Quien diría que la política y las decisiones de la nación estén relacionadas con el estómago. Pues sí y los políticos lo saben bien, por eso recurren a los alimentos y a las bebidas a la hora de realizar actos públicos o jornadas electorales. Ahí se me ocurre una adaptación al refrán “Barriga llena corazón contento” a “Estómago lleno, estoy dispuesto a escucharte”.
En la famosa pirámide de las necesidades del ser humano de Abraham Maslow ubica a la alimentación en su base dentro de las necesidades fisiológicas de las personas, es por eso que el marketing político no lo puede obviar y a la hora de una multitudinaria concentración debe ser tomado en cuenta.
La alimentación es el gancho en las grandes concentraciones políticas así como el transporte, te movilizan del cantón hasta la ciudad, ida y vuelta, ya en el magno evento te dan un ticket para que reclames: Un pan, que puede ser un sándwich, un croissant o un chori; con jugo o gaseosa. Aun es un enigma el monto –que es obligatorio incluirlo en la campaña– asignado a movilizar y alimentar una gran cantidad de personas.
Cuando se realiza una convención partidaria, un lanzamiento de una política nacional, etc. Siempre a la redonda del evento hay una enorme cantidad de buses, camioncitos con comida (agua, jugos, panes, polllo, etc.) Los políticos deben suplir las necesidades fisiológicas de sus seguidores para tener una buena participación del evento y tener una buena foto del drone.
Un político que no es líder, un partido que no cuenta con la credibilidad suficiente para atraer la atención de la masa, siempre recurrirá a usar de gancho la alimentación y el transporte para llenar plazas. Lo que por ende se debe adaptar al presupuesto de la campaña.
Las asoleadas y caminatas, sumado las dos o tres horas de discurso, mas el acto cultural, no son de gratis, un refrigerio (más transporte) es reclamado por los seguidores que asisten a los actos proselitistas.
Nada es de gratis, los políticos y los partidos saben que para garantizar el éxito de un evento partidista y contar con el caluroso apoyo de la masa, deben tener el recurso y la logística de movilizar mares de gentes.
Solamente un verdadero líder podría atraer a la multitud, y estos buscarían los medios, se costearían la alimentación, caminarían bajo el sol si no encontrasen transporte con tal de verlo, eso lo pudimos apreciar los salvadoreños en las ultimas dos visitas del Papa Juan Pablo II a El Salvador (Marzo de 1983 y Febrero de 1996) la población salvadoreña desbordada, saliendo de los cantones y caseríos de madrugada, con los peligros del conflicto armado, con el anhelo de ver a uno de los máximos lideres del siglo XX. La gente se desmayaba, sufría de insolación en su trayectoria al templete papal de Metrocentro, pero eso no importaba.
Este líder era el único capaz en su época de despertar eso, actualmente estamos en sequía de lideres, durante la ultima década nadie ha sido capaz de provocar en el pueblo desbordamiento de pasiones, lo que vemos en la actualidad son construcciones mediáticas en base a imagen, sofisticación y polémica; no un liderazgo nato y carisma natural (de atracción de masas) que caracteriza a los grandes líderes. ¿Cuanto tiempo les tomará a los partidos tener un líder nato? O un líder que salga de la sociedad civil organizada. Mientras tanto seguirán haciendo show, optando por el populismo, haciendo malabares en redes sociales, asignando presupuesto para transportar y alimentar a la masa que los sigue por lo que se les da y no porque les provoque seguirlos por convicción.