sábado, 23 noviembre 2024

“Héctor Oquelí, un mártir en la negociación de los Acuerdos de Paz”: Víctor Valle

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A 34 años del secuestro y asesinato de Héctor Oquelí, ContraPunto entrevistó al Dr. Víctor Valle, quien trabaja en establecer su legado a través del Centro Internacional de Estudios Políticos “Héctor Oquelí”.

Redacción ContraPunto

Hoy, se cumplen 34 años del secuestro y  asesinato del militante del socialismo democrático, Dr. Héctor Oquelí Colindres, y su acompañante, la abogada guatemalteca, Lcda. Gilda Flores, a manos de un grupo violento, el 12 de enero de 1990, cuando El Salvador atravesaba sus últimos años de un conflicto armado.

ContraPunto entrevistó al académico y político salvadoreño, Dr. Víctor Valle, quien conoció por más de 25 años al que él considera un mártir socialdemócrata en la negociación de los Acuerdos de Paz, que se concretaron y firmaron dos años después de su muerte, el 16 de enero de 1992.

Tras compartir experiencias en la gremial estudiantil universitaria AGEUS, y militar juntos en el partido político Movimiento Nacional Revolucionario, Valle junto a otros compañeros de Oquelí, ahora gestiona, desde hace un año, la formación del Centro de Estudios Internacionales “Héctor Oquelí”, para construir un monumento no tangible en su honor.

¿Cómo describiría a Héctor Oquelí?

Conocí a Héctor desde que entró a la Universidad de El Salvador en 1962. Y muy pronto nos vimos envueltos en trabajo gremial estudiantil, en la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños y, posteriormente, tuvimos la oportunidad de militar juntos en el Movimiento Nacional Revolucionario, donde él desplegó una actividad muy vigorosa como dirigente de la Internacional Socialista y como impulsor de la negociación que en El Salvador le dio fin a la guerra civil de los años 80.

Pero, además, lo conocí como persona, siendo un compañero muy ponderado, tranquilo, dado a escuchar y a construir puentes para dialogar y, sobre todo, con mucha sencillez y claridad para entender y explicar los problemas del país y las dinámicas de la política internacional.

A su opinión, ¿cuál es el legado que dejó el pensamiento de Oquelí? 

Justamente, cuando creamos el Centro de Estudios Internacionales “Héctor Oquelí” pensamos que era la mejor manera de establecer un monumento no tangible a la memoria de Héctor. Digo no tangible porque estamos acostumbrados a los monumentos de estatuas o bustos y un Centro como el que impulsamos es más bien una institución.

Al ser Héctor intelectual y muy dado al estudio, creímos conveniente organizar en su homenaje un Centro de Estudios Internacionales. ¿Por qué estudios internacionales? Porque es en el ámbito que él se movió exitosamente, sin olvidar la raíz de los problemas en el país. Él le dio un impulso a las relaciones que había que tener con otros contextos y con otras realidades.

En ese sentido, el legado de Héctor consistirá en darle vida a un centro como el que hemos pensado, a través de estudios, investigaciones, publicaciones y, sobre todo, de los debates que se organicen, para hacer luz sobre los principales problemas del país.

¿A qué se dedica el Centro de Estudios Internacionales “Héctor Oquelí”?

La idea que tenemos nosotros es construir un centro de estudios que haga investigaciones sobre la realidad nuestra, que haga propuestas que ilustren políticas públicas en materia de desarrollo social, y que, sobre todo, tome en cuenta la pluralidad de de puntos de vista con el denominador común de querer enfrentar con éxito los problemas del subdesarrollo en el país.

¿Cuál considera que fue la causa del secuestro y asesinato de Oquelí?

Creo que fue asesinado injustamente por ser un impulsor de la paz en El Salvador y de la construcción de la democracia y la justicia en nuestro país.

En los años 1980, el diálogo y las negociaciones para lograr acuerdos y darle fin al conflicto armado no contaban con la simpatía de las derechas salvadoreñas, de manera tal que, cuando se hablaba de negociar, se consideraba mala palabra, y a sus impulsores eran considerados traidores a la patria.

El 11 de enero Héctor llegó a Guatemala para solventar unos trámites administrativos, no en una actividad política. Así, inerme y sin protección especial, lo secuestraron y lo asesinaron el 12 de enero de 1990, al día siguiente de su llegada. Creo que la intención de los asesinos fue enviar una advertencia y amenaza a los impulsores de la negociación. Vale decir que Héctor con su muerte pasó a ser un mártir socialdemócrata de la negociación; pero los asesinos no tuvieron éxito pues la paz se firmó dos años después. En ese sentido, se puede decir que la paz lograda fue abonada con la sangre de ese mártir que se llamó Héctor Oquelí.

Sobre los 34 años de impunidad que ha tenido este caso, ¿cuál es su opinión? ¿Por qué tantos años sin justicia?

Cuando lo asesinaron y él era dirigente de la Internacional Socialista, el secretario general del Movimiento Nacional Revolucionario, Dr. Guillermo Ungo, le solicitó a la Internacional Socialista apoyo para hacer un análisis de los hechos, y se encargó a dos muy destacados juristas estadounidense la tarea, quienes se dedicaron a estudiar los informes y los documentos oficiales derivados del hecho y hacer algunas entrevistas.

Después de algunos meses de trabajo, estos dos juristas —que no actuaron como jueces, ni como fiscales, ni como abogados acusadores—, sino como analistas del hecho desde el punto de vista jurídico y político, concluyeron una cuestión que, yo creo, es digna de análisis y de seguimiento. Dijeron: “Extremistas terroristas derechistas salvadoreños fueron los organizadores y principales ejecutores de los asesinatos”.

Uno debe de entender que ellos,  como académicos y como políticos académicos, no querían hacer señalamientos directos, pero como dicen los mismos abogados, con esa afirmación no solo establecieron una hipótesis de trabajo, sino que plantearon una presunción vehemente de por dónde estaban los responsables de esos asesinatos.

A pesar de que está caracterizado el mecanismo intelectual de las órdenes de perpetrar los asesinatos, al no haber encausado a nadie, la conclusión sencilla y llana es que ese crimen político sigue en la impunidad. Y eso, pasados 34 años, no solo es indignante, sino que es preocupante que quienes hayan cometido un hecho de tal gravedad, todavía no se sabe explícitamente quiénes fueron, ni mucho menos se les ha enjuiciado para recibir el castigo que merecen.

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