La justicia está en el ojo de la tormenta.
El patriarcado está en el ojo de la tormenta.
Demasiadas, pero demasiadas de nosotras hemos tenido que cruzarnos con un violador en el camino.
Esta semana, miles de mujeres de países y continentes distintos han gritado en muchos idiomas alrededor del mundo: “El violador eres tu”.
Pero Ricardo Mendoza dice que la culpa es de Las Amorales.
¿Pensará también que sus alumnas (porque no es una, son varias), también son culpables por haber estado ahí, en Su clase, en Su teatro, vestidas vaya a saberse cómo? ¿Hasta cuando pensará lo mismo el Consejo superior universitario de la UES, que nos llena de vergüenza a todas las que en algún momento hemos pasado (y sufrido) por sus aulas?
Esto nos deja, como sociedad salvadoreña, ante dos problemas graves, que quien juzgue no podrá ignorar: el primero, verificar que el descrédito, la irrelevancia política y la baja calidad educativa de la Universidad está directamente vinculado a las redes de complicidad y a todo tipo de abuso de poder, incluyendo por supuesto el abuso sexual, que son el día a día de la Universidad y que la sociedad ha naturalizado de una forma siniestra, casi como una dosis diaria de patriarcado. Cuántas no hemos tenido que soportar insinuaciones a cambio de notas. Cuántas tuvimos que dejar ciclos para no volver a cruzarnos con profesores cuyas insinuaciones rechazamos. Cuántas reprobamos por decir que no a una salida después de clase.
¿Esto les parece normal? ¿En serio alguien puede pensar que este lastre que cargamos no tiene nada que ver con la pérdida de excelencia y de calidad en que ha caído la única universidad pública y, en general, todo el sistema educativo? Porque estas mismas situaciones pasan en las escuelas, en los institutos, en los bachilleratos. Todxs lo sabemos. Todxs conocemos a alguien. Porque esta es la realidad: no difamaciones, ni rumores, sino la triste y violenta realidad que nos ofrece a las mujeres el país con la tasa de feminicidios más alta del mundo.
Pero Ricardo Mendoza dice que la culpa es de Las Amorales.
Y este es el segundo problema: ¿se animará la justicia a volver a decirnos que la culpa es nuestra? ¿Nos llamará a nosotras difamadoras cuando todxs conocemos el acoso sistemático que sufren las niñas, adolescentes y jóvenes en el sistema educativo? ¿Estará la justicia y la sociedad dispuestas, una vez más, a ser cómplices, a mirar para otro lado una vez que unas hermanas se animan a hablar? ¿Seguirá pensando que tocarnos a plena luz del día es un atenuante, tal como tuvimos que leer en el fallo “contra” el magistrado Escalante?
Mientras, acá estamos juntas esperando.
Apoyándonos entre nosotras. Creyéndoles a Las Amorales.
Sumando y sumando. Siendo más cada día. Dispuestas, simplemente, a poner cada cosa a su lugar.
Y mientras esa justicia no se ponga a la altura de este, el tiempo de nosotras, seguiremos cantando en todas las plazas del mundo, a los Ricardos Mendozas, a la universidad, a los jueces y al estado: digas lo que digas, el violador eres tú.