El Mozote nunca más

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Durante la recién pasada Semana Santa, visité EL Mozote y, sorprendido por el contraste entre El Mozote del ayer tranquilo de follajes inmensos y el de ahora con vestigios históricos hacia la modernidad, me dio por recordar mis años juveniles, cuando fui alfabetizador en el entonces recién nominado Caserí­o El Mozote.

Hací­a 68 años que no visitaba El Mozote, Caserí­o que -como después lo supo todo el mundo, por la guerra civil de los años 80- está ubicado en el Cantón La Guacamaya, jurisdicción de Meanguera, al norte del departamento de Morazán.

Fue en 1951. A mis 14 años de edad, inicié el programa de alfabetización de adultos en El Mozote. Impartí­a mis clases a mujeres y hombres, en horas de la tarde y nocturnas. Gente buena de estirpe Lenca, me ofrecí­a sin reservas lo poco que tení­a, con agradecimiento puro “por las letras y los números aprendidos”. Suficiente razón para entender que el hombre entre más grande, más humilde debe ser. Aprendí­ mucho de ellos, de su grandeza y su generosidad sin lí­mites…

El último domingo de la Semana Santa -Domingo de Resurrección-llegué a El Mozote, esta vez como turista, 68 años después de mi labor alfabetizadora ahí­. Un tanto desubicado al principio, comencé a indagar por personas y lugares y, poco a poco, el escenario se fue tornando familiar; sobre todo, cuando en un muro sagrado leí­ la nómina de los asesinados, entre adultos y niños, en la que con sorpresa recordé nombres que me agitaron el pecho -entre ellos el de Rufina Amaya, entonces una niña de primeros grados- que me hicieron comprender más la razón del impresionante monumento a los caí­dos, y otras expresiones propias para rescatar y mantener viva la memoria histórica…

Los honrados y laboriosos mozoteños caí­dos por muerte cruel y salvaje, producto de los hechos sangrientos e inhumanos que culminaron con la vil masacre de diciembre de 1981, cuya noticia dio la vuelta al mundo y evidenció con creces la crueldad del ejército salvadoreño, durante el conflicto armado de El Salvador 1980-1992.

Los dí­as 11-13 de diciembre de 1981, los fusiles, vomitando plomo criminal, sacudí­an los frondosos bosques con impacto certero, despiadado, cruel e inhumano; mientras que los centenares de cuerpos, de adultos y niños, eran despedazados en el aire, como cuando alguien despluma pajarillos inocentes.

¡Quién iba a decirme, entonces, que durante la guerra, aquellos sitios tan familiares de El Mozote serí­an el escenario de una cruel matanza de campesinos, especialmente de mujeres y niños, ejecutada por el ejército salvadoreño!  La masacre de El Mozote es, además, un crimen contra la inocencia, ya que las ví­ctimas eran en su mayorí­a niñas y niños, salvajemente asesinados…

 La versión sobre la masacre de El Mozote dio la vuelta al mundo y se evidenció como uno los hechos más sanguinarios durante el conflicto de El Salvador. Esa y muchí­simas masacres más se registran como delitos de lesa humanidad, sujetos a condena total para los gobernantes, los altos mandos militares y soldados, guardias nacionales y policí­as responsables de tantos crí­menes…

Y ahora en 2019, yo estaba ahí­. Conversé con muchos lugareños, todos con la esperanza de la justicia. “Dios tarda, pero no olvida”, repetí­a alguien. “Se hará justicia, a pesar de la indiferencia de los últimos gobiernos”, comentó otro. Es evidente el descontento por el abandono de quienes “prometí­an justicia y bienestar”. Y mostraron su optimismo por la reapertura del juicio -aunque llevado con lentitud- contra dirigentes militares en un tribunal de San Francisco Gotera…

“El Mozote nunca más”, leí­ en un mural, Y compartí­ esperanzado la frase, seguro de que tan horrendo crimen no se repetirá; pero sí­ que, para resarcir el llanto popular, un dí­a, más temprano que tarde, se hará justicia…  Abandoné El Mozote, entre recuerdos y nostalgias… y un pesar reprimido, alentado también por la esperanza de una pronta justicia!

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Renán Alcides Orellana
Renán Alcides Orellana
Académico, escritor y periodista salvadoreño. Ha publicado más de 10 libros de novelas, ensayos y poemas. Es columnista de ContraPunto
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