En El Salvador existe un problema de expresividad de sentimientos ya sea por costumbre o por guardar cara ante situaciones incómodas: la madre no acostumbra decirle a sus hijos que los ama porque a ella ni su padre ni su madre se lo dijeron y ella transmite lo que aprendió; el empleador despide al empleado sin antes confrontarlo; el novio deja de hablarle a la chica sin darle una razón por el silencio que llevará inevitablemente a la ruptura; en fin, el silencio impera para no tener que expresar lo que se siente.
Cuando un padre o una madre no le expresa sus sentimientos claramente a sus hijos, estos pueden tener reacciones adversas durante los críticos años de la adolescencia. Habrá chicas que buscan hombres mayores para relacionarse sentimentalmente porque en ellos encontrarán el amor de padre que no obtuvieron de niñas. Habrá chicos que buscan protagonismo a como dé lugar, y todo viene desde el hogar, desde la primera infancia.
Esta tarde observaba en un parque a una mujer que le reprochaba a su hija, con palabras soeces y un manotón al pelo, el haber botado el agua que tomaba y le gritaba que por eso debían volver a casa y nunca más salir a un parque. Los niños son niños y son propensos a accidentes, pero si a esta mujer en su infancia la liaron a golpes por botar el agua, eso es lo que ha aprendido y lo que replica con su cría. ¿Qué se espera de esta chiquilla al crecer? Es un círculo sin fin donde los mayores no entienden cómo corregir con empatía y compasión.
Por otro lado, hay gente que es muy dada a juzgar a los otros sin tener todos los elementos necesarios para emitir un juicio. Si hay chicos que juegan en las canchas de la 10 de octubre quiere decir que son vagos o peligrosos; si una chica se ve morena y vive en Soyapango probablemente no habla inglés como un blanquito de los anuncios de la tele; o si alguien anda muy contento es porque debe estar fumado.
En la película “Guasón”, la gente juzgaba a Arthur Fleck por su risa incontrolable aunque fuere una condición médica. Esto nos recuerda que tener un defecto de nacimiento o una condición neurológica en el país es motivo de burla. Hay gente que sin saberlo sigue la teoría de Cesare Lombroso quien creía que existía el criminal nato caracterizados por sus rasgos físicos, bastando juzgar por las apariencias porque hay personas que a primera vista parecen peligrosas.
He estado meditando sobre nuestros problemas como sociedad y me doy cuenta que, al igual que el Guasón, no es algo que se da de repente. Todo el abuso psicológico que el Guasón ha recibido por tantos años, el rechazo de la sociedad así como el abuso por parte de su madre, hacen que él explote en un desequilibrado y en un asesino. La ausencia del padre es otro factor que incide en su comportamiento. La película nos muestra que los documentos psiquiátricos oficiales cuentan que la madre lo abusaba y que él había sido adoptado, pero, al igual que en El Salvador, los que han tenido el dinero han tenido el poder de comprar el silencio de sus víctimas. Tal es el caso de su padre quien presumiblemente violó a la madre del Guasón y elaboró toda una farsa de documentos para poder distanciarse de su responsabilidad materna. No podemos decir que el Guasón es el único culpable de su comportamiento, así como tampoco podemos decir que el niño que limpia vidrios en los semáforos, a quien constantemente ignoramos, quien asalta un banco años después sea el producto de un desequilibrio emocional. Todos tenemos responsabilidad como sociedad.
Hugo Lindo, en su ¡Justicia, Señor Gobernador! de 1960, narra el caso de Mercedes López Gámez quien a sus 25 años viola, asesina y abandona a una niña de 6 años. La sociedad quiere su cabeza por tan despiadado acto, pero el juez decide al final culpar a la sociedad y al estado por haberle fallado a Mercedes quien desde pequeño sufrió abusos por su madre hasta tal grado de obligarlo a ser mujer comenzando por llamarle Mercedes, vestirlo de niña y permitir que hubiera acoso sexual en su lugar de trabajo como mesera.
En el año 2000, Sandro Barbosa do Nascimento de 21 años secuestra un autobús colectivo repleto de pasajeros en Río de Janeiro. Un francotirador falla al querer matar a Sandro y en su lugar mata a la rehén a quien Sandro le dispara tres veces más. El secuestro, las 5 horas de tensión y el asesinato de la rehén fueron transmitidos en vivo por la TV brasileña, causando indignación inmediata. Sandro muere en custodia policial y sus asesinos fueron puestos en libertad gracias a la sed justiciera general. Nunca nadie quiso ver el pasado de Sandro cuando seis años antes había presenciado el asesinato de todos sus amigos pues eran niños de calle que daban mal aspecto a Río, que a los 8 años presenció el asesinato de su madre o que al saber que su madre estaba embarazada, el padre los abandonó.
¿Ha notado el lector la ausencia de la figura paterna después de la concepción en los tres casos del Guasón, Mercedes y Sandro? No es esta una justificación ni una apología de la violencia, sino que un llamado a abrir los ojos para que nos autoevaluemos y que sepamos que si hay algo que no estamos haciendo bien en el hogar, que si hay algo o alguien de quien nos burlamos en el colegio o trabajo o si juzgamos superficialmente a los otros, debemos buscar otro rumbo.
Hay que atender de forma urgente las fallas del sistema, nuestras fallas como sociedad. No dejemos al niño afuera de la escuela por llegar tarde, no le gritemos a los chicos por derramar la leche en la mesa, no descarguemos nuestra ira y nuestras inseguridades en ellos perpetuando un sistema familiar perverso.
La salud mental está en las manos de todos. Digámosles a nuestras hijas que las queremos, celebremos que nuestros hijos ya pueden leer, sepamos cómo tratar a ese compañero que tiene alguna discapacidad física o mental y de esa forma estaremos en el camino correcto para que no haya más Sandros, Mercedes o Guasones que lamentar.