Farsa, engaño, exhibicionismo y corrupción en la “lucha contra el virus”
Si para “abrir la economía” sólo se necesitaba usar mascarilla, lavarse las manos y guardar distancia del prójimo ¿por qué no se hizo esto desde el principio en vez de confinar forzadamente a la gente durante más de cuatro meses, con las devastadoras consecuencias que esto tuvo para la economía informal y la pequeña empresa? ¿Y por qué la actividad monopolista oligárquica jamás se “cerró”, sino lucró a gusto como siempre, mientras para el pueblo la economía siempre ha estado cerrada por falta de oportunidades?
¿Es que el colorido “semáforo epidemiológico” modifica que, al reabrir centros comerciales, restaurantes y transporte público, el pico de los contagios está en su punto más alto, el sistema de salud más desabastecido e ineficaz que nunca y la gestión de la lucha contra el virus más errática que al inicio de la emergencia? ¿Es que la “apertura de la economía” consumista en tal circunstancia no provocará una escalada de la enfermedad, aunque la gente observe las mencionadas medidas, sobre todo porque en nuestra sociedad la aglomeración es la norma de las relaciones sociales debido al estructural atraso material y cultural en que vive?
A estas preguntas se agregan otras como la que le repite la voz popular al presidente sobre ¿dónde están los millones en préstamos que obtuvo para “luchar contra el virus”, ya que no se nota su utilización, sino más bien se sospecha de su robo por parte de funcionarios públicos? ¿Por qué los médicos que mueren contagiados combatiendo el virus lo hacen sin que el gobierno les pague sus salarios, y por qué el presidente no hace la menor mención de ellos en sus gesticulantes discursos que abundan en movimientos de cejas, abrir y cerrar de ojos y carrasperas para enfatizar palabras triviales? ¿Por qué el ministro de economía ―un notorio representante del neoliberalismo local― fue quien, en el mensaje oficial del domingo pasado, insistiera en que “abrir la economía” en estas graves condiciones de salud es algo encomiable? ¿Fue para que no quede duda de que el gobierno sigue respondiendo disciplinadamente al interés oligárquico? ¿Por qué el comisionado presidencial para el combate al virus estuvo en ese acto más preocupado de que su mascarilla combinara con su corbatín que con la necesidad de no omitir (porque omitió varios) ninguno de los municipios en rojo, anaranjado, amarillo o verde (ya que de colores se trata)? ¿Fue porque la coquetería le importa más que su trabajo? ¿Y por qué la torpeza de relegar a la ministra de salud a un rincón sin podio? ¿Fue porque a estos funcionarios les importa más “la economía” que la salud y porque les gusta exhibir la misoginia de soldadito de plomo de su derechismo de vodevil fascista?
A partir de ahora, a las pobrerías para las que la economía siempre ha estado cerrada les espera lo peor de esta coyuntura en la que la reclusión forzada está sirviendo para justificar ―dizque por la inactividad de la informalidad y la pequeña empresa― la fraudulenta recesión en marcha desde que el dinero público rescató a la banca privada que perpetró la estafa mundial del 2008. En nuestro país, esas pobrerías se infectarán aún más al salir a trabajar en tan salvajes condiciones. Y seguro el gobierno no reactivará las medidas restrictivas, sino mentirá diciendo ―como el comisionado el domingo pasado― que la curva de contagios se aplana.
Ante esto ¿dónde están los movimientos populares y su acción? ¿Bien financiados para seguir “jugándose la vida” en las redes sociales?