viernes, 12 abril 2024

Lafiroa: un té mesoamericano para el mundo desde El Salvador

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Una salvadoreña emprendedora decidida a extraer la esencia del mejor té del paí­s

Marcela Figueroa (San Salvador, 1980) es salvadoreña, pero ha adoptado más la denominación de mesoamericana. A partir del fallecimiento de su esposo guatemalteco (ví­ctima del cáncer) decidió recorrer medio mundo para razonar sobre la muerte. Así­ terminó instruyéndose en la cultura y el arte del té. Ahora desea demostrar que Centroamérica es más que violencia y homicidios.

Tuvieron que pasar treinta años para redescubrir un dibujo “”de su autorí­a”” de 1986. Ese fue su parteaguas. Revivió el olor de las comidas de su abuela y de su madre. Resucitó en su paladar el sabor del café y del té. Así­ descubrió que algo andaba mal con estas bebidas.

“El café me hace mal, pero debe de haber algo más detrás de esta bolsita de té. Yo quiero hacer buen té y de calidad”, comentó para su fuero interno esta arquitecta y urbanista de profesión.

La salvadoreña viajó por Centroamérica, Suramérica, Europa y Asia.

“Tení­a como intuición el camino del té y lo encontré en la India”, le cuenta la centroamericana a ContraPunto. Ella no tiene un establecimiento, distribuye. Hace enví­os a Japón, España, Estados Unidos, Guatemala, Perú, Panamá, India y Alemania. El Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones de El Salvador le pidió enviar sus muestras a Rusia para la Expo Café y Té 2018 con sede en Moscú. Su ambición es abreviada: exportar a lo grande a todos estos paí­ses.

Marcela Figueroa se convirtió en una sommelier (es decir: amante y apasionada del té con experiencia en la cata, ceremonia, protocolo, servicio y cultura de esta bebida milenaria que emergió en China) y en una blender (o sea: profesional en la mezcla de té y en la creación de una marca). Se especializó en Londres y en el Club del Té (Argentina). Su mentora fue “”y es todaví­a”” la gurú Victoria Bisogno. También estudió en el Tea World Academy de Estados Unidos. Su primera visita a una plantación de té fue en San Juan Chamelco en Guatemala. Quiso más y fue a la plantación de Darjeeling en la India. También a los jardines del té en Siliguri y Assam (siempre en la India). Todo lo anterior le hizo pensar en sus orí­genes mesoamericanos, indí­genas.

La alianza mesoamericana

Regresó  a El Salvador. Hizo su propia bebida en 2014. Empezó a distribuirla en Guatemala y luego en su paí­s. Llamó a su proyecto Lafiroa (fusión de su nombre y apellido). Ahora busca los mercados de Nicaragua y México. Ya conquistó dos hoteles de prestigio en Guatemala y cuatro en El Salvador.  El resto de sus clientes son restaurantes y familias de renombre. Los precios de sus productos van desde tres a cincuenta, ochenta y cien dólares. Importa desde China, Taiwán y la India y junta estos insumos con ingredientes mesoamericanos.

“No tenemos un buen té en El Salvador. El té de bolsita posee pesticidas, saborizantes y aromatizantes. No es un té ortodoxo, orgánico. El té es todo un mundo. No es de hacer la mezclita y ya. Hay que entender la planta, saber su origen e historia. Es de saborearla, de saber las notas de la bebida, su  aroma”, comenta la purista.

La presencia de la mujer en el proyecto de Marcela Figueroa ha sido vital. Hay mujeres cuidando su bodega, secando frutas, hierbas, hebras, flores. Otras siembran manzanilla, tomillo y menta. Por eso busca alianzas con ellas en Guatemala, México y El Salvador.

“A través del té estoy apoyando a estas mujeres para que tengan una vida mejor. Y para mí­ eso no tiene precio”.

Entre  Guatemala y El Salvador hay siete mujeres en total que están bajo el liderazgo de la mesoamericana. En la actualidad está conversando con las  cooperativas de mujeres para hacer huertos urbanos herbales para el té.  Su próximo reto está en certificar cada producto (bebida) que ha creado  (alrededor de veinticinco). Ya hizo historia en El Salvador al hacer una transacción comercial entre su paí­s y la India vinculada al mundo del té.

“Fui la primera persona que importó té desde la India. Por eso es que ellos me llaman la embajadora de té en Centroamérica”.

La  producción de café en Centroamérica continúa siendo importante para la economí­a de la región. Igual valor tiene su consumo. Sin embargo, esto no ha impedido que el té se abra paso como bebida caliente o frí­a y que su manufacturación sea un modo de subsistencia. Una profesión. Y en efecto: para Marcela Figueroa ha sido viable convertirse en una emprendedora.

“Hemos tenido un crecimiento sostenido. En el verano  hemos aprovechado para sacar la lí­nea de té frí­o ‘City chai’ sin azúcar. Se ha ido volando. Y esto es porque nuestro público es muy exigente. Se fija en las viñetas y quiere que todo sea parte de una dieta sana”.

¿Qué significa para vos el té?

Es una bebida sagrada. Es conectarme conmigo. Es un momento de meditación y conciencia con el té. Es un momento de paz. Lafiroa es la esencia de Mesoamérica. Hice por ejemplo “Kuzkatan” (palabra de origen indí­gena y su adaptación al español es Cuscatlán) y es una bebida inspirada en la horchata de morro. Es un té para resaltar toda la riqueza que tenemos. Es una bebida exótica que solo vas a encontrar en El Salvador. Por eso es importante para mí­ hablarle al mundo de Mesoamérica y de su riqueza cultural.

¿Cuál es la obra maestra que has creado?

El  “Maya splendor”. Los ingredientes son de la plantación de Chirripeco de  Guatemala y el Assam que es el té negro de la India. Este té es el espí­ritu de Mesoamérica.

¿El té es una bebida de élites?

No  deberí­a. Lo que pasa es que viene del ritual inglés del té. En el origen el té nació para curar, para sentirse mejor. Y la gente lo consumió por sus beneficios y se hizo popular, pero el té en Inglaterra tiene muchas facetas y entró por la aristocracia, la realeza. Y desde entonces esto es lo que se nos transmite culturalmente.

Pero nada alejado de nuestra realidad, ancestralmente hemos bebido infusiones de hierbas de la abuela. Cuando vas a India y preguntas quien hace el mejor  Chai, ellos responden: “la abuela” Esto también respondemos nosotros cuando nos referimos a las recetas de la abuela.

¿Cuáles son los retos ahora?

Empoderar  a las comunidades lideradas por mujeres. Quiero que sean parte de los procesos de deshidratación de vegetales o de otros ingredientes para las  infusiones. Además quiero hacer mezclas de tés con flor de café con los  mejores baristas. Esto nos llevará a revolucionar el mundo de las bebidas en Mesoamérica. La idea es formar un colectivo de expertos creando un sello distintivo porque muchas de ellas son interpretaciones artí­sticas tradicionales como atoles, horchata de morro, chicha. También  quiero proyectar a nuestros paí­ses más allá de la violencia porque no solo somos eso.

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