Esta pandemia hizo que de la noche a la mañana los profesores dieran un salto del salón de clases al internet para dar clases en línea. A muchos les falta acceso a una conexión estable; a otros ni les llega la señal del celular al lugar donde viven. Unos nunca habían usado una LMS o plataforma para dar clases; otros ni siquiera saben cómo subir un documento a Google Drive. La disparidad tecnológica y pedagógica en El Salvador es evidente y no hay nada que nos garantice que la enseñanza, ahora en línea, sea adecuada.
El cambio de la enseñanza presencial a virtual ha sido brusco y ha sido mucho más crítico porque se ha hecho bajo una emergencia. Este cambio requiere que los docentes seamos creativos mas sobre todo flexibles con la enseñanza, con nuestros métodos y con las exigencias hacia los alumnos. No es lo mismo dar un examen en un salón donde todos tienen las mismas condiciones básicas de papel y lápiz que dar una prueba en línea donde unos tendrán una MacBook Air con internet de fibra óptica mientras otros se conectan a puras penas con su celular desde algún pueblo remoto alejado de la ciudad.
Por años he estado dando clases en línea e instruyendo a instructores en diferentes partes del mundo para diferenciar la educación en línea de la educación a distancia de la educación presencial y semi presencial. Ya pasaron los días aquellos donde la Hemphill School daba cursos por correo tradicional para aprender a reparar carros. Es ahí, en la educación a distancia, donde el estudiante recibe un folleto y lo regresa ya terminado; es decir, así como en una clase presencial no le pediríamos a los estudiantes que lean el libro por toda la hora de clase, en la educación en línea no podemos simplemente subir un PDF, un Prezi o un video que nos pareció interesante en YouTube y pedirles a los jóvenes que escriban su entendimiento del material. ¡Nos debemos a los estudiantes! Es menester profesional prepararnos, instruirnos, actualizarnos y estar dispuestos a aprender para ser mejores agentes del conocimiento en nuestras áreas.
Es ahora más importante que nunca notar que la educación bancaria, concepto con el que Paulo Freire criticaba ese modelo de “depósito” donde quien tiene el dinero lo deposita en el banco el cual a su vez, indudablemente, lo hará crecer, no debe ser el modelo para la educación en línea; es decir, el profesor no debe ser el único que genere el conocimiento para depositarlo en los estudiantes a merced de sus capacidades de procesar la información.
Por muchos años he concordado con Freire y su propuesta en “La pedagogía del oprimido” donde hay que desaprender ese modelo vertical en el cual los profesores saben y los estudiantes son meros receptores pasivos del conocimiento. Yo veo mis interacciones con mis estudiantes más que una educación bancaria. No asumo que saben ni que no saben. Me gusta la horizontalidad, que me llamen por mi nombre y no “doctor tal”, me gusta compartir lo que sé con ellos y que me enseñen las cosas que ignoro.
Aparte de las limitaciones tecnológicas, los centúricos o mal llamados “nativos digitales” no son necesariamente expertos en tomar clases en línea ni en seguir instrucciones digitales. Saben de redes sociales y de selfies pero no de Prezi, de FlipGrid o de VoiceThread. Es ahí donde primero los docentes tenemos la obligación de alejarnos del concepto de educación bancaria y aprender nosotros para luego instruir a nuestros enseñandos.
En la educación en línea los docentes y los disentes tienen una responsabilidad compartida. El profesor puede ser muy bueno y tener recursos distinguidos para su labor, pero si los estudiantes usan la pandemia para decir que no han hecho su parte por el Covid, el aprendizaje no se llevará a cabo.
Los docentes nos debemos a los alumnos y tenemos que dar una educación de altura. Hay que ser creativos, sí, alejándonos de la educación bancaria y siendo flexibles con aquellos estudiantes que pueden no estar en las mismas condiciones tecnológicas de los demás. Hace falta el contacto físico, es cierto, pero mientras dure la emergencia intentemos estar lo más cerca de los alumnos como nos sea posible. Quizás no aprendan tanto como quisiéramos, pero por lo menos habremos estado ahí cuanto ellos necesitaban acompañamiento.