La Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó la Ley de Cultura, en su plenaria del 11 de agosto del 2016. A propósito de tal momento, escribí unas palabras dirigidas a mi gente, a la que conozco y nunca vi, a todos los que trabajan día a día como parte de las fuerzas de cambio social y cultural que han sido y seguirán siendo las protagonistas genuinas de la historia de nuestro país.
En primer lugar, debo decir que el texto de la Ley de Cultura aprobado es distinto del Anteproyecto de Ley elaborado participativamente por la Secretaría de Cultura del FMLN. Después de su periplo (por tres años y medio) en el colegiado de partidos políticos que constituyen la Comisión de Educación y Cultura de la Asamblea, el texto original experimentó supresiones o modificación de títulos y artículos que afectan numerosas propuestas que fueron meditadas y priorizadas por compañeros y colegas de la cultura, el arte y la academia del país. Puedo decir, sin embargo, que la Ley preserva su corazón bueno y profundo, su corazón en medio de las tinieblas. Ese corazón se reúne en los principios y definiciones de la Ley: la cultura como derecho humano y pilar fundamental del desarrollo humano; como respeto a los derechos culturales, a la diversidad cultural y al principio de participación, como matriz de los significados e imaginarios que marcan el horizonte esperanzador de una sociedad.
La ley lleva en su código genético la apertura a la transformación. No esperemos que en los odres viejos de la política tradicional se generen los cambios. La nueva política se gesta en el seno del pueblo, en los sujetos socio políticos cuyo horizonte es el interés del país, en los espacios de entendimiento y coraje que abre la cultura y el arte gracias al despliegue de la dimensión creadora que tenemos los humanos. Ninguna Ley está escrita en piedra. Sólo las prácticas y las luchas de los sectores y comunidades abren el camino a la dignidad, a la emancipación y a la plenitud de la vida.
Consideremos está Ley como un primer paso, como una semilla que sólo podrá germinar en las significaciones que la consulta imprimió en el Anteproyecto de Ley del FMLN, cuando estas significaciones sean acogidas por la gente, por sus sueños, por sus obras, y por su disposición a luchar por lo que es justo. Es el ser humano, como dice María Zambrano, “el que saliendo de su extrañeza admirativa, de la angustia o del naufragio, encuentra por sí el ser y su ser. En suma, se salva a sí mismo con su decisión”.
Celebremos lo que haya que celebrar pero, sobre todo, empeñémonos, como personas, sectores y comunidades culturales, artísticas y de pensamiento, a cuidar y promover y defender nuestras convicciones y propuestas, porque es la única forma de continuar avanzando. Y, como recordaba Roque Dalton en razón a lo que se ama: “Cuida, limpia defiende nuestro amor, alma mía, yo te lo dejo como si dejara un puñado de tierra con semillas”