Ser hermano lejano no es fácil. Significa haber abandonado tu familia, tus amigos, tu tierra, tu vida para luchar por un futuro mejor para ellos. Significa haber sido expulsado de tu país natal por la falta de condiciones para desarrollar tu vida y verte obligado a buscar oportunidades en tierras extrañas y lejanas, donde ni siquiera hablan tu idioma.
Nuestros hermanos se han visto obligados a emigrar a diferentes países alrededor del mundo, desde hace 40, 30, 20 años y siguen yéndose cada año, cada día, cada hora. Primero se fueron por la guerra, luego por la crisis económica y falta de empleo, después por la delincuencia y la inseguridad social, y siguen siendo expulsados por un Estado que no garantiza su derecho a un empleo digno y hábitat seguro.
Se estima que, solo en Estados Unidos, residen más de 2 millones de compatriotas y, alrededor de todo el mundo, suman más de 3 millones, lo que significa que 1 de cada 3 salvadoreños vive en el exterior. Cada día emigran no menos de 250 salvadoreños, lo que supone que cada hora, 10 salvadoreños se ven forzados a abandonar su país natal.
Los que se van son gente mayor, adultos, profesionales, comerciantes, agricultores, amas de casa, estudiantes, niños y niñas, y todo tipo de salvadoreños, que llevan en su mochila ilusiones y anhelos por una vida en paz y prosperidad que el Estado salvadoreño no les pudo brindar, dispuestos a sortear todo tipo de dificultades y arriesgar sus vidas por alcanzar sus sueños. Se van a trabajar, a estudiar, a criarse, a juntarse con sus demás familiares, o simplemente, a huir por la delincuencia.
Luego de años viviendo en el extranjero, de lograr hablar bien la lengua extranjera, de consolidarse laboralmente y tener vivienda y hasta negocios propios allá, nuestros hermanos lejanos nunca olvidan su tierra natal y no dejan de desear contribuir a transformar su patria natal. Sus sueños nunca se despegan de El Salvador.
Pero no solo en sus sueños nunca se olvidan de su tierra, sino que buena parte de su existencia en el extranjero es para servir a sus familias en El Salvador. Solo en 2017, se recibieron en concepto de remesa más de 5 mil millones de dólares, lo que significa un 16% Producto Interno Bruto (PIB) de todo el país.
Solo en Estados Unidos, nuestros compatriotas generan ingresos mayores a los 28 mil millones de dólares, cifra superior al PIB de todo El Salvador; es decir, que generan mayor riqueza que la que produce toda nuestra actividad económica.
En la diáspora salvadoreña se encuentran algunos de los mejores talentos nacionales, entre profesionales, académicos, técnicos, artistas, deportistas, emprendedores y trabajadores incansables, además de muchos líderes natos y salvadoreños comprometidos con su país.
No obstante su potencial y aporte vital a nuestra economía, históricamente el Gobierno ha menospreciado a nuestros hermanos lejanos. Como en las elecciones no han representado un número significativo de votos, a los mismos de siempre nunca les ha importado.
Si, como lo dice su proprio nombre, el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) era una medida temporal, ¿por qué nunca se buscaron alternativas para la protección de la residencia, empleo y educación de nuestros hermanos lejanos?
Si tanto se les nombra en los discursos oficiales y las promesas de campaña de los mismos de siempre, ¿por qué nunca se avanzó en las reformas para el voto electrónico y facilitar el sufragio desde el exterior, si es verdad que tanto les importa su voz y voto?
Si tan fundamental es el aporte de nuestros hermanos lejanos para nuestra economía y tanta su productividad y talento ¿por qué nunca se implementó un programa para facilitar su inversión en el país y participación en nuestras actividades económicas y sociales?
Si los mismos de siempre expresan tanta añoranza por la diáspora salvadoreña, ¿porqué no se han fortalecido las instancias de apoyo en el exterior y se han preparado condiciones, no sólo para su retorno, sino para su inserción productiva en nuestra sociedad?
Si los salvadoreños en el exterior representan un tercio de la población y aportan un equivalente al 16% del PIB nacional, la representación del Gobierno en el exterior y la inversión pública orientada hacia ellos deberían ser mucho mayores de las actuales.
Pero no es así: el Gobierno de El Salvador los ha abandonado y les ha fallado. Estamos en deuda con ellos. Han sido olvidados.
Pero siempre hay una luz al final del túnel, un túnel de ya casi 30 años de gobierno de los mismos de siempre, que los han menospreciado y no han sabido aprovechar su potencial y amor a nuestra tierra.
Los hermanos lejanos ven en los partidos tradicionales un distanciamiento de la realidad y no reconocen en ellos una solución a los problemas del país. Uno de los candidatos parece seguir bajo la tutela paternal y no demuestra el liderazgo necesario para conducir al país, y el otro, durante los nueve años que estuvo a cargo de la cancillería, no logró cambiar la realidad y perspectivas de la diáspora salvadoreña.
Los salvadoreños en el exterior residen en el exterior pero siguen siendo salvadoreños, con derechos como los demás salvadoreños, y necesitan de su gobierno y sus políticas, ya sea para mejorar su vida allá o bien para potenciar su vinculación con su tierra natal.
Nuestros hermanos lejanos quieren participar en las elecciones, votando, cuidando urnas o simplemente motivando a sus familias para que vayan a votar. Pero no solo en las elecciones, sino que también quieren participar en la gestión del gobierno y el desarrollo del país, formando parte y colaborando en las políticas y programas que se impulsen.
Ellos han transformado sus vidas y así como han logrado cambiar para bien sus vidas, ahora quieren ser parte de la transformación de su país. De costa a costa, de Europa a Asia, del norte al sur, está surgiendo una fuerza pujante por una nueva era en El Salvador.
Unánimemente, Nuevas Ideas es el espacio de aceptación de su indignación hacia la clase política actual y es reconocido como el único vehículo para realizar las transformaciones para un mejor país.
Nuevas Ideas será el primer gobierno que promueva una verdadera política de protección y bienestar para los salvadoreños en el exterior y haga una alianza estratégica con ellos para potenciar el desarrollo en El Salvador.
A diferencia de los mismos de siempre, que durante este oscurantismo político de ya casi 30 años los ha dejado de lado, Nuevas Ideas no los olvidará y los tendrá como un sujeto protagónico de las acciones de gobierno.