jueves, 12 diciembre 2024
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El populismo y la productividad

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Desde el estallido de la crisis financiera mundial en 2008, el crecimiento de la productividad en las economí­as avanzadas -Estados Unidos, Europa y Japón- ha sido muy lento

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NUEVA YORK ““ Desde el estallido de la crisis financiera mundial en 2008, el crecimiento de la productividad en las economí­as avanzadas (Estados Unidos, Europa y Japón) ha sido muy lento, tanto en términos absolutos como en relación con las décadas anteriores. Esto se contradice con la idea que predomina en Silicon Valley y otros centros tecnológicos globales de que estamos entrando a una nueva edad dorada de la innovación que traerá consigo un enorme aumento de productividad y mejorará nuestras vidas y la forma en que trabajamos. ¿Por qué esas mejoras no han aparecido, y qué podrí­a suceder si no aparecieran?

Hay al menos seis áreas donde son evidentes innovaciones revolucionarias:

·       “E”: tecnologí­as energéticas, incluidas nuevas formas de combustibles fósiles como el petróleo y gas de esquisto,fuentes de energí­a alternativas como la eólica y la solar, tecnologí­as de almacenamiento, tecnologí­as limpias y redes eléctricas inteligentes;

·       “B”: biotecnologí­as, como la terapia génica, la investigación con células madre y el uso de análisis masivo de datos, que pueden reducir enormemente los costos sanitarios y hacer mucho más largas y saludables las vidas de las personas;

·       “I”: tecnologí­as de la información, como la Web 2.0/3.0, las redes sociales, aplicaciones nuevas, la Internet de las Cosas, el análisis masivo de datos, la computación en la nube, la inteligencia artificial y los dispositivos de realidad virtual;

·       “M”: tecnologí­as manufactureras, como la robótica, la automatización, la impresión 3D y la fabricación personalizada;

·       “F”: tecnologí­as financieras que prometen revolucionar todo, desde los sistemas de pago hasta el crédito, los seguros y la asignación de activos;

·       “D”: tecnologí­as de defensa, entre ellas el desarrollo de drones y otros sistemas de armamento avanzados.

En el nivel macro, el misterio es por qué estas innovaciones, muchas de las cuales ya están activas en las economí­as, todaví­a no provocaron un incremento medible de la productividad. Para esto que los economistas denominan “enigma de la productividad” se han dado varias explicaciones.

En primer lugar, algunos tecnoescépticos (como Robert Gordon, de la Northwestern University) sostienen que el impacto económico de las innovaciones recientes no es comparable al de las grandes innovaciones de la Primera y Segunda Revolución Industrial (la máquina de vapor, la electricidad, la canalización y el saneamiento del agua, los antibióticos, etc.). Pero como señala el historiador de la economí­a Joel Mokyr (también de la Northwestern), es difí­cil ser un tecnoescéptico ante la variedad de innovaciones que ya se están dando o que probablemente se darán en las próximas décadas.

Una segunda explicación es que no estamos calculando bien la producción real (y por tanto, el crecimiento de la productividad), porque los nuevos bienes y servicios basados en la información son difí­ciles de medir, y puede que sus costos estén reduciéndose más rápido de lo que permiten discernir los métodos estándar. Pero esto nos obliga a postular que el error al medir la productividad es peor hoy que en perí­odos de innovación tecnológica anteriores.

Hasta ahora, no hay pruebas empí­ricas concluyentes de que sea así­. Pero algunos economistas sugieren que no estamos midiendo bien la producción más barata de software (en contraposición con el hardware) y los muchos beneficios de los bienes gratuitos disponibles a través de Internet. Lo cierto es que entre los motores de búsqueda y las omnipresentes aplicaciones, tenemos conocimiento en la punta de los dedos casi siempre, lo que hace nuestras vidas mucho más fáciles y productivas.

Una tercera explicación es que siempre hay un retardo entre la innovación y el crecimiento de la productividad. En la primera revolución de Internet, la aceleración de la productividad que empezó en el sector tecnológico tardó muchos años en difundirse al resto de la economí­a, conforme las aplicaciones orientadas a empresas y consumidores de las nuevas herramientas digitales se empezaron a usar para la producción de bienes y servicios muy alejados del sector tecnológico. Esta vez también puede pasar un tiempo antes de que las nuevas tecnologí­as se difundan y lleven a un incremento medible de la productividad.

Hay una cuarta posibilidad: la aparición de una tendencia declinante del crecimiento potencial y del aumento de productividad después de la crisis financiera, debida al envejecimiento poblacional en la mayorí­a de las economí­as avanzadas y algunos mercados emergentes clave (como China y Rusia) combinado con una menor inversión en capital fí­sico (del que depende la productividad de la mano de obra). De hecho, la hipótesis del “estancamiento secular” propuesta por Larry Summers es compatible con esta caí­da.

Una explicación relacionada hace hincapié en el fenómeno que los economistas llaman histéresis: la persistencia de una recuperación débil o de una desaceleración cí­clica (como lo que hemos experimentado después de 2008) puede reducir el crecimiento potencial, por al menos dos razones. En primer lugar, cuando los trabajadores están desempleados demasiado tiempo, pierden habilidades y capital humano; en segundo lugar, como la incorporación de innovaciones tecnológicas se realiza a través de bienes de capital nuevos, la escasez de inversión reduce en forma permanente el crecimiento de la productividad.

La verdad es que no estamos seguros de la causa del enigma de la productividad ni de cuánto durará este fenómeno. Es muy probable que todas las explicaciones propuestas tengan su parte de razón. Pero de mantenerse esta lentitud en el incremento de la productividad (y con ella, un crecimiento insuficiente de los salarios y niveles de vida), es probable que se intensifique la reciente reacción populista contra el libre comercio, la globalización, las migraciones y las polí­ticas promercado. Por eso es tan importante que las economí­as avanzadas encaren las causas de esta desaceleración de la productividad, antes de que ponga en riesgo la estabilidad social y polí­tica.

Traducción: Esteban Flamini

Nouriel Roubini es presidente de Roubini Macro Associates y profesor de economí­a en la Escuela Stern de Administración de Empresas de la Universidad de Nueva York.

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Nouriel Roubini
Nouriel Roubini
Analista en economía internacional. Presidente de Roubini Macro Associates y conduce el ciclo de charlas virtuales NourielToday.com

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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