Por Carlos Francisco Imendia
Hace unos días, en un recorrido por la carretera que de Metalío conduce a Acajutla, pude apreciar varias mujeres, con niños en brazos ondeando una bandera blanca, esta bandera no es política, significa que esas familias necesitan urgentemente alimentos. A pesar de ser una zona prospera, donde entran todas las importaciones al país, por medio del legendario puerto, y estar flanqueadas por zonas productivas de caña de azúcar, donde en esta época se ven las quemas de la zafra, el hedor de la ganadería de la zona, la abundancia láctea, árboles frutales, carne bovina, porcina y avícolas, el hambre y la pobreza brotan y se manifiestan, lo hacen dramáticamente en las carreteras, municipios empobrecidos como Metalio, que cuentan con un FODES recortado, la gente no tiene más opción que salir a la calle con su bandera blanca para pedirles a los vacacionistas de esta época dinero o víveres. La extrema pobreza es algo que no se puede maquillar, ocultar o ignorar, es algo que se debe afrontar, no con promesas si no que con acciones. No es posible que ante exorbitantes préstamos concedidos al Estado, estemos viendo estas muestras de calamidad, en la que las personas sólo se alimentan una vez al día, y no tienen más que hacer. Muy aparte de las diferencias políticas y el revanchismo, es momento de evitar los pomposos discursos y los indescifrables tuits y tomar al toro por los cuernos, llevándoles la garantía alimentaria a muchas familias de la empobrecida franja litoral de nuestro país, desde la Unión hasta Ahuachapán. Y no con alimentos vencidos o por vencer, sino que con alimentos cultivados y hechos en nuestro país, activando zonas estratégicas y productivas, a lo largo y ancho de nuestro pequeño país, no somos Nicaragua, Colombia o Brasil, para quebrarnos la cabeza con la logística, el país está conectado como para que una familia tenga una caja solidaria quincenalmente, y no quisiera cuadrar con el despilfarro que se hace para argumentar que si es posible llevarle alimentación a la gente, simplemente es una sugerencia a que por voluntad política y humanitaria nadie en El Salvador debe pasar hambre. Debe estar una barriga contenta, la de una persona o comunidad antes de que una obra de infraestructura sirva para las campañas políticas. De nada sirve magnas obras si la comunidad pasa hambre y tienen que salir a la carretera con las banderas blancas. El pueblo eligió a una nueva camada de políticos, alcaldes y diputados para que hagan la diferencia, y tumben la imagen aprovechada de los políticos que mamaron hasta saciarse de la leche del estado en el pasado, bien establecida la ecuación política a favor del pueblo, gobierno central, diputados y alcaldías no debería haber excusas para permitir que la brecha de la pobreza se siga ensanchando más. Los nuevos políticos deben saber que el descontento social es incontrolable y el hambre es una avalancha, no razona y no revisa estadísticas de encuestas.