Por Margarita Mendoza Burgos.
Aunque pueda parecer que el término gaslight está de moda y es algo novedoso, lo cierto es que por lo menos tiene 80 años. Deriva del título de una obra de teatro de 1938 con ese nombre (Gas Light), pero por sobre todo de su versión cinematográfica dirigida por George Cukor en 1944, protagonizada por Ingrid Bergman y Charles Boyer.
El guión gira en torno a un esposo manipulador que intenta enloquecer a su esposa gradualmente haciéndole creer que está perdiendo la cordura. Utiliza tácticas como atenuar y aumentar la luz de las lámparas de gas en la casa para que la esposa piense que está viendo cosas que en realidad no están sucediendo, entre otras estratagemas psicológicas.
De ahí surge el término “gaslighting”, que se ha convertido en un concepto psicológico y cultural para describir el acto de manipular a alguien para que dude de su propia percepción y cordura, generalmente con el objetivo de controlar o abusar de esa persona.
Específicamente tratan de hacerte creer que lo que recuerdas, opinas o deseas no es adecuado, que te olvidas de las cosas y a veces pides algo que no te ha sido ofrecido o inventas conversaciones.
Se utiliza en contextos donde una persona intenta hacer que otra se sienta insegura, confundida o dudosa de sí misma mediante la negación de hechos o la distorsión de la realidad. Definitivamente se trata de un abuso emocional y manipulación en las relaciones personales.
Ese tipo de abuso siempre existió, y lo demuestra la película de 1944, y sigue ocurriendo. Muchas formas de maltrato o de síntomas de origen mental se están rebautizando y haciéndolos ver como nuevos descubrimientos con nuevas denominaciones. Eso se está haciendo tendencia en países de primer mundo para ensalzar nuevos egos. A veces los tercermundistas descubrimos aspectos interesantísimos o proponemos investigaciones de efectos farmacológicos que hemos observado en años de clínica y no se nos toma en cuenta o se nos minimiza. En otras palabras, nos hacen “gasligth”, ignorándonos y diciendo que eso no puede ser sin ni siquiera molestarse en comprobarlo…
Pero el gaslight no conoce fronteras, y puede existir a todo nivel, basta que haya interacción entre dos personas: puede ser familiar, laboral, escolar, profesional, amistades, grupos humanos, etc. Por eso detectarlo es muy importante. Algunos efectos son la confusión y la duda, la pérdida de autoestima, la depresión y ansiedad y el aislamiento social.
La persona puede darse cuenta, pero si lo deja pasar irá creciendo. Cuando transcurre demasiado tiempo y las personas tienen poco carácter pueden llegar a desconfiar de ellas mismas y hasta pensar que sus mentes les están jugando una mala pasada, que tienen indicios de Alzheimer o demencia.
Debe tratarse con psicoterapia y validando las creencias que nos quieren hacer pensar que son falsas. Claro, para esto hay que darse cuenta, pues es fácil caer en manos de muchos manipuladores. Es importante llevar records o apuntes, insistir en lo que creemos , y no dejarnos intimidar, sobre todo cuando esto se vuelve un patrón repetitivo. Reconocerlo, enfrentarlo y buscar apoyo son pasos esenciales para superar sus efectos nocivos.