lunes, 15 abril 2024

Irma Lanzas: El elogio funerario como ideología

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Algunos de los elogios funerarios que se escribieron sobre Irma Lanzas deberían suscitar una reflexión sobre nuestra memoria política y literaria. Tanto los críticos sospechosos de alimentar el patriarcado en nuestras letras como esas escritoras feministas que tanto presumen de rigor moral coincidieron al presentarnos un retrato amable y conciliador de la poeta recientemente fallecida. Ya sabemos que la escritura de tales panegíricos es un ejercicio de la buena educación cristiana que considera inoportuno mencionar ante el cuerpo yaciente las zonas problemáticas de su vida.

Las alabanzas al muerto son un género literario con sus propias convenciones y debidos silencios. Para empezar, como no podía ser de otra manera, son escritura de ocasión. Pero como cualquier texto que se precie, sus silencios admiten interpretaciones ideológicas. Si el panegírico se proyecta más allá de su circunstancia debida, conviene deconstruirlo.

En la mayoría de los elogios a Irma Lanzas se pasó de puntillas sobre el hecho de que su compañero de vida fue un colaborador activo de la dictadura militar en nuestro país. Sé, por supuesto, que las personas son complejas y que los papeles políticos que llegan a desempeñar solo son un aspecto de sus figuras poliédricas, pero en un repaso de sus trayectorias no se pueden silenciar, en nombre de la cordialidad, sus acciones problemáticas.

Cabe separar la cultura de la política o las bellas letras de la ideología, pero estas separaciones no las admite el pensamiento feminista. Este nos recuerda con insistencia la moralidad de los escritores (se condena a Neruda por haber abandonado a su hija enferma) o los contenidos ideológicos latentes de sus obras (se denuncia en “Lolita” un posible elogio al abuso sexual de las niñas).

Si el feminismo es también una conciencia moral vigilante en el mundo de la cultura, a qué se debe ese silencio en torno al hecho de que Irma Lanzas fuese la esposa de Waldo Chávez Velasco, persona que admitió de manera franca o quizá cínica que uno de sus servicios a la dictadura había sido el de pagar silencios o comprar adhesiones en el mundo periodístico, etc., etc.

¿Qué opinaba Irma de ese papel desempeñado por su marido? ¿Lo conocía, lo ignoraba? ¿Es esta una pregunta sin importancia para quienes han escrito apologías amables sobre la poeta? ¿O Irma Lanzas se haya a salvo de los criterios éticos con que se juzga la persona de Neruda porque las mujeres por principio son inmaculadas, aunque hayan sido las compañeras de vida de alguien como Waldo?

Dicho con elegancia, que la excelsa poetisa estuviese casada con un personaje éticamente dudoso nos arroja al mundo de las interrogaciones. Que dicho personaje éticamente dudoso también fuese amante de las bellas letras y la buena comida sugiere caminos muy interesantes para examinar las relaciones entre la ética, la literatura y todo lo demás.

No voy a debatir ese papel de fundadora de la generación comprometida que se le ha otorgado a Irma póstumamente, me parece más importante señalar que su perfil ideológico revela que en el seno de dicha generación hubo contradicciones y hasta enemistades políticas. Waldo y posiblemente su compañera fueron poetas comprometidos, pero comprometidos con la dictadura militar, al menos durante un tiempo. Las dictaduras no solo recurren a la bala o el calabozo para gobernar, también recurren a los servicios de figuras cultas, desconcertantes y complejas como Waldo.

Irma y Waldo o Waldo e Irma evidencian las fracturas ideológicas y estéticas de la dichosa generación comprometida y son una prueba de que la exquisita cultura no solo convive con el autoritarismo militar, sino que también puede colaborar activamente para sostenerlo.

Una vez pasado el momento de la comprensible apología, hay que pensar a la poeta en sus claros y oscuros. Y no se trata de emitir fáciles condenas maniqueas, como de pensar en esa trágica complejidad de nuestra historia política y literaria que una amabilidad mal entendida, la del elogio funerario, prefiere pasar por alto.

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Álvaro Rivera Larios
Álvaro Rivera Larios
Escritor, crítico literario y académico salvadoreño residente en Madrid. Columnista y analista de ContraPunto
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