lunes, 15 abril 2024
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Los verdaderos héroes visten de blanco

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La pandemia han resaltado otra verdad, y es que bajo los sistemas que se amparan en el neoliberalismo, las inversiones en salud han sido menores porque las prioridades no son la salud y la educación

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La crisis que ha provocado la pandemia del COVID-19 ha desnudado la parte más oscura del ser humano, lo más deleznable, lo más siniestro, lo más vomitivo, y ha puesto en el fiel de la balanza de la ponderación de bienes axiológicos, lo lejos y lo menguada que está la vida y la salud del ser humano, frente a la categoría del lucro que constituye por sí mismo, la brújula que dirige este neoliberal barco en naufragio llamado civilización. Eso en verdad ya lo sabíamos, pero no creíamos que ante una sociedad virtualmente informada a nivel mundial, se atreverían a no prevenir la propagación de un virus que  acabaría con los más vulnerables, y vindicar un sistema económico y estructural de recortes sociales que necesita un rescate de las pensiones, y las jubilaciones, y respirar el aire puro de los recursos frescos de los estados deudores con el sistema de Bancos Centrales del mundo.

Los objetivos de una presunta inoculación del virus están a la vista, y son paradójicamente palmarios.  Las víctimas salvo marcadas excepciones son selectivamente las personas mayores. Estas que por la dieta mediterránea, el vino tinto y el aceite de Oliva llegaron a la longevidad. Estos mismos  que con los planes de control de natalidad en los años 70s del siglo XX fueron austeros, y siguieron las recomendaciones de la planificación mundial, que los llevó a procrear un solo hijo, y hoy, la misma planificación siniestra del sistema económico, les pasa la factura bajo el rasero de esta eutanasia inoculada.

La pandemia han resaltado otra verdad, y es que bajo los sistemas que se amparan en el neoliberalismo, las inversiones en salud han sido menores porque las prioridades no son la salud y la educación, sino lucrativas en la producción y las militares para salvaguardar aquellas; y es más estas naciones llaman a estos renglones del presupuesto; “gastos” y no “inversión”. Esto se ha traducido en que los países socialistas que le han apostado a la sanidad, a la investigación de la medicina para tratamiento humano y a la profesionalización de sus médicos sean ahora los verdaderos héroes, aquellos que no tienen ni una capa azul ni roja como Superman y el Capitán América, pero si salvan a la humanidad, como no lo hace Estados Unidos, que si salva pero a las empresas, tal como lo anunció la semana pasada el presidente Trump que iba inyectar una cantidad millonaria en la bolsa de valores para salvar la baja.

A Cuba, esta isla tropical aparentemente distraída en el mundo del ocio, de la distracción y el entretenimiento del trópico, el mundo le debe mucho. Estos hombres y mujeres de blanco que no los “Men in Black”, son los arquetipos de la verdadera evolución humana. Los verdaderos hombres y las mujeres de la solidaridad, los verdaderos hombres y las mujeres del amor al prójimo, los verdaderos hombres y mujeres del bien común. Los otros, los que hablan de crecimiento económico y armas nucleares son trogloditas vestidos de  civilidad, pero con una conciencia de harapos. Son psicópatas atrapados en mañas de piratas y bucaneros del siglo XVI Y XVII, que hoy asaltan con mayor legalidad bajo los presupuestos de una plusvalía que ni siquiera ya es categoría crítica para nombrar el despojo.

Como seres humanos nos duele lo que sucede en Italia y España. Lo que sucede incluso en Estados Unidos con nuestros hermanos estadounidenses, víctimas incautas de su propio régimen que trivializa en su territorio la gravedad de la pandemia. Sería estupendo mandar un fuerte y enérgico reproche moral a esta potencia mundial como cuando se concitaban los famosos tribunales morales como el Tribunal Rusell, y otros que condenaban a los culpables de las crisis políticas y atmosféricas, pero ello sería en vano porque estos seres inhumanos ya tienen la piel curtida de capas de cocodrilo, y caparazón de tortugas galápagos. Porque estos extraterrestres del alma igual seguirán haciendo guerras cuando lo deseen. Asesinarán cuando les venga en gana, y nombrarán a enemigos cuando ya no tengan con quien pelear, y usar sus armas que se oxidarían en sus hangares, y la industria militar con sus inversiones millonarias para ser usada en el cuerpo humano “es para ya”. Con estos matarifes profesionales hasta el mismo Dios se siente impotente, porque el diablo su antiguo contendor es un ángel inofensivo frente a los juegos macabros de estos monstruos, hijos de Mammón. Es sintomático como frente a la mortandad que ha causado la enfermedad en Europa, Estados Unidos despliegue un contingente de 30 mil soldados a Europa para ejercicios militares relacionados con los planes de seguridad de la Otan. 

La economía no padece de pausas, y este pasaje estacionario prologado y facilón de las empresas a nivel mundial, crea suspicacia  y grandes dudas en torno a que puede indicar que la pandemia simplemente es la excusa para salvar a las más representativas empresas, que antes de ella ya estaban en la bancarrota.

Ante este panorama tan desolador la mayor verdad ha salido a la vista. Los pobres y los vulnerables del mundo no importan a nadie más que a los gobiernos socialistas y Cuba nos ha convencido de ello. La solución está pues en nuestras manos. O nos quedamos apagando fuegos tras fuegos que nos impongan los planes incendiarios del capitalismo trasnacional, o nos sumamos a la conciencia mundial para cambiar el paradigma de esta matriz de vida que nos han impuesto a fuerza de las armas, y de votos que hoy en la actualidad se defraudan. El destino de la humanidad del planeta está en nuestras manos.

Los pobres, pero como lo poetizó nuestro aeda Roberto Sosa:

 

podemos destruir el aire como aves furiosas, nublar el sol/

Pero desconociendo sus tesoros entran y salen por espejos de sangre/

caminan y mueren despacio.

 

Nublemos el sol de sus bonanzas económicas, y el aire pestilente de sus virus que nos inoculan, y unámonos pobres del mundo que no tenemos nada que perder más que nuestras propias cadenas a la que nos hemos acostumbrado.

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Milson Salgado
Milson Salgado
Analista y escritor hondureño, abogado y filósofo; colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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