A Jorge G. Castañeda, por su doctorado honoris causa de la Universidad de Miami.
La formación de los soldados y marinos es muy distinta en su concepción y disciplina a la de los policías. En ambos casos se parte de una doctrina y una práctica del servicio derivada de la misma, que es muy diferente. Están entrenados para misiones de diversa índole.
Cada uno tiene su espacio en la sociedad. Los soldados y marinos no han sido capacitados para desempeñar tareas de policía. Y éstos, tampoco, para desarrollar la de los primeros. Los soldados y marinos no se sienten bien realizando tareas de policía y éstos, tampoco, actuando como soldados. No obstante, en los últimos nueve años y medio así ha sido.
El 10 de diciembre del 2006, el presidente Calderón declara la “guerra” al narcotráfico, en una cadena nacional de radio y televisión. Esta decisión obliga a la confusión de los papeles. Desde entonces, los soldados y marinos que obedecen fielmente a las órdenes de su comandante en jefe, el presidente de la República, no se sienten bien en su ambigua tarea de soldados-policías o de marinos-policías. Se les pide que actúen como policías cuando han sido formados y entrenados como soldados y marinos. Hacen esfuerzos, pero no siempre responden a las expectativas. Cuando actúan con fuerza y contundencia frente al enemigo, en el marco de su doctrina y en el espacio de una “guerra”, y eso se les reclama, se sienten incomprendidos por las autoridades civiles y la sociedad. No entienden tampoco que no se reconozca su esfuerzo y que incluso se critique la manera en que cumplen su deber. Se sabe que en privado los más altos mandos del Ejército y la Marina manifiestan su malestar.
Y también se preguntan qué esperan las autoridades civiles qué hagan. ¿No quieren que acaben con el enemigo? ¿Cuál es su misión en el terreno? Las “guerras”, todas, se proponen la derrota y eliminación del enemigo. Los soldados y marinos han sido formados y entrenados en esa doctrina y práctica. No hacerlo implica fallar a su compromiso, es falta de lealtad y también expresión de debilidad. Se combate para vencer. En su lógica, el enemigo debe ser aniquilado. En el marco de la “guerra”, ahora los policías se adjudican funciones que no les corresponden.
Ellos mismos se sienten invitados a convertirse en soldados y marinos. En ocasiones lo asumen y plantean que ellos también deben de aniquilar al enemigo, al que hace mal a la sociedad. La “guerra” declarada por el presidente Calderón y continuada por el presidente Peña Nieto ha creado el espacio para la ambigüedad. Si la “guerra” sigue, la confusión de los papeles va a continuar y nunca va a ser resuelta. El malestar del Ejército y la Marina seguirá creciendo. El espacio para la violación de los derechos humanos va a estar siempre abierto aunque se desee lo contrario. En la “guerra” los enemigos deben ser aniquilados. Urge un plan nacional con tiempos y un compromiso público del gobierno de la República para terminar con la “guerra”.