Se dice que la generación de cristal se sitúa entre los millennials y los centennials, es decir, aquellos jóvenes que rondan la mayoría de edad y que piensan que merecen ciertos privilegios. Los que no aceptan la crítica pues han nacido sabiendo y siempre tienen la razón. Son muy sensibles y se desintegran ante la adversidad y no toleran a sus detractores, principalmente en línea.
Muchas de estas características describen nuestra situación actual, sin necesidad de querer aparentar los 18. Los políticos, quienes deben responder a sus constituyentes –los patrones que les pagan su salario– bloquean a diestra y siniestra cuando se sienten presionados ante situaciones incómodas.
Basta ver como se les silba la vieja, se les saca el dedo o se les insulta a todos aquellos con quienes no comulgamos. “El respeto al derecho ajeno es la paz”, repiten sin cesar. Pero hay que comenzar respetando. Hay que saber que donde comienza el derecho del otro, ahí termina el mío. Debemos comenzar a ver la camisa del otro, ya sea del Águila, del Barça, de Nuevas Ideas o de ARENA sin ira, sin amenazas y sin violencia.
Pero nuestra sociedad no es así, nunca ha sido así. Y no somos así. Vivimos y perpetuamos este patrón cultural todo masticado pues se nos alimenta de odio. De ahí que sale Walter Araujo diciendo que debemos llevar cierta camisa para ponerla después de votar por si es necesario que, parafraseando, estos malditos conozcan la furia del pueblo. Ese señor no tiene 18 años pero denota una fragilidad de cristal que culmina con su enojo y sus amenazas rencorosas y vindicativas. Ya no estamos para eso, Walter.
Cuando José YouTuber critica a los mismos de siempre o alaba al presidente, todo el mundo está en paz y resulta ser chistoso y creativo. Ah, pero si el José decide criticar a Walter, a Milena o al mismo Bukele, le llueven las pedradas digitales y si anduviera en la calle no quisiera imaginarme cómo estos de la sociedad de cristal reaccionarían.
Todo tiene dos lados y no todo es blanco y negro. Las estrategias de confrontación generan más odio y división. Tener mecha corta es peligroso, como cuando aquella viejita, a quien se le perdieron cinco dólares suele acusar a sus nietos de hurto y después, al encontrarlos, sale pidiéndole al Señor que la perdone porque ella habló y acusó sin conocimiento. Ya, doñita, el daño ya está hecho. Hay que informarse e investigar a nuestros futuros gobernantes antes de tirar la piedra. Deslegitimar al otro basados en chismes no acarreará el resultado deseado.
Mi pesimismo es objetivo y bien fundado: somos ciudadanos de cristal y nos amenaza un perturbador porvenir si no corregimos el rumbo de esta nave-país. No permitamos ser seres cautivos de lo que nos dicen. No nos sometamos a lo que dice la mayoría. Hay que leerlo todo, investigarlo todo, cuestionarlo todo. Un meme o 30 segundos de Tik-Tok no son suficientes.
Vamos a votar pues es nuestro derecho y nuestro deber. Votemos informadamente por las mejores propuestas. Votemos civilizadamente y si gana el candidato opositor, tranquilos, no pasa nada. Ya en tres años tendremos el rematch.