La educación vive en la actualidad una crisis profunda, la cual a su vez es parte de una crisis más amplia de la vida pública. La característica principal del capitalismo neoliberal es el constante ataque hacia la democracia y sus instituciones fundamentales. Las raíces de este ataque tienen que ver con el peligro que la democracia le representa al poder.
En tanto último estadio de capitalismo depredador, el neoliberalismo forma parte de un proyecto de restablecimiento del poder de clase y consolidación de la veloz concentración del capital.
Ideológicamente el neoliberalismo concibe al lucro como la esencia de la vida social y al consumo como la única expresión de ciudadanía, reivindicando al mercado como la única vía de solución a todos los problemas. Como forma de gobierno promueve identidades y sujetos libres de cualquier regulación gubernamental identificando la libertad con el individualismo. Su ética es la de la supervivencia del más apto. Su proyecto político conlleva, entre otras medidas, la privatización de los servicios públicos, la venta de las funciones del Estado, la desregulación del trabajo y las finanzas, la eliminación del Estado benefactor y los sindicatos para finalmente convertir a la sociedad en un enorme mercado.
La consecuencia de esta perniciosa ideología es la imposición de una cultura de feroz competencia individualista y la guerra abierta en contra de los valores públicos, así como de las esferas que desafían las reglas del capital. Se debilitan de este modo las bases democráticas de la solidaridad, lo que termina por degradar y desgarrar cualquier colaboración o formas de obligación social.
Uno de los golpes más significativos, es el empecinado esfuerzo por destruir la educación crítica, anulando sus posibilidades para ejercer un rol en la construcción de ciudadanía comprometida y una democracia vigorosa.
En alguna medida el predominio y triunfo de este modelo económico se debe a la profundidad cultural e histórica de sus raíces. El neoliberalismo es más que un modelo económico, constituye un “extracto purificado” de tendencias con una larga historia en el pensamiento occidental. Esto vuelve relativamente fácil la imposición y conversión en sentido común de sus presupuestos.
En este sentido los educadores, junto a otros trabajadores culturales, tienen en sus manos, el potencial de contribuir de manera significativa a contrarrestar los efectos lesivos del neoliberalismo. Las instituciones educativas tienen una enorme importancia, en tanto dispositivos culturales, en la configuración de los deseos, las identidades, el accionar de los sujetos y la creación de imaginarios. Una educación que se nutra de las experiencias, las voces y la imaginación de los estudiantes, las mujeres, las minoorías y otros grupos subordinados, al tiempo que los dote de la capacidad para ejercer su ciudadanía y raciocinio crítico es capaz de ejercer un influjo positivo en la orientación que tome la sociedad. De tal modo que se ponga en marcha un proceso democratizador cuya base sea el bienestar de los ciudadanos en lugar del control y dominio sobre los mismos.