El periodismo demanda vocación auténtica. Ello significa asumir todos los riesgos; sobre todo, aceptar que el ejercicio honesto no ofrece bienes económicos, pero brinda satisfacciones. También, su ejercicio demanda real apertura a toda experiencia y debate socio cultural y político, venga de donde venga, toda vez que contribuya a informar/opinar con honestidad.
Desde siempre, en El Salvador ha sido evidente el rompimiento de algunos principios profesionales -veracidad e imparcialidad- por parte de los principales Medios de Comunicación Social, que siempre han mantenido una posición radical y conservadora según sus principios, con evidente sesgo informativo y de opinión, en línea con el poder político-económico, contribuyendo a favorecer medidas que atentan contra los intereses de la población más necesitada.. Diferente es, sin embargo, cuando el medio o el periodista se define -con aceptación pública- como parte integrante o vocero oficial de un partido político o de cualquiera otra organización.
Si bien, al inclinar el fiel de la balanza los medios y los periodistas pierden imparcialidad y hasta credibilidad, por cuestión de principios y en aras de la libertad de expresión, nadie puede impedirles que expongan lo que decida e indique su línea editorial, toda vez que no se dañe la moral y el orden público. Es casi como obligar a una buena parte de la población a aceptar mensajes, a lo mejor dichos hasta con vehemencia extrema, que solo corresponden a una realidad, que no es precisamente la que percibe y comparte el pueblo. Desde luego, ese evidente sesgo les niega a los medios de comunicación todo derecho a autonombrase imparciales, los más objetivos y los más veraces.
¿Quién no ha sentido ira e impotencia ante contenidos editoriales, informativos y de opinión, de algunos matutinos, vulnerando impunemente la dignidad e inteligencia de los salvadoreños? Precisamente hoy, cuando El Salvador -previo a próximas elecciones presidenciales- vive serio nivel de agitación socio política por un emergente liderazgo, u otra acción de ideología contraria, que en nada convienen a los intereses de sectores poderosos, es evidente lo tendencioso de algunos medios impresos, hacia el desprestigio de personas o entidades, ya sea magnificando hechos mínimos, o minimizando hechos relevantes, para crear falsa imagen de la persona o entidad festinadamente cuestionada. Se ve muy mal.
Y ¿quién puede pasar por alto el sesgo tendencioso en el titular de una noticia cuando, al leer detenidamente el contenido, este no corresponde a ese titular; y, a veces, es hasta distinto a lo que el buen reportero quiso informar? Se ve peor de mal. Se ve peor que mal.
Y ¿cómo ignorar también que -a veces- las páginas o sitios de opinión se convierten en espacios cautivos, para columnistas cautivos que -con mínimas excepciones- tratan temas también cautivos; es decir, en consonancia obligada con la línea editorial? De esta manera, el medio tiene la seguridad de que ningún editorialista o colaborador se “saldrá del huacal” y que, al contradecir la línea editorial, sus artículos puedan afectar los intereses, personales o empresariales, de sus patrocinadores. Como en el dicho, quien paga el mariachi ordena la canción.
Sin embargo, en este proceso evolutivo de la comunicación social, no todo está perdido. El cerco comunicacional va cediendo. La comunicación asediada poco a poco suelta sus amarras. Los medios de comunicación alternativos (Impresos, Radios comunitarias, Periódicos digitales…), de manera creciente intentan impulsar verdaderos esquemas comunicacionales: veraces, objetivos e imparciales, para satisfacción del mundo receptor más humilde. De ahí que sean evidentes las bajas en el nivel de credibilidad de los medios tradicionales, al dejar al descubierto su intencionalidad de favorecer a diferentes sistemas de dominación, aun quizás hasta a costa de sus principios.
Si bien, a partir de un somero panorama mundial sobre el comportamiento de algunos medios de Comunicación Social, pareciera una especie de utopía lograr su imparcialidad, veracidad y oportunidad, en los aspectos noticioso y de opinión, lo cierto es que hay un proceso creciente hacia el rompimiento del tradicional cerco comunicacional y, por lo mismo, el fin de la comunicación asediada, por exigencia de la población misma, poco a poco ha comenzado a ser un logro ciudadano, inevitable e irreversible.