Su humor cambiaba continuamente. Si usted sintiese que lo van a matar, ¿cómo viviría? Con un gran problema interior. Él había recibido muchas amenazas, era muy consciente que tenía los días contados.
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Fuente: Vatican Insider