Por Kenneth Rogoff
CAMBRIDGE – Los gobiernos de muchos países, principalmente el de China, siguen experimentando con las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC por su sigla en inglés). Money 3.0 está avanzando a toda velocidad y, con su reciente documentación técnica, titulada “El dólar estadounidense en la era de la transformación digital”, la Reserva Federal de Estados Unidos, claramente rezagada, finalmente ha comenzado a intervenir, aunque sólo de manera poco entusiasta. La cautela de la Fed es entendible, ¿pero es excesiva?
La Fed fija una vara extremadamente alta para introducir un dólar digital minorista. Por empezar, nos dicen que la nueva forma de moneda debe brindar beneficios de manera más efectiva que otros métodos, supuestamente en referencia a las stablecoins digitales vinculadas al dólar y a las cuentas bancarias existentes. Por ejemplo, un supuesto beneficio de un dólar digital es ofrecer una “compensación en tiempo real” para pequeños pagos, lo que por supuesto la moneda en papel ya hace, y la Fed planea introducir en breve pagos electrónicos de 24 horas a través de los bancos. La moneda digital también debe proteger la privacidad (las autoridades chinas dicen lo mismo) y no debe facilitar la actividad criminal, lo cual es irónico dada la popularidad del billete de 100 dólares en la economía sumergida global.
Lo más problemático de todo es el requerimiento de la Fed de que los beneficios esperados a partir de introducir un dólar digital superen cualquier riesgo que esto pueda crear. Es un obstáculo muy difícil pero razonable. A pesar de todos los defectos de la infraestructura financiera existente del mundo, su funcionamiento interno se ha mantenido esencialmente intacto durante décadas. Imaginemos un escenario de pesadilla en el que un dólar digital mal diseñado dejara abierta una “puerta trasera” que permitiera que una potencia extranjera hostil cerrara todo el sistema financiero global basado en el dólar de una sola vez.
Dejando de lado los riesgos, no es difícil de entender por qué la Fed se muestra particularmente reticente a cualquier cambio cuántico en el sistema financiero existente. Después de todo, el dominio internacional del dólar le aporta infinidad de beneficios a Estados Unidos. Reduce las tasas de interés que tienen que pagar los ciudadanos y las corporaciones estadounidenses, para no mencionar aquellas para el mayor prestatario del mundo, el gobierno de Estados Unidos –lo que Valéry Giscard d’Estaing, el entonces ministro de Finanzas de Francia, llamaba el “privilegio exorbitante” de Estados Unidos.
El dominio del dólar también les da a las autoridades norteamericanas una influencia sobre la estructura del sistema financiero global, inclusive un acceso privilegiado a información sobre las transacciones mundiales con dólares. Asimismo, le permite a Estados Unidos imponer sanciones financieras significativas. Rusia ha sido objeto de sanciones financieras selectivas desde su anexión de Crimea en 2014, pero la administración del presidente Joe Biden ahora amenaza con medidas mucho más fuertes en caso de una invasión rusa de Ucrania.
Mientras otros bancos centrales lideran la tarea de introducir monedas digitales, algunos temen que la Fed pueda encontrarse en la posición de Eastman Kodak (que alguna vez hizo una fortuna procesando película) cuando llegó la fotografía digital, o de los fabricantes de relojes mecánicos suizos cuando los relojes digitales se volvieron ubicuos.
Pero hay otra razón más sutil para la reticencia de la Fed frente al dólar digital: Estados Unidos sigue siendo fundamentalmente una democracia y una economía de mercado. Si bien el gobierno tiene un poder regulatorio y legal considerable para implementar la adopción de su moneda digital, esto se aplica sólo hasta un punto. No se puede obligar a la población norteamericana a aceptar una transición que no quiere. ¿Recuerdan cuando el Tesoro intentó popularizar los billetes de 2 dólares porque ahorraría dinero en la impresión de billetes de un dólar?
De manera que, cuando Estados Unidos efectivamente intente introducir un dólar digital minorista –cosa que creo que terminará haciendo-, tal vez sólo le dé un mordisco a la manzana. En este momento, el rango de tecnologías y opciones para las CBDC es casi ilimitada. (La Autoridad Monetaria de Singapur recientemente realizó un concurso para diseñar el dólar de Singapur digital y la ronda final –en la cual participé como juez– no tenía menos de 15 entradas diversas)-. Si el gobierno chino decide que eligió la tecnología equivocada para su CBDC, puede decirle a todo el mundo que quiere dar marcha atrás. Pero si el primer intento de la Fed con un dólar digital fracasa, debido a una falta de interés público y a una acometida política, tal vez tenga que esperar décadas antes de intentarlo de nuevo.
Una cuestión visiblemente ausente en la documentación técnica de la Fed es cómo el organismo planea regular las tecnologías financieras descentralizadas de Web 3.0, un dominio donde las autoridades estadounidenses hasta el momento parecen estar perdidas en acción. En particular, los reguladores estadounidenses necesitan con urgencia hacer mucho más para guiar y restringir el crecimiento de las criptomonedas privadas y sus muchos derivados. Como señaló la senadora estadounidense Elizabeth Warren, “las criptomonedas son la nueva banca en las sombras”. La opinión generalizada de que las criptomonedas se utilizan básicamente para inversión y no para transacciones y flujos de capital –una visión a la que suscribe el documento de la Fed- es una mera ilusión, como ha demostrado la investigación reciente.
El presidente de la Fed, Jerome Powell, ha sostenido que introducir una CBDC estadounidense debilitará la demanda de criptomonedas. Ésta es una de las motivaciones de la Fed para producir su documentación técnica. Pero gran parte de la demanda de criptomonedas como Bitcoin proviene de la economía sumergida global, ya sea para compras de drogas ilegales en la Internet oscura, evasión de sanciones por parte de oligarcas rusos, fuga de capitales, lavado de dinero o evasión impositiva.
Es irrefutable la necesidad actual de una regulación estricta del uso de criptomonedas de las economías avanzadas, y de otras CBDC en tanto vayan siendo utilizadas a nivel internacional. La reticencia de la Fed a apresurarse a lanzar un dólar digital es entendible, pero no es una excusa para el ritmo lento de la reforma regulatoria.
Kenneth Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard.
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