martes, 16 abril 2024

Mayo 3, 1965: crónica de un terremoto

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Un día a principios de 1965, asumí el cargo de Jefe de Prensa de YSU Radiocadena “La Voz Suprema del Espacio”, para entonces una de las más prestigiosas emisoras del país.

Entre muchos eventos de trascendencia nacional, me tocó coordinar -hace justamente 55 años-  la cobertura general del terremoto del 3 de mayo de 1965, cuando ninguna otra emisora transmitía debido a los efectos del sismo. YSU fue la estación piloto y única en el aire en esos días.

Eran las 5.05 de la mañana. El reloj de la torre del templo María Auxiliadora (Don Rúa) se detuvo de golpe a esa hora, cuando el primer temblor llenó de pánico a la población de San Salvador y de sectores vecinos, que en su mayoría aún dormían. Controlada la situación de mi familia que, aparte de algunos daños en la casa únicamente evidenció temor y angustia, expuse a mi madre mi obligación como periodista de trasladarme a pie a la radio, en la Avenida Olímpica y calle a Santa Tecla.

Abandoné la casa, ubicada justamente a tres cuadras al norte de Don Rúa, y me dirigí a pie a YSU, aún entre las sombras de la noche que se resistía a desaparecer. Caminé largo rato sobre la 29 Calle Poniente, mientras residentes de San Salvador huían en sus vehículos con lo que podían. No circulaban buses. Mi marcha siguió, esperando llegar a la radio en una hora más o menos. De pronto, sorpresa. Ni que lo hubiéramos acordado, por algo que considero providencial, poco antes de llegar al Hospital Bloom, esquina de la 25 Avenida, un jeep que salía de una residencia se detuvo al verme. Su conductor era nada más y nada menos que el gerente general de YSU, Rafael Castellanos, que, al igual que yo, iba para la radio. “Suba”, me dijo más que complacido.

Ya dentro del vehículo, alcancé a escuchar una frase suya, casi imperceptible, como pensando en voz alta: “me agrada que sea usted un periodista responsable”. Y volviéndose hacia mí, con una palmadita en mi hombro izquierdo: “muy bien, vamos a la radio; hay mucho que hacer”.

A partir de ahí, YSU fue la única estación que, por haberse mantenido en el aire gracias a sus previsiones técnicas, cubrió todo el acontecimiento y sus efectos, durante varios días. Esa mañana, después de una reunión breve entre los que, tempraneros, habíamos acudido a la radio, el señor Castellanos y yo nos trasladamos al Comité de Emergencia Nacional, donde su director, coronel Julio Ricardo Zepeda, me extendió un carné especial para desplazarme sin restricciones por todas las zonas afectadas.

Mi primera noticia al aire, desde un teléfono público, fue sobre la muerte de dos guardias nacionales, soterrados en una finca de la jurisdicción de Soyapango. Después, realicé un recorrido que parecía sin fin, siguiéndole la pista a la falla sísmica, para describir los efectos del terremoto: víctimas mortales, personas desaparecidas, residencias y calles destruidas; en fin, todo.

Y el contraste: edificios nuevos como el de Fedecrédito y el ala recién inaugurada del Aeropuerto de Ilopango, entre otros, con graves daños, mientras que edificios antiguos como el Palacio Nacional, la Central de Telégrafos y otros, estaban intactos, como ignorando la fuerza del temblor. Recorrí y describí por la radio las pistas de aterrizaje de Ilopango, agrietadas, hundidas. Cuadros tristes de fallecidos y edificios destruidos, desgarradores a los ojos de hasta el más insensible ser humano; pero también, otro contraste: la solidaridad y fraternidad de los salvadoreños, saliendo a flote de inmediato. La Cruz Roja, el Comité de Emergencia Nacional, otros clubes de servicio, instituciones, personas particulares de todos los niveles y, desde luego, YSU informando, orientando… ¡todos auxiliando sin reservas, sin preguntar a quién!

Periodistas de otros medios, con verdadera vocación de servicio, se unieron a nuestro trabajo de prensa, en la información y el comentario. Recuerdo a uno de los primeros, el periodista y paisano de Morazán Abel Salazar Rodezno, con su frase tempranera:

— Paisa, déjame echarte una manita…

Abel escribió, quizá, el primer reportaje radial más completo sobre el suceso, que de inmediato fue transmitido por YSU, mientras yo coordinaba la parte noticiosa y, de manera especial, los mensajes directos y personales de residentes en San Salvador a sus familiares del interior y de fuera del país.

Otro tanto puede decirse -en total apoyo a nuestra labor de Prensa- de los locutores de YSU, profesionalmente coordinados por el director de entonces, Raúl Monzón; entre ellos: Pepe Regalado, Francisco Brizuela Flores, Tito Carías, Roberto Flores Bernal, Francisco H. Gómez y otros, quienes se multiplicaron llevando la información y el paliativo verbal a los oyentes, con la magia de su voz.

Eso fue entonces, pero lo amplio del suceso lo registra la historia del sismo de 1965, muy conocida ya por muchos, con evidencia también de la valentía, la fraternidad y el estoicismo del pueblo salvadoreño, así como la solidaridad de países hermanos, en frecuentes situaciones de catástrofe como la descrita…

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Renán Alcides Orellana
Renán Alcides Orellana
Académico, escritor y periodista salvadoreño. Ha publicado más de 10 libros de novelas, ensayos y poemas. Es columnista de ContraPunto
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