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Escuchar lo que conviene

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El debate informado, la rendición de cuentas, la transparencia son ingredientes de una sociedad democrática

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La jornada del 9 de febrero ha dejado muchos comentarios, opiniones y análisis tanto dentro como fuera de El Salvador. Comunidad internacional, diplomáticos, periódicos internacionales han coincidido en que ha sido el más grave episodio desde la firma del fin del conflicto armado hace casi treinta años.

En términos de libertad de expresión, ese domingo hubo altercados y afectaciones al trabajo de algunos periodistas, incluido uno de ContraPunto. No fue asunto de solo ese día. Hay un permanente asedio en redes sociales a periodistas de determinados medios de comunicación, que va desde insultos, desacreditación y amenazas de colocación de artefactos explosivos.

El empeoramiento del clima para el ejercicio del periodismo comenzó desde el 2014. Para ese año, organizaciones como Reporteros sin Fronteras colocaba al país en la casilla 38 de un total de 180 países; el informe de 2019 ubica a El Salvador en la posición 81.

El debate informado, la rendición de cuentas, la transparencia son ingredientes de una sociedad democrática. Pero algo ocurre cuando en nombre de la democracia se dicen y hacen muchas cosas, así como cuando se invoca al pueblo.

“Prensa Gráfica, Diablo de Hoy, Factum, Faro son los enemigos de el pueblo Salvadoreño”, escribe en un comentario un lector en reacción a una columna de El Faro titulada las alternativas después de un autogolpe. (Se ha respetado tal cual fue escrito). 

Ese tipo de expresiones se han hecho comunes y, como suele decirse, virales, que corren con la rapidez de las redes sociales. ¿Son expresiones reales de la ciudadanía harta de la tergiversación y manipulación que asumen hacen los medios? o ¿es la repetición de una frase creada por un líder al que se le sigue ciegamente?

En El Salvador venimos de una cultura de opacidad, que todavía se mantiene. No es exclusiva de nadie. El 2014 el entonces presidente Salvador Sánchez Cerén, acusó a los medios de impulsar una campaña de terror por informar sobre los índices de homicidios. Seis años después la Fiscalía General ha activado procesos contra varios impulsores de la llamada tregua

El alcalde capitalino, Ernesto Muyshondt, ha publicado en su cuenta en Twitter los logos de casi todos aquellos medios que han sido llamados enemigos del pueblo; les atribuyó “ser lo mismo y tener la misma agenda”.

En términos amplios, los medios de comunicación se convierten en escenarios de tensiones que afectan la democracia. Una de los ejes centrales del gobierno actual es el combate a la corrupción, lo cual es loable. Por actos de esa naturaleza han sido procesados tres expresidentes, de los que uno ha fallecido, y otro cambió de nacionalidad para evitar responder ante la justicia. Se supo de esos casos de corrupción y se le puso nombre y rostro por publicaciones periodísticas.  

En América Latina no existen políticas de comunicación en función de Estado, sino de gobiernos. Por eso es imposible hablar de relación Estado con medios, sino de relación medios de comunicación y gobiernos. Es indispensable para los gobiernos tener a los medios de comunicación de su lado, como elemento fundamental para tener éxito en las encuestas y acabar con el que consideran terrorismo mediático.

Así se da paso a la idea de que gobernar es ganar la batalla de la información mediante diversos mecanismos: el gobierno se convierte en productor de información, no responde preguntas de los periodistas, maneja en forma discrecional la publicidad oficial, difama y alienta la violencia verbal a los medios que no le apoyan. Son parte de la puesta en escena del Estado comunicador.

De esa manera se ha configurado un panorama en el cual hay oídos atentos a escuchar lo que les conviene y no lo que quieren saber. Un pobre aporte a la democracia.

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Carlos Domínguez
Carlos Domínguez
Periodista salvadoreño; defensor de los derechos humanos. Colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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