viernes, 26 abril 2024

La amistad entre el beato Romero y el cardenal Rosa Chávez

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El ahora primer cardenal de El Salvador y el beato Romero tuvieron una amistad marcada por la confianza y por compartir una lucha a favor de los más desprotegidos

Desde este miércoles, monseñor Gregorio Rosa Chávez se convirtió en el primer cardenal en la historia de El Salvador. Desde que se hizo público el anuncio de su nombramiento, el religioso dijo que recibirí­a el cargo a nombre del beato monseñor Romero.

“Como he dicho tantas veces, él es quien merecí­a estar en este lugar, pero el Señor le concedió la gracia desde el martirio y fue cardenal por la púrpura de su sangre“, dijo antes de partir a Roma para su investidura el pasado sábado.

Y es que el ahora cardenal con el beato salvadoreño tuvieron una amistad muy sólida. En su diario, Romero lo llama un “amigo que lo ha sido desde tanto tiempo y muy de fondo“.

Rosa Chávez es mencionado 17 veces en el diario personal de Romero. En todas se refiera a él en situaciones de confianza, apelando a su opinión y consejo para apoyarse.

“Esta noche estuvo conmigo el padre Gregorio Rosa y platicamos bastante profundamente sobre la denuncia de los señores obispos y de la realidad de nuestra arquidiócesis; es un momento de la verdad, piensa el padre Goyo, y hay que aprovechar este momento para reafirmar la posición de la Iglesia y quitar todos aquellos obstáculos que impiden una pastoral más auténtica”, escribió Romero el 21 de mayo de 1979.

Después de su asesinato, Rosa Chávez se convirtió en uno de los más férreos defensores de su legado y dedicó buena parte de su trabajo a promover la causa de su beatificación y santificación.

Al beato ha dedicado su nombramiento y a él también ha dicho que buscará imitar para ejercer su trabajo como cardenal.

Rosa Chávez incluyó también a monseñor Romero en su escudo cardenalicio. “Cristo es nuestra paz”, reza una inscripción en latí­n y junto a esta aparecen alusiones a la Virgen Marí­a, al Martirio de la Iglesia, a Romero y la opción preferencial por los pobres.

La estampa conmemoratoria del nombramiento de Rosa Chávez como cardenal iba acompañada, además, por un fragmento de la homilí­a de Romero del 17 de diciembre de 1978: “La palabra queda y este es el gran consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá, pero mi palabra, que es Cristo, quedará en los corazones que la hayan querido acoger”.

Ese mismo año, pero en junio, Rosa Chávez defendió a Romero de las acusaciones del obispo de San Vicente, monseñor Aparicio.

“Por la noche, con el padre Gregorio Rosa, rector del Seminario, estudiamos la respuesta que habí­a que dar a las cartas de monseñor Aparicio y de la Sagrada Congregación para la Educación, para responder a las graves acusaciones que, originadas por informes de monseñor Aparicio, han provocado desconfianzas para con el arzobispado y para con el equipo de formadores del Seminario. El padre Gregorio estuvo muy atinado en señalar las respuestas enérgicas, cientí­ficas, a cambio de unas acusaciones tan superficiales y tan inspiradas en la mala voluntad de monseñor Aparicio”, escribió el beato Romero el 3 de junio de 1978.

Y es que el obispo de San Vicente era uno de los representantes eclesiales que reprobaba el trabajo social de monseñor Romero por considerarlo polí­tico. Rosa Chávez, en cambio, aconsejó y apoyó siempre esa forma de trabajo: “sentir con la Iglesia”.

Una filosofí­a de vida y de trabajo que el ahora cardenal ha jurado frente al Papa aplicar desde su nuevo cargo dentro de la Iglesia Católica.

“Jesús no los ha llamado para que se conviertan en “˜prí­ncipes”™ en la Iglesia, para que se “˜sienten a su derecha o a su izquierda”™. Los llama a servir como él y con él“, dijo el Sumo Pontí­fice, haciendo alusión a que a menudo los cardenales vienen llamados de aquel modo.

Está previsto que el cardenal Rosa Chávez regrese al paí­s el próximo 4 de julio. Antes de irse, dijo que mantendrí­a sus cargos como párroco de la Iglesia San Francisco y como Obispo Auxiliar.

No cabe duda de que su voz como nuevo cardenal dará un mayor realce a su lucha por la santificación del beato Romero, quien fuera además su amigo y consejero en años difí­ciles para la Iglesia salvadoreña.

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Redacción ContraPunto
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Nota de la Redacción de Diario Digital ContraPunto
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