lunes, 13 enero 2025
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Escrito en una servilleta: La hora de los pacientes

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Los derechos de los pacientes son derechos subjetivos afines con su estado de salud-enfermedad que deben respetarse integralmente, desde el que tiene que ver con la vida, hasta el que se refiere al cuido permanente

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Por René Martínez Pineda

Nadie ha olvidado la lucha del gremio médico por frenar la privatización de la salud, recurriendo a una dilatada huelga y a las “marchas blancas”. Esa lucha fue acompañada, en silencio, por los pacientes, quienes fueron los verdaderos héroes, pues aceptaron, voluntariamente, un severo deterioro de la precaria calidad de los servicios recibidos, todo en función de un bien mayor: salvar la vida de los futuros pacientes al asegurar que la salud siga siendo un bien público.

Por esa razón, injustamente olvidada, afirmo que los verdaderos héroes de la no privatización de la salud fueron los pacientes, y sus escuderos los médicos y enfermeras. Es vital recordarlo, porque los médicos, al autonombrarse como los únicos héroes, se colocaron -algunos- un manto de impunidad que usan con fines políticos. Siendo exactos, los pacientes han sido los héroes y mártires de la salud pública. Y es que, históricamente, el sistema de salud (público y privado, aunque con matices diferentes mediados por la capacidad de pago y, por tanto, por la posibilidad de estafa) ha tratado de forma vergonzosa a los pacientes, poniendo en primer lugar a los médicos que, por definición, deberían entregarse a los usuarios de forma incondicional, sobre todo en lo público.

Pero, ya es hora de cambiar eso y poner en primer lugar al paciente, y eso implica un reacomodo cultural -más que punitivo- que hay que liderar desde el protagonismo de quienes los quieren atender de forma digna (la inmensa mayoría), frente a quienes quieren seguir tratándolos de forma vergonzosa.

Los derechos de los pacientes son derechos subjetivos afines con su estado de salud-enfermedad que deben respetarse integralmente, desde el que tiene que ver con la vida, hasta el que se refiere al cuido permanente. Como premisa está la Carta de Derechos del Paciente de la Asociación Americana de Hospitales (1973). Si tomamos ese año como punto de partida, se puede afirmar que, en el país, desde hace cincuenta años se viene tratando vergonzosamente a los pacientes y, en los momentos más difíciles, se les exige que se vistan de héroes invisibles, lo que siempre hacen de buena gana. 

Esa necesidad de hacer valer los derechos de los pacientes es más urgente en este año preelectoral, debido a que, parece ser, que el sector médico sindicalizado será usado por la oposición para realizar acciones de calle, lo que dejará en un abandono aún mayor a los pacientes. Claro está que los médicos, al igual que todos los trabajadores, tienen derecho a exigir sus reivindicaciones y defender sus intereses, siempre y cuando no “se lleven de encuentro” a los pacientes (no es lo mismo una huelga en una fábrica que en un hospital), y eso exige que sus métodos de lucha se reacomoden para no seguir violentando, y cosificando, a los pacientes, al tratarlos como objeto de presión, o moneda de cambio, manteniéndolos en la triste condición de pacientes sin derechos.

Esa condición de “pacientes sin derechos” versus “médicos con todos los derechos hasta el borde de la impunidad”, ha estado presente desde el principio de la ética médica que nació, y se mantiene, centrada en el médico, no en el paciente, lo cual es una visión hipocrático-autoritarista en medio de sociedades que buscan la democracia ciudadana que demanda usar métodos de lucha que no tengan daños colaterales deliberadamente escogidos. La sociedad, al buscar estar centrada en la persona como representación del colectivo, se transformó en un colectivo social igualitario, ante todo en los rubros financiados por el Estado y usados por los sectores precarios o en proceso de precarización económica. Siendo así, las luchas de un gremio, como el médico, si se empecina en usar métodos de lucha que afectan la prestación de sus servicios, deben hacerlo con el aval consciente de los pacientes, porque ellos son la parte pasiva de dicho gremio, y lo son con igualdad de derechos y con una dignidad igual, en tanto la persona es un fin en sí misma, y no un medio para lograr objetivos ajenos a ella.

La hora de los pacientes hace referencia al imperativo de verlos como sujetos y no como objetos; como portadores de dignidad y no de un valor de cambio, porque el paciente tiene derecho al trato respetuoso como ser humano, no como un artefacto que se puede poner en pausa. Los médicos, en especial, deben aceptar la responsabilidad de ser los guardianes de la calidad de los servicios médicos, ese es su trabajo y la razón de su ética, no es un sacrificio por el paciente, quien tiene derecho a una atención continua. La Declaración de los Derechos de los Pacientes dice: “El paciente tiene derecho a esperar una continuidad razonable de atención”. Ahora bien, lo razonable lo decide el paciente, no el médico, a menos que el paciente diga y acepte, en determinadas excepciones, lo contrario.

Está claro que, para que hacer realidad la hora del paciente, es necesaria una labor cultural consensuada entre pacientes, médicos y gobierno, y digo médicos, no gremio médico, para lograr construir un cambio cultural más que un pacto. Los cambios culturales que trascienden usan como cemento la miel, no la hiel. Al final de toda lucha, o pacto, las bajas se cuentan entre los pacientes. La lucha por lograr que los pacientes recuperen sus derechos demandará una reconstrucción cultural, tanto en la identidad sociocultural de los médicos y enfermeras, como en la de los pacientes. A veces, en materia de tiempo-político, la tolerancia -como primer y único aviso de advertencia- frente a protestas injustas, injustificadas o absurdas, es el arma más efectiva para deslegitimar a los sectores que se creen tan impunes que consideran que tienen derecho a violar los derechos de los otros.

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René Martínez Pineda
René Martínez Pineda
Sociólogo y escritor salvadoreño. Máster en Educación Universitaria

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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