jueves, 12 diciembre 2024
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Enfrentar la pandemia de raíz

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A medida que salgamos de la pandemia de COVID-19 y tratemos de estar mejor preparados para pandemias futuras, no podemos depender únicamente de sistemas de detección y rastreo, ni de asegurarnos de contar con suficientes ventiladores y equipos de protección personal

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BOSTON – Las colonias de ganado y los “mercados mojados” de animales vivos no son exclusivos de Wuhan, la ciudad china en la que con mayor probabilidad se originó el virus SARS-CoV-2. Existen en todo el mundo. Y debido a que, en gran medida, carecen de normas, solo es cuestión de tiempo antes de que surja el próximo patógeno infeccioso.

Por ejemplo, uno podría no esperar encontrar la mayor colonia de búfalos del planeta en Karachi, Pakistán, una metrópolis de 14 millones de habitantes. Con cerca de 400.000 animales apretados en un área de seis kilómetros cuadrados, la Colonia Bhains ciertamente es una visión incongruente. Sin embargo, la colonia (cuyo nombre viene de la palabra para “búfalo” en urdu) ha sobrevivido y prosperado por más de medio siglo, contando hoy con más de 1.500 granjas.

La colonia es esencial para el suministro de leche y carne de Karachi, y es una fuente de empleo importante para la comunidad local. Ha sido objeto de numerosos estudios sobre empoderamiento local, emprendimiento y cadenas de suministro, incluso algunos financiados por agencias de ayuda internacional.

Pero, en gran medida, no está sometida a normas del estado, como descubrí en mi primera visita en enero de 2019. Como parte de mi investigación para un libro, quería entender el modo como los granjeros locales abordaban las infecciones de su ganado, y lo que ocurría cuando los medicamentos que les administraban dejaban de funcionar.

Junto con colegas de una universidad local que habían organizado la visita, llegué a la colonia en la mañana de un día soleado. Me dio la bienvenida uno de los pocos veterinarios estatales a cargo de cuidar a los búfalos, así como a una cantidad desconocida de cabras y ovejas. Las granjas eran extremadamente eficientes: la leche de los búfalos se transportaba a todos los puntos de la ciudad en menos de dos horas. Pero los granjeros seguían pocas de las normas sanitarias veterinarias del gobierno y pocas, o ninguna, de sus pautas de alimentación del ganado.

¿Sentía inquietud el veterinario sobre las infecciones del ganado? Sí, absolutamente, me dijo: si un animal enfermaba, no había ningún laboratorio clínico disponible, y los pocos que había en el país estaban abrumados con las infecciones humanas. Y la supervisión estatal a nivel local brillaba por su ausencia.

El veterinario había dado con una solución de la que hablaba con orgullo. A pesar de carecer de formación farmacológica ni comprender el efecto de los medicamentos, había producido sus propios cócteles de sustancias. No tenían autorización ni habían sido probados, pero (según él) eran muy potentes y tenían una gran demanda.

Los empleados de las granjas privadas que conocí en mi visita cuestionaron la eficacia de los distintos cócteles locales, pero tenían una escasa formación para tratar animales infectados o siquiera dar la alerta sobre la propagación de una infección. Muy por el contrario: la sangre de los animales sacrificados, infectados o no, formaba parte de una dieta alta en proteínas (o “harina de sangre”) que se daba a animales en una granja de aves en las cercanías.

Anécdotas de granjeros aparte, en Pakistán no se han realizado estudios serios sobre infecciones y resistencias a medicamentos en ganado, debido a falta de fondos, lo a su vez refleja el poco interés del gobierno. Las autoridades no desean regular la Colonia Bhains u otros mercados de ganado: los grupos de presión agroganaderos son influyentes y el plan de acción nacional para limitar la resistencia a los antibióticos no se atreve a instaurar reglamentaciones estrictas.

Por su parte, las entidades reguladoras han quedado reducidas a la impotencia por la falta de recursos, o bien han hecho la vista gorda mientras las normas se desobedecían una y otra vez. En ocasiones, los reguladores locales mismos han contribuido al problema de las infecciones zoonóticas al aceptar coimas, conductas negligentes y demostrar una incompetencia general. Las rígidas estructuras académicas han limitado la investigación de las interacciones entre animales y seres humanos, mientras que el concepto de “Una salud” que vincula la sanidad humana, animal y ambiental todavía no ha logrado afianzarse.

A medida que salgamos de la pandemia de COVID-19 y tratemos de estar mejor preparados para pandemias futuras, no podemos depender únicamente de sistemas de detección y rastreo, ni de asegurarnos de contar con suficientes ventiladores y equipos de protección personal.

Para comenzar, los gobiernos tendrán que reformar el sector agrícola, tanto a nivel interno como en su cooperación global y regional. En los países donde la ganadería es una actividad económica de peso será crucial conectar la agricultura con la salud pública. Esto debe ir más allá de los debates típicos sobre la nutrición e incluir un control mejor y más centralizado sobre el control de enfermedades y las prácticas de salud pública.

En muchos países en desarrollo, Pakistán entre ellos, los mercados de ganado y las granjas aviares están completamente desconectados de los ministerios nacionales de salud, y no se comunican ni coordinan entre sí. Esto aumenta el riesgo de la aparición de enfermedades zoonóticas que el sector agrícola no está en condiciones de contener, y además puede dar origen a políticas contradictorias que acaben por perjudicar a la salud humana.

Pero no bastará con una coordinación de alto nivel entre los sectores agrícolas y las dependencias de salud pública. También los granjeros deben entender las consecuencias de sus prácticas para sus propias familias y la sociedad en que viven. Para ello será necesaria una combinación de educación e incentivos económicos que fomenten prácticas ganaderas más sanas.

En este aspecto pueden ser de ayuda los acuerdos de coordinación regionales y las agencias internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y la Organización Mundial para la Salud Animal, mediante el desarrollo de campañas de concientización y el otorgamiento de subsidios a las granjas que estén integradas con los ministerios y las instituciones locales. Y las organizaciones internacionales cuyo mandato gire en torno a la nutrición, la salud y la agricultura deben reconocer que ya no es aceptable la estrechez de miras de sus modelos de funcionamiento.

La crisis del COVID-19 fue causada por la falta de normas, o la laxitud de su aplicación, para los mercados animales. Si no aprendemos esa lección pronto, es probable que no tardemos en tener que aprenderla otra vez.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Muhammad Hamid Zaman es profesor de Ingeniería Biomédica y Salud Internacional en la Universidad de Boston y autor de Biography of Resistance: The Epic Battle Between People and Pathogens (Biografía de la resistencia: la épica batalla entre las personas y los patógenos).

Copyright: Project Syndicate, 2020. www.project-syndicate.org

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Muhammad Hamid Zaman
Muhammad Hamid Zaman
Analista Internacional

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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