No en la politiquería oportunista y financiada por la derecha global
Desde 1998 he venido repitiendo que la función social de la cooperación internacional (CI) en nuestros países es contrainsurgente. Ahora, esto se ha hecho obvio gracias a los casos de Venezuela y Nicaragua, aunque Guatemala es en donde esto adquiere rasgos escandalosamente monumentales por ser el país en el que la CI ha sustituido casi por completo a la sociedad civil y también a la sociedad política, es decir, al Estado. No hay ministerio a donde uno vaya en donde no mire letreros que indican que este o aquel proyecto está financiado por una o la otra agencia internacional. Y eso se lo debemos a Arzú, quien fue el encargado de poner en escena la firma de la paz para que pudiera ingresar aquí el capital corporativo transnacional y así reducir el Estado a una oficina gerencial de la oligarquía y dejarle el “desarrollo” del país a las agencias donantes. Neoliberalismo, le llaman ¿El resultado? La Guatemala que tenemos hoy, que no es otra que la que surgió de la victoria de la derecha sobre la izquierda en la guerra interna. No imagino cómo pudo ser el país si hubiera ganado la izquierda. Pero todos sabemos cómo es gracias a que ganó la derecha.
Fue debido a este triunfo oligárquico que se nos vino encima la cooperación internacional y su dispersora agenda culturalista, que fragmentó a la sociedad civil en tribus culturales que viven compitiendo deslealmente entre sí por los financiamientos, con lo que el escrutinio ciudadano pasó a ser un estridente simulacro mediático de rebeldía, el cual atrae a los más conspicuos oportunistas, pues no hay nada más cómodo que victimizarse y recibir dinero por ello, dándose aires de “luchadores sociales” y sustituyendo convenientemente la lucha de clases por los issues culturalistas de toda índole biempensante, inclusiva, tolerante y “descolonizadora”. Todo, generosamente financiado por países a los que —basta tener dos dedos de frente geopolítica para darse cuenta— no les conviene la democratización de América Latina. No puede convenirles pues forman parte de un bloque financierista globalizador al que lo que le sirve son izquierdas domesticadas a su servicio. A esto se dedica también George Soros y su miríada de fundaciones “progres”, en las que pululan alegres legiones de oportunistas “de izquierda” que en la práctica trabajan contra los pueblos y tratan de desdentar a sus organizaciones genuinas para oenegizarlas y hacerlas inocuamente culturalistas.
Pero, ojo: hay una izquierda que no participará de esa traición al pueblo y por ello no integrará la unidad izquierdoderechista guiada por el oligarca en jefe de la restauración conservadora y el plan geopolítico “para la prosperidad”. ¿Por qué? Porque esa izquierda es pueblo, y hace la unidad en el pueblo. No en la politiquería oportunista.