martes, 16 abril 2024

El sendero

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El humor en tiempos del coronavirus está de luto, pero nos queda la satisfacción de que Johann Sebastian Mastropiero se burló hasta de la pandemia. ¡Sí! No murió por el coronavirus que ha puesto en jaque al mundo, sino de un cáncer cerebral. Por un tumor en esa cabeza que nos dio y nos dejó un genial legado: la ilustrada y refinada irreverencia hasta con las dictaduras, en plena dictadura, y con los falsos profetas de antes y de siempre. Y dejó instrucciones claras para que el texto de su epitafio fuera este: “Marcos no está, todavía lo estamos esperando”. Seguro ya lo tiene escrito en su lápida pues el tal Marcos, Marcos Mundstock, acaba de fallecer.

Fue este miércoles 22 de abril que el narrador de Les Luthiers, “la voz”, se unió al destino consumado ‒no fatal sino natural‒ de otros dos fundadores del grupo: Gerardo Massana en 1973 y Daniel Rabinovich en el 2015. Dicho par partió de este mundo en 1973 y en el 2015, respectivamente. Un mundo al cual divirtieron con cultura y finura; sin chocarrerías ni excesos. Van tres, pues… Queda aún uno de los cuatro talentos que, en 1967, iniciaron tan larga y fructífera aventura: Jorge Maronna.

Mastropiero nació antes que Les Luthiers y su creador antes que ambos: el 25 de mayo de 1942. Mundstock da fe que tal “personaje de historieta” irrumpió en el imaginario colectivo allá por 1961 y que su nombre de pila fue Freddy, no Johann Sebastian. Pero bueno, en esta ocasión no es la más famosa de sus invenciones el motivo de este texto. Son otras.

La primera: la del doctor Alberto Ortega, el candidato presidencial en pleno discurso de cierre de campaña. Sobre este, Mastropiero dijo que “siempre supo poner por encima de los mezquinos intereses partidistas, los supremos intereses personales”. También que era “un prohombre respetado por propios y ajenos; insobornable custodio de lo propio, inflexible amigo de lo ajeno”. Finalmente sostuvo que era “incapaz de una traición”, que era “incapaz de una falsa promesa”, que era “básicamente… incapaz”.

Luego están la Comisión de mantenimiento y actualización permanente de la canción patria junto al partido Frente Liberal Estatista “Lista Azul”, mejor conocido como el “Listazulismo” y liderado por el presidente del país: el profesor Pedro Garcete. Buscando un enemigo nacional adonde no lo había, el miembro de dicha Comisión interpretado por Mundstock ‒al otro le daba vida Rabinovich‒ le explicó al compositor de la nueva letra lo inexplicable en los siguientes términos: “Es una hipótesis de conflicto. Si pudimos inventar un enemigo, no vamos a poder inventar un conflicto”. Y al despedirse, se refirió a su compañero comisionado diciendo: “Es un político de raza… ¡No sabemos de qué raza!”.

En solemne acto oficial el presidente Garcete inauguró las reformas al himno nacional, que terminaba con estos “disimulados” versos: “Gente unida y solidaria, no hay fuerza que la derrote; siempre lista, siempre unida remando en el mismo bote. Siempre unida desafiando del peligro el negro tul; todos en el mismo bote remando, bajo un claro cielo azul. ¡Vote siempre “Lista Azul”! Y por siempre le haremos al pueblo: ¡‘Dubidubi, dubidú’!”.

Finalmente, no podía faltar, “El sendero de Warren Sánchez”. Ese es según Carlos Núñez Cortés ‒integrante de Les Luthiers desde hace décadas‒  “el mejor personaje de Mundstock”. “Aquí, Marcos no solo escribió el genial libreto en el cual parodia a los predicadores evangélicos televisivos, satirizando sus discursos y su doble moral, sino que compone a uno de ellos, de marcado acento portorriqueño, carismático e increíblemente convincente”. Eso es lo que dice Núnez Cortés en su libro “Memorias de un Luthier”. Además de ser el “hermano principal”, Sánchez es fundador no de una secta sino de esa “sexta” porque antes había fundado cinco.

“Los argentinos ‒aseguró Mundstock en una entrevista‒ hemos vivido en crisis los últimos setenta años. Pensándolo así, tal vez hasta la creación de Les Luthiers haya sido consecuencia de esa necesidad de enfrentar la dureza de la realidad”. Para él, el humor era lo general y el humorismo una “práctica necesaria”, “una actividad humana”. Ojalá acá surgieran seres extraordinarios como este para enfrentar la dureza de nuestra nacional en esta crisis de salud, económica, social y política que solo apunta a crecer y agravarse.

Frente a los “políticos de raza” y los “iluminados misioneros”, ahora más que nunca necesitamos magos del humor y el humorismo como Mastropiero; prestidigitadores  que te hagan reír con lo que antes, muchas veces, ya te habías reído. Con su partida nos queda humildemente de tarea, seguir en lo posible el sendero de Marcos Mundstock.

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Benjamín Cuéllar Martínez
Benjamín Cuéllar Martínez
Salvadoreño. Fundador del Laboratorio de Investigación y Acción Social contra la Impunidad, así como de Víctimas Demandantes (VIDAS). Columnista de ContraPunto.
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