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Migración y la hegemoní­a del desarrollo

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La seducción de la riqueza que promete el Sueño Americano, aunque raras veces se discute como elemento causante de la migración, es un factor determinante que expulsa miles de personas hacia los Estados Unidos

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Promesas de construcción de muros, la militarización de las fronteras, ataques a la dignidad del migrante, respaldo a la pasión xenófoba de su base polí­tico, artimañas económicas y geopolí­ticas para obligar a paí­ses “terceros” colaborar en la hostilidad estructural contra los centroamericanos que caminan rumbo al norte: todos estos han sido algunas de las estrategias usadas por Donald Trump en su intento de poner freno a la ola migratoria que alborota la frontera con México. Sin embargo, y a pesar de polí­ticas cada vez más hostiles, los Estados Unidos fracasa a medida que los migrantes siguen llegando en números nunca antes visto.

César Rí­os, director del Instituto Salvadoreño del Migrante, recientemente mencionó que la migración centroamericana no se puede detener, a pesar de los ultimátum y amenazas del gobierno estadounidense. La violencia urbana, la inestabilidad económica, la incertidumbre laboral, la pobreza, y la falta de oportunidades para la juventud son algunas caracterí­sticas de la realidad cotidiana que lanza a la gente al camino del migrante. Pero hay otro elemento fundamental que contribuye a la inevitabilidad del fenómeno de la migración centroamericana. La seducción de la riqueza que promete el Sueño Americano, aunque raras veces se discute como elemento causante de la migración, es un factor determinante que expulsa miles de personas hacia los Estados Unidos.

La Imposición un Único Modelo de Desarrollo

En 1949, el entonces presidente estadounidense Harry Truman dijo lo siguiente en su discurso inaugural:

Más de la mitad de las personas del mundo viven en condiciones cercanas a la miseria”¦Su vida económica es primitiva y estancada. Su pobreza es una desventaja y una amenaza tanto para ellos como para las áreas más prósperas. Por primera vez en la historia, la humanidad posee el conocimiento y la habilidad para aliviar este sufrimiento”¦Los Estados Unidos son preeminentes entre las naciones en el desarrollo de técnicas industriales y cientí­ficas”¦Creo que deberí­amos poner a disposición”¦los beneficios de nuestra reserva de conocimientos técnicos para ayudarlos a realizar sus aspiraciones de una vida mejor.

La Doctrina Monroe se cita a menudo como el ejemplo más evidente del imperialismo estadounidense. Aunque Truman quiso distinguir esta nueva polí­tica exterior del viejo imperialismo que equiparó con “la explotación con fines de lucro extranjera,” el esfuerzo de aliviar la pobreza de los pueblos del mundo a través del “fomento de inversión de capital en áreas que necesitan desarrollo” ha resultado ser la herramienta colonialista más eficaz.

Hoy en dí­a, los patrones de consumo, de comodidad, y de estilo vida occidental son casi universalmente ambicionados. Los partidos polí­ticos de todos colores e ideologí­as alrededor del mundo construyen polí­ticas que persiguen ciegamente el crecimiento económico para alcanzar la prosperidad y bonanza que se resume en el montaje colectivo del Sueño Americano. Hoy, los retratos del éxito y emblemas de una vida buena corresponden a la opulencia, la superabundancia, y niveles siempre mayores de consumo y comodidad. En cambio, cualquier limitación económica u obstáculo a mayor consumo y crecimiento se considera como un retroceso a las vidas “primitivas y estancadas” que Truman juró vencer. La colonización de los imaginarios de los pueblos se logró con la imposición de un único modelo de desarrollo legí­timo.

¿Cómo impedir la migración cuando el paradigma de una vida plena y exitosa está a solo tres paí­ses al norte? ¿Cómo pretenden rescindir las aspiraciones de superarse cuando se adoctrina desde chiquito que el mayor propósito y la evidencia de una vida fructuosa es lograr niveles cada vez mayores de prosperidad? ¿Cómo parar el éxodo de tanta gente cuando nuestra sociedad equipara la felicidad con el tamaño de billetera y la capacidad de consumo?

No cabe duda que hay muchas personas que se ven obligadas a migrar debido a situaciones de violencia y miseria. Es de reconocer y admitir, sin embargo, que la imposición de un único modelo válido de desarrollo también seduce a miles de personas y les induce a migrar en búsqueda de siempre mayor lucro y abundancia.

Cuestionando la Hegemoní­a del Desarrollo

Durante una reciente rueda de prensa que abordó la crisis migratoria, la Canciller Alexandra Hill dijo: “otra vez, le pido a todas las familias salvadoreñas que nos den un chance. Nuestro presidente Bukele está haciendo todo lo posible para que todos nosotros vivamos en un ambiente seguro y lleno de oportunidades para poder vivir dignamente.”

Obviamente, mejores oportunidades de trabajo son buenos para cualquier sociedad. Sin embargo, serí­a ilusorio creer que El Salvador, cuyo ingreso anual per cápita ronda los $3,500, alcanzarí­a los niveles de riqueza de Estados Unidos, cuyo ingreso per cápita es encima de los $60,000. Aún si el gobierno de Bukele logra duplicar el ingreso promedio de las familias salvadoreñas, el señuelo de migrar siempre persistirá.

Para afrontar sinceramente el fenómeno de la migración, entonces, se tiene que comenzar por disputar la hegemoní­a del modelo de desarrollo occidental. Gustavo Esteva considera que el concepto de la pobreza se construye sobre comparaciones con la opulencia del Occidente. Para Esteva, la demarcación de pueblos desarrollados y subdesarrollados fue un mandato colonial que invalidó otras formas de vida y paradigmas civilizatorias que no se fundamentaron sobre el imperativo del crecimiento económico ilimitado.

Esteva considera que señalar a los pueblos como pobres y subdesarrollados por no aspirar a los estándares de vida occidentales convirtió a los pueblos “en un espejo invertido de la realidad de otros: un espejo que los desprecia y los enví­a al final de la cola, un espejo que reduce la definición de su identidad, la de una mayorí­a heterogénea y diversa, a los términos de una minorí­a pequeña y homogeneizante.”

También vale resaltar que el estilo de vida de los paí­ses occidentales, desde una perspectiva ecológica, simplemente no se puede replicar a escala mundial. En puros términos de los recursos naturales disponibles, se necesitarí­a un mí­nimo de 5 planetas para que todos viviéramos como el norteamericano promedio. El migrante que vislumbra alcanzar el Sueño Americano, entonces, no solo toca enfrentar una sociedad discriminatoria y estructuras económicas que le coloca en el peldaño inferior de la escalera, sino que también aspira a una imposición colonial que burlonamente es inalcanzable para la mayorí­a.

En vez de “dar un chance” a polí­ticas económicas que buscan reproducir un modelo de desarrollo que se basa sobre la desigualdad y que nos dirige a una serie de crisis ecológicas, es necesario reconstruir nuevos paradigmas y modelos que redefine lo que implica el desarrollo y que conlleva una vida plena y feliz. Ignacio Ellacuria propuso la “civilización de la pobreza” o la “austeridad compartida” que se oponí­a a la civilización de consumo y constante acumulación por parte de individuos fragmentados y atomizados. Los pueblos indí­genas de todo el continente sostienen éticas del Buen Vivir que valora la sencillez, la escala correcta en términos de estilo de vida, y las justas limitaciones que permiten que la vida de comunidad y territorio florece y persiste.

No hay receta o fórmula para construir y validar otros modelos de desarrollo y estilos de vida que pueden ofrecer una vida de felicidad y plenitud. Si no se logra visualizar otros modelos de vida, sin embargo, el hechizo del Sueño Americano seguirá siendo uno de las causas principales de la migración.

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Tobías Roberts
Tobías Roberts
Colaborador

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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